La cámara de video (II).
Después de la fantástica follada con Mónica, Lynn me confesó que había estado espiando y que lo vio todo. Jamás hubiera pensado que Lynn hubiera permitido, mucho menos planificado aquello. Me dijo que hacia tiempo se había dado cuenta de lo mucho que me gustaba Mónica y que desde niña había compartido todo con su hermanita.
Pasó algún tiempo sin que se mencionara el asunto hasta que Lynn me recordó que se acercaba su cumpleaños. -Espero que me tengas una sorpresa especial, que incluya tu camarita. -¿Quieres invitar a Mónica otra vez?- pregunté maliciosamente. -Claro que no, ¿o se te olvida de quién es el cumpleaños? -¿Entonces? -Quiero invitar a Miguel a mi fiesta. Tú lo conoces, el muchacho que te presenté en la última reunión de mi oficina. -¿De verdad quieres que ese Miguel sea nuestro camarógrafo? -No, mi amor, -dijo con cierta ironía - tu serás el de la cámara. Recuerda lo bien que la pasaste con mi hermana, se notaba que lo disfrutabas. ¿No me merezco la misma oportunidad? Sé que lo pasaremos de maravilla.
Estaba sin argumentos. No podía negar que tirarme a Mónica fue sensacional, y ahora, sin el menor pudor, mi mujer me dice que quiere tirarse a un tío y que yo grabe cada detalle. Tras asegurarme que no me iba a arrepentir, se encargó de los arreglos y, tal como pensé, el tal Miguel no tuvo objeción a la proposición.
Llegada la noche de su fiesta, apareció Miguel en nuestra casa. Lynn llevaba un vestido rojo muy corto y con un generoso escote, usaba zapatos de taco alto del mismo color, y antes de abrir la puerta, se levantó el vestido para mostrarme que no llevaba braguitas.
Saludó a su invitado con un beso en la mejilla con toda naturalidad. Una vez adentro, Lynn sacó unas cervezas y comenzamos a charlar como si fueramos viejos amigos. Luego puso algo de música suave y le pidió a Miguel que bailara con ella. Seguí tomando mi cerveza como sin inmutarme y observé que mi esposa que comenta algo al oído a Miguel. Acto seguido, éste desliza su mano por las nalgas de Lynn, levanta el vestido y acaricia su desnudez. Me inquietaba ver como aquel "casi extraño" acariciaba su coñito sin parar de bailar.
Lynn se apartó de él y me dijo que preparara mi cámara. Lo tomó de la mano y fueron hasta la habitación. Cuando llegué, cámara en mano, mi esposa estaba besando apasionadamente al hombre. Comencé a grabar justo antes de que aquel le removiera el vestido y empezara a mamarle las tetas. La muy puta me miraba sonriendo. Ella procedió a desvestirlo y, tan pronto como pudo, tomó la polla en su boca. Nunca la había visto mamar así. No pasó mucho tiempo hasta que la escuché suplicar:
-Métemela. Clávame ya.
Ella se acostó con la concha al borde de la cama. El tipo le separó las piernas y en un instante la penetró. Yo no podía más con mi excitación. Su coño lubricadito sonaba con cada embestida y sus gemidos se hacían más intensos. Lynn me miró y dijo:
-Suelta esa cámara y acércate. Sácatela, cabrón, que quiero beberme tu leche.
De repente, Lynn me la estaba mamando como nunca antes mientras aún Miguel le rellenaba el coño. Al rato, inspirados en un grito de placer de mi mujer, nos corrimos los tres. Lynn nunca me había permitido correrme en su boca. Ahora, no sólo habia tragado la mía, sino que estaba por dentro llena de semen de un tercero.
-Gracias- me dijo con satisfacción- sabía que me darías el mejor cumpleaños.
Esa noche continuó la folladera por varias horas. Miguel y yo intercambiamos turnos para cogerla mientras ella le chupaba el falo al otro.
-Descubrí que dos pollas son mejor que una.- dijo con el mayor descaro. Incluso se dejó coger por el culo, lo que había jurado que nunca permitiría.
Lynn terminó por agarrar una polla en cada mano y masturbarnos sobre sus tetas.
Al día siguiente mi esposa me insinuó:
Se me antoja invitar una vez más a Mónica para que nos acompañe. Además, no te he contado que hay dos compañeras en mi oficina que te encuentran muy guapo. ¿Crees que sobrevivas a cuatro mujeres dándote placer?
De inmediato nos respondí. Pensé que tanta generosidad no era desinteresada.
Continuará.