Luna de miel (I).


Después de bastantes años de ser novios, mi ahora esposa y yo mismo decidimos casarnos, los dos estabamos deseando de pasar una tranquila luna de miel lejos del estrés del trabajo y de los pesados de nuestros primos (ni mi mujer ni yo tenemos hermanos). Así que decidí organizar el viaje a una lejana isla tropical. Partimos a los dos días de la ceremonia para poder ultimar todos los detalles. El viaje en avión resulto agradable pese a ser tan largo, y sobre todo para Marta, mi mujer, que nunca había subido a un avión, y le produjo una cierta mezcla de miedo y excitación...

Una vez en nuestro destino, Marta aprovecho para cambiarse de ropa en el mismo aeropuerto, entró a los servicios y después de un largo rato apareció de lo más sexi, se había colocado unas sandalias de tacón relativamente alto, y un vestido elástico blanco que por su tamaño más bien parecía una camiseta larga, para colmo se le trasparentaban las braguitas y el sostén, aunque por ser blancos también no llamaba demasiado la atención. Tomamos un taxi en el mismo aeropuerto y no encaminamos hacia el hotel. El taxista que era un joven muy atractivo no dejaba de quitarle ojo a mi mujer que se había dado cuenta pero que pasaba de la situación, en vez de cortarse se encontraba de lo más provocativa, no hacia más que cruzar y descruzar las piernas dejando entrever algo de sus braguitas. El taxista que hablaba nuestro idioma nos contaba cosas de aquí y de allá, que si este edificio era de tal institución, que si aquel otro monumento era de tal personaje... pero todo esto sin dejar de mirar a la entrepierna de Marta. Cuando llegamos al hotel nos ayudo a bajar del coche, se fue derecho a la puerta de Marta y le abrió la puerta de par en par y como el coche era más bien bajo y los asientos estaban además de sucios bastante hundidos, cuando Marta saco su pierna derecha hacia la acera dejó ver claramente su las braguitas blancas que llevaba y también parte de su coñito. El taxista, que se llamaba Cesar, se quedó boquiabierto y seguro que también bastante cachondo. Bajó las maletas del auto, y las puso en la misma puerta del hotel. Andes de desearnos una feliz estancia en la isla me dio una tarjeta donde ponía su nombre, su dirección y un número de teléfono donde poder localizarlo, nos hablo de que las llevaba siempre encima porque hacia de guía para turistas en su tiempo libre. Yo la acepté aunque no con demasiado gusto, porque no me gustó nada la forma en que miraba a Marta. Por fin entramos al hotel, era extremadamente lujoso, el recepcionista ya estaba esperándonos y como supuso que estaríamos cansados nos llevó hasta la habitación. Una vez allí nos enseñó el hall, el dormitorio y un enorme cuarto de baño con un yacuzzi de madera en uno de sus laterales. También había un pequeño salón con una gran terraza que daba a la playa, que estaba a unos 100 metros de allí. Además, la habitación estaba en la primera planta y casi de un salto podías bajar a la arena. Lo primero que hice fue abrir el minibar y tomarme una copa para refrescar un poco la garganta, porque lo cierto es que hacía bastante calor. Mientras Marta que estaba deseando bajar a tomar el sol entró al dormitorio a sacar el bikini de la maleta. Cuando apareció en la terraza estaba fantástica, el bikini era de color amarillo y minúsculo. La parte de arriba eran dos pequeños triangulito de tela elástica unidas entre sí por un delgado cordón, sus pezones se podían apreciar perfectamente a través de la tela. La parte de abajo era un minúsculo tanga que dejaba al aire su hermoso culo y que le abrazaba las caderas para luego hundirse entre sus nalgas. Pero como era tan estrecho dejaba ver parte de su bello púbico. Marta no hacía más que reírse y intentar esconderlo, pero era imposible, no había suficiente tela para ello. Así que me dijo que lo mejor seria que se lo depilase por completo. Se fue al baño y me pidió una cuchilla. Cuando salió con el biquini puesto otra vez ya estaba perfecto. Y dado que los labios de su sexo se adherían a la tela del biquini pude imaginar que efectivamente se lo había afeitado entero, de arriba abajo. Estaba radiante, con sus zapatillas de tacón y esa pequeña prenda lucía un cuerpo de impresión. Se colocó en pareo de gasa en sus caderas y me dijo que en esperaba en la playa, que no tardase porque seguro que sino no se podría quitar de enzima a los pesados, y se marchó riéndose. Yo llegué a los pocos minutos y efectivamente había un tipo junto a ella hablándole algo más que amablemente. Se presento como Luis y nos dijo que el también se hospedaba en el hotel, que estaba sólo porque venía en viaje de negocios. Nos dijo que la playa en la que estabamos era privada, exclusiva para los residentes del hotel, por lo que no tenía que preocuparme por nada. Seguí hablando con Luis haciendo gala de mi educación aunque lo cierto es que no me apetecía lo más mínimo. Marta nos dijo que se iba a dar un baño se levanto de la tumbona y se fue caminando hacia el agua. Si por delante su cuerpo era impactante por detrás lo era aún más. Mientras que caminaba contoneando su culo nos quitó el hipo tanto a Luis como a mí. Seguimos hablando un rato yo estaba de espaldas al agua, pero por la cara que ponía Luis me di cuenta que seguro que Marta había salido de ella. Cuando llegó vi perfectamente como se le transparentaban los pezones por el biquini y cuando baje la vista tanto yo como Luis comprobamos que la vulva de Marta se evidenciaba a través de la tela del tanga, parecía que fuera completamente desnuda. Ella de nuevo se hizo la despistada y se tumbó en la hamaca. Me pidió que le pusiera un poco de loción bronceadora y así lo hice. Comencé a extenderle el aceite por los hombros sin dejar de hablar con Luis bajé por la parte alta de sus senos que quedaban casi fuera del biquini, luego por el vientre, y para terminar por sus mulos y sus piernas. Como no dejaba de hablar con Luis, sin querer roce un poco su coñito con uno de mis dedos y ella despidió un ligero gemido, prueba que estaba bastante más caliente de lo que yo podía imaginar. Después de la sesión de aceite bronceador, nos fuimos a comer y Marta le pidió a Luis que nos acompañara, comimos en la playa, en una de las terrazas del hotel. Marta se sentó junto a mí y justo enfrente de nuestro invitado. Aunque su prenda tan provocativa se había secado, aún se marcaban perfectamente sus pezones, Luis no paró de coquetear con ella toda la comida y no dejaba de decirme la suerte que tenía de tener una esposa así. Al finalizar nos despedimos de él y nos dirigimos cada uno a nuestras habitaciones. Yo me tumbe a descansar un rato y Marta se quedó en la playa tomando el sol durante toda la tarde. Cuando me desperté mi esposa ya estaba de vuelta. Noté un dolor fuerte en el abdomen por lo que Marta fue a avisar al médico del hotel, al poco tiempo se presentó en nuestra habitación, era un señor mayor con un enorme bigote, me exploró y me dijo que seguramente el dolor estaría provocado por el marisco que me había tomado en el almuerzo, pero que para estar tranquilos lo mejor sería que ingresase en hospital. No tuvimos más remedio que hacerle caso, así que a la media hora ya estaba tumbado en la cama del hospital. Me hicieron numerosos análisis y una enfermera me dijo que seguro que tendría que estar allí al menos un par de días, que eso era lo usual en los turistas que por allí pasaban. Cuando cayó la noche y Marta me dijo que no quería dejarme solo allí, pero le insistí para que se fuera al hotel y descansará, y así lo hizo. Cuando llevaba unas horas en la cama apareció de nuevo el doctor y me dijo que las pruebas habían salido bien que no me preocupara porque todo el problema habría sido de la bebida que había tomado comiendo, y no del marisco, así que me podía marchar. Rápidamente me vestí y me fui al hotel, pero como quería darle una sorpresa a mi mujer, decidí entrar por los jardines del hotel en vez de por la puerta de la habitación. Trepé hasta la terraza y sin hacer ruido me colé en la habitación, pero Marta no estaba allí, al principio me asusté, salí al balcón para mirar a la playa y en ese instante oí el ruido de la llave magnética. Era Marta pero para mi sorpresa venía acompañada de Luis, habían estado cenado juntos y el muy vivo al saber que yo estaba en el hospital aprovechaba para seducir a mi mujer. Aunque cuando la vi a ella no supe quien había seducido a quien. Me agache detrás de los sillones de mimbre de la terraza. Encendieron la luz, con los que yo pasaba completamente inadvertido en la oscuridad. Mi mujer llevaba puesto un vestido negro de gasa muy corto, y unos zapatos negros de tiras con un tacón muy alto. Se comportaba con un increíble descaro. Le ofreció una copa, yo no podía oír lo que hablaban porque la puerta de la terraza permanecía cerrada, el se acercó a mi esposa y con la mano que tenia libre la rodeo por la cintura acariciándole el culo, se pego a ella poniendo su paquete a la altura del coñito de Marta. Ella le empujó para que se sentase en la mesa y abrió sus piernas, comenzó a restregarse por su paquete arriba y abajo sin dejar de morrearle. Luis soltó la copa y le subió el vestido hasta la cintura, magreándole el culo con ambas manos que quedó completamente al aire, cubierto solo por un tanga negro de licra. Luego le bajó los tirantes del vestido dejando sus hermosas tetas al aire, no llevaba sostén. Luis bajo su boca hasta uno de sus pezones y comenzó a succionarlo, cosa que a ella pareció encantarle, al momento se quitó completamente el vestido, Luis se sentó en el sofá y Marta se bajó lentamente el tanga para acabar mostrando su coñito completamente depilado, se acariciaba alrededor del clítoris pero sin llegar a tocarlo directamente, se puso de espaldas a él y le mostró el coñito por detrás mientras que seguía acariciándose. Se agachó y volviéndose hacia él de nuevo, abriendo las piernas por completo le saco la polla del pantalón, estaba enorme por la excitación acumulada durante tanto rato. Marta se introdujo dos dedos en su coño y empezó a masajear la polla a su nuevo amigo, estuvo así unos minutos y Luis le dijo que parase, ella en vez de parar comenzó a lamerle la polla, hasta que decidió engullirla entera no paraba de chuparla y de masturbarse mientras, sus dedos estaban empapados por la humedad de su coñito, y sus labios se mostraban tan turgentes como su propio clítoris. Luis se levantó del sofá y la colocó de rodillas apoyada sobre éste. Se puso detrás de ella y le metió su enorme pene muy despacio, cuando lo tuvo entero dentro de ella lo volvió a sacar despacio, repitió esta operación repetidas ocasiones hasta que acabó follándola con suficiente fuerza, mientras que la follaba Marta no dejaba de masturbarse tocándose el clítoris a toda velocidad, y terminó corriéndose mientras que hundía la cara en los cojines del sofá. Cuando acabo de correrse se sacó la polla de Luis y se sentó en el sofá. Le dijo que se levantara y cuando tuvo la polla a la altura de su cara comenzó a masturbarlo con ambas manos mientras que le lamía el capullo, a los pocos segundos Luis descargó todo su semen en la boca de Marta, que no paró hasta que no le saco la última gota. Yo me quede perplejo, pero lejos de estar celoso me di cuenta que estaba caliente, e ideé un malicioso plan...