Luna de miel (II).


Después de la sesión, Luis se marchó y dejó a mi mujercita tumbada en el sofá. Yo estaba un poco confundido y no sabía muy bien como reaccionar, por una parte no me hacía ninguna gracia que otro tío disfrutara de Marta; pero por otro lado era consciente que todo lo que había visto me había excitado más de lo que nunca pude imaginar. Así que decidí darle a Marta justo lo que necesitaba después de tantos años de noviazgo. Ella tenía que imaginar que yo seguía enfermo en el hospital, así que lo primero que hice fue dirigirme hacia éste.

Cuando llegué faltaban muy pocas horas para que amaneciera. Pregunté por el doctor del hotel, pero como era lógico aún no había llegado. El enfermero que me atendió me preguntó que si podía ayudarle en algo, y yo, ni corto ni perezoso le dije que tenía que ser ingresado de nuevo. Manuel, que se llamaba el joven, miró mi ficha y comprobó que me habían dado el alta apenas unas horas antes me preguntó que si otra vez me encontraba mal. Yo le respondí que sí, pero el de nuevo insistió en que los análisis eran correctos. Ante esta situación no tuve más remedio que decirle la verdad, que me encontraba bien pero que necesitaba ser ingresado por un motivo que no podía explicarle en ese momento. Manuel me miró y me dijo que era imposible, que de ninguna manera eso se podía hacer. Yo no me di por vencido, saque la cartera y le enseñé un buen fajo de dólares. El se quedó un poco sorprendido, pero antes de que me diera cuenta ya estaba subido en una camilla rumbo a una habitación. Me dijo que el se encargaría de falsificar los informes durante el tiempo que fuera necesario y que hablaría con el doctor del hotel para arreglarlo todo. Me colocó en una habitación que supuestamente estaba desocupada por que tenía una avería en la toma de oxígeno.

Una vez en la habitación descansé un rato, pero me encontraba nervioso urdiendo mi plan. Lo primero que hice fue telefonear a Cesar, el taxista del aeropuerto. A la media hora se presentó en la habitación del hospital. Al verme me preguntó que había sucedido, yo le dije que nada importante, que sólo lo había llamado porque necesitaba de su ayuda. Me interrogó sobre el tema y yo, sabiendo que la situación ya no tenía marcha atrás, comencé a contarle mi plan. Le dije lo que había sucedido la noche anterior, como había visto disfrutar de lo lindo a mi mujer con otro hombre y lo mucho que me había gustado a mí también. Le dije que me había fijado como el viaje hacia el hotel no dejaba de quitarlo ojo a Marta, y que si él quería, estaba seguro que le podría echar un buen polvo. Cesar no sabía que decir, pero al verme tan decidido sonrió y se puso de pie diciendo que estaría encantado en poder ayudarme en todo. El plan consistía en que fuera a la puerta del hotel, que esperase a que Marta se Saliera por la puerta y se hiciera el encontradizo, que le preguntara por mí y se prestara a traerla al hospital cuantas veces hiciera falta. Lo demás corría de su parte, eso si la condición era que cuando se la follase tendría que avisarme de alguna forma para que yo pudiera disfrutar del espectáculo. Estrechó mi mano y se marcho a la puerta del hotel. A la once y media de la mañana apareció Marta, estaba imponente, se sentó en la silla junto a la cama y cruzo las piernas. Llevaba una falda muy corta que cuando se sentaba se hacía aún más corta, enseñando sus preciosos muslos que habían tomado un color más que sensual. Me dijo que había preguntado a un enfermero en la entrada y le había dicho que yo tendría que estar aún unos días en cama. Se quejó de la luna de miel que estabamos pasando y yo pensé que no debía de quejarse, pero como es normal me callé para no estropear el plan. Me dijo que había venido en taxi, pero no me mencionó que el taxista era precisamente el isleño, Cesar. Habló que se aburriría como una ostra sin mí, y que para colmo, como las visitas sólo se admitían por la mañana la tarde y la noche sin duda las pasaría muy sola. Después de una hora se marchó despidiéndose hasta mañana, pero yo estaba seguro de que la vería antes de lo que ella podía imaginar.

Al poco tiempo Cesar me llamó por teléfono, comento lo buena que estaba mi esposa, y que durante el trayecto al hospital no había hecho más que ponerlo cachondo, al parecer se colocó justo entre los dos asientos de atrás para que él pudiera tener una buena perspectiva con su enorme espejo retrovisor. Marta no hacía más que cruzar las piernas de un lado para otro mostrando continuamente el tanga minúsculo que llevaba puesto. Cesar se dedicó a meterse por una zona donde había un pequeño atasco para retrasar lo máximo la llegada al hotel, Marta siguió con el juego y sacó crema hidratante del bolso para comenzar a colocarla sobre sus piernas, comenzó por sus pies, fue subiendo despacio para acabar por sus muslos, pero lo que más le gustó a Cesar fue cuando ella abrió sus piernas para ponerse crema en la cara interior de sus muslos, al parecer tuvo una visión inmejorable de todo su conejito, incluso pudo verle los labios mayores que sobresalían por los laterales de tanga, Marta sólo quería poner a cien al taxista para ver lo que aguantaba en tirarle los tejos. Cuando al fin llegaron al hotel Cesar se ofreció para hacer de guía, ya que ella estaba sola. Marta aceptó al parecer encantada. El taxista me dijo que el plan sería que la llevaría a dar una vuelta por la ciudad, luego a cenar a cualquier lugar, a bailar y tomarse unas copas para ir preparando más el terreno y finalmente me dio la dirección de un lugar cerca del muelle. Allí a las dos de la madrugada si todo salía bien aparecería para follarla. Me explicó donde tenía que colocarme exactamente para que pudiera controlar la situación al completo.

A las doce y media de la noche ya estaba yo en la calle, tomé el primer taxi que pude y le indiqué la dirección. Al poco rato ya habíamos llegado. Se trataba de una vieja nave que se usaba para apilar contenedores. Me dirigí al punto exacto que me había dicho. Un callejón estrecho entre dos naves, tan sólo iluminado por una farola alta, pero la luz era considerable gracias a la luna llena que había. Me coloqué detrás de una pequeña tapia de ladrillos donde se amontonaban cajas de madera. Puse las cajas de forma que me pudiera subir en ellas y mi cabeza asomara por una parte donde la tapia mostraba un considerable agujero. Gracias a que la luz de la farola no iluminaba la tapia, yo me hallaba casi en la oscuridad. Pasaron más de dos horas, hasta que por fin los planes comenzaban a cumplirse según lo previsto. Apareció el taxi de Cesar, comenzó a entrar marcha atrás por el callejón, hasta colocarse justo debajo de la farola. Se distinguía perfectamente el pelo recogido de mi esposa y la cabeza de Cesar. Paró el motor del coche, vi como Marta se quitaba una chaqueta, parece que lo único que llevaba debajo era el sostén. En un rápido movimiento se colocó en lo alto de Cesar, comenzaron a besarse y durante un buen rato eso fue lo único que hicieron, Marta se movía encima de Cesar, que permanecía en su asiento. Vi como mi mujer pasaba los brazos por detrás de su espalda y desabrochaba su sujetador des cubriendo sus preciosas tetas. Subió los brazos y los apoyó en el techo del auto. Así mostraba sus perfectos senos y los dejaba a entera disposición de su amante, que no dudo en magrearlos mientras que le lamía los pezones. Marta seguía refregándose y morreando a cesar, que por fin abrió la puerta para que yo sin duda disfrutara aún más de las escenas. Primero se bajó él, cogió unas cajas de madera detrás del taxi, junto a la pared. Luego bajó mi mujer que sólo llevaba puestos sus zapatos de tiras negros y una falda de vuelo muy cortita. Se puso de pie sin dejar de acariciarse los pezones y de tocarse los senos sin parar. Cesar le bajó la falda y las bragas de una sola vez, de forma que sólo se quedo con sus zapatos. Le dijo que se sentara en las cajas y amablemente coloco su camisa sobre ellas. Marta se sentó con las piernas abiertas, pero como estaba de lado yo sólo me podía imaginar su coñito, chorreante y deseoso de ser penetrado. Cesar se colocó de frente a ella, se bajó el pantalón hasta los tobillos dejando su enorme herramienta justo frente a los labios de Marta. Pero Marta tenía otras intenciones. En vez de lamérsela de golpe, se dedicó a hacerle una paja, le movía la polla arriba y abajo muy despacio mientras que con su otra mano no dejaba de acariciar el perfil de su coñito. De vez en cuando se lamía los dedos para volver luego a bajar su mano en la dirección de su coñito. Yo para entonces ya me había sacado mi polla y me pajeaba sin parar, de hecho seguro que en ese mismo momento me podría haber corrido si no fuera por que me controlaba. Después de tocarle la polla disfrutando de su duro tacto Marta se levantó y se sentó en el maletero del coche. Abrió sus piernas y las apoyó en el parachoques de este. Ahora sí que tuve una perfecta visón de su coño, su clítoris relucía turgente entre sus labios mayores, sobresalía entre ellos, por eso cuando Cesar se arrodilló, se dirigió directo a él con la lengua mientras no paraba de tocarse el pene. Sin necesidad de abrirle el coño a mi mujer estuvo un buen rato comiéndole el clítoris. Marta había pasado una mano por debajo de su culo y se penetraba el coñito con los dedos empapados de flujos. Cansada de esa postura obligo a Cesar a tumbarse junto al auto, su pene apuntaba directo hacia arriba, ella se agachó hasta alcanzarlo con sus labios. Empezó a lamer la polla mientras que la besaba con parsimonia y ja agarraba como para no dejarla escarpar, al final optó por hacerle una buena mamada, prestándole una especial atención al glande, lo llenaba de saliva y luego mientras que con una mano agarraba la base del pene, con la otra lo pajeaba sin parar, Cesar le avisó de que se iba a correr, Marta se sentó sobre su polla, clavándosela lentamente hasta lo más profundo de su coño, comenzó a subir y a bajar bombeando con fuerza sobre la polla de Cesar girándose hacia un lado para que el contacto entre el pene y las paredes de su vagina fuese aún mayor hasta que éste gimió avisándola del orgasmo, mi mujer se sacó la polla de su coño y mientras que masturbaba a Cesar, restregaba su polla haciendo círculos por su clítoris. Cuando Cesar se corrió le lleno el vientre y los labios mayores de semen, que cuando llegó al clítoris de Marta ya se estaba corriendo entre gemidos fuertes, cuando terminó se insertó de nuevo el pene aún duro de Cesar en la vagina refregando el clítoris por el bello púbico de su amigo tuvo un nuevo orgasmo. Yo por mi parte hacia rato que me había corrido...

Continuará...

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