Luna de miel (III).


Tardé más de cuatro horas hasta que pude regresar al hospital, porque en esa zona parecía no ser demasiado fácil encontrar un taxi. En cuanto llegué a la habitación hice una recopilación de todo lo que había sucedido. Pensé que Marta seguro que estaba harta de ir jodiendo por ahí, y lo peor de todo no es que lo hiciera, sino que yo me lo había estado perdiendo. Así que estando las cosas como estaban lo mejor sería no decir nada y disfrutar de las ocasiones que se fueran presentando. Después de un rato de descanso sonó el teléfono de la habitación, resultó ser de nuevo Cesar. Me dijo que si me había gustado el espectáculo, que el se lo había pasado a lo grande y que mi mujercita follaba como una reina. Antes de que terminara ya estaba diciéndome que tenía preparado un nuevo número. Yo le dije que estaba de acuerdo siempre y cuando cumpliera lo acordado; es decir que yo me hallase siempre en un lugar bueno para poder fisgar en condiciones todo lo que sucedía. Así transcurrió toda la mañana, hasta que a eso de las doce del medio día apareció Marta por la puerta. Me besó en los labios y me preguntó que tal estaba. Al rato de un poco de charla intrascendente me dijo que se había encontrado de casualidad en la puerta del hotel a Cesar. Yo, haciéndome el despistado le dije que qué Cesar era ese, ella me recordó que el joven del taxi. Me dijo que por la tarde en vez de ir a la playa iría a visitar los tenderetes de la isla y que Cesar le había dicho que era mejor que no fuese sola, así que se había ofrecido a acompañarla hasta el lugar y que después de hacer las compras la estaría esperando en el taxi para llevarla de regreso al hotel. Inmediatamente me di cuenta que Cesar ya había planificado todo, estaba seguro que lo de las compras no era más que maniobra para despistarme. Después de todo seguro que Marta estaba harta de hacerlo.

Después de que se fuera descubrí que estaba en lo cierto, Cesar me volvió a telefonear informándome de que mi mujer había accedido a ir con él a tomar algo durante la tarde, ya que esa noche no podía por su condición de taxista (tenía que trabajar durante toda la noche). Como la vez anterior me indico una dirección a la que tendría que acudir antes de que ellos llegasen. Una vez en el local habría de preguntar por un tal Pedro que me daría instrucciones.

Cuando llegó el momento me vestí, salí del hospital y me puse en dirección al local que Cesar me había dicho. Se encontraba en un barrio con las casas altas, viejas, las calles eran estrechas y la luz del sol no llegaba directamente por los numerosos toldos de colores que iban de pared a pared. Cuando llegué me encontré la puerta cerrada, golpeé un par de veces y se asomó un tipo gordo con un aspecto más bien sucio, llevaba una camiseta de tirantes que debía ser blanca sino fuera por la cantidad de manchas que tenía. Pregunté por Pedro y me dijo que quería, y le respondí que venía de parte de Cesar e inmediatamente me hizo pasar. El local tenía muy poca luz, sólo las de algunos focos dispersos por las paredes y por los fluorescentes de los anuncios de bebidas que se repartían por todo el lugar. La barra era más bien pequeña, la música mala y existía un pequeño escenario levantado un metro del suelo. El tipo me dijo que le siguiera, me hizo pasar por del escenario y me coloco detrás de una enorme cortina negra. Me dijo que me colocara allí y que no me moviera del lugar hasta no terminara todo. Aunque la cortina era de negra, lo cierto es que se podía ver perfectamente todo el local y debido a que detrás de mí sólo había una sucia pared nadie podía verme. Al poco rato volvieron a llamar a la puerta del local. El tipo se apresuró a abrir la puerta y por ella apareció un tipo mulato no muy alto, luego mi esposa, y detrás de ellos dos Cesar. Se saludaron como buenos amigos y el tipo del bar hizo un gesto a Cesar indicándole que yo estaba ya en mi sitio.

Marta no se había andado con chiquitas, aunque en teoría iba de compras se había colocado sus zapatos negros de tacón que le rodeaban el pie con sus tiras. Pero lo más espectacular era el vestido que traía, un vestido gris de vuelo que le tapaba sólo algo más que su imponente culo. Pidieron una botella de ron, el tipo del local dijo que se tenía que ir, que se sirviesen ellos mismos lo que quisieran. Después de un rato de charla y bebida y hombre mulato se levanto para cambiar la música. Puso un disco de música sensual y le pidió a mi mujer que si quería bailar un rato para ellos dos, ella se levantó de su silla y sin ningún problema se subió en el escenario colocándose a unos escasos metros de mi, yo que la veía de lado observaba como se reía contoneándose al ritmo de la música que sonaba. Cada vez que abría un poco las piernas para agacharse los dos tenía sin duda una buena vista de sus bragas cosa que a ella parecía excitarla, pues no dejaba de hacerlo. Cesar le pidió que lo hiciera más sexi y ella asintió sacando un poco la lengua y mojándose con ella sus labios. Pasaba ahora las manos por sus muslos lentamente acariciándolos tanto por fuera como por su interior. Luego subió las manos y se bajó el elástico del vestido dejando sus dos tetas fuera pero elevadas aún más por el elástico del vertido. Se tocaba los pezones provocando en ello la reacción que buscaba, que se pusieran cada vez más duros, como las pollas de aquellos tipos y la mía propia. Él pidió al mulato que le acercara la botella de ron y así lo hizo cuando se la dio le agarro la mano a mi mujer que le dijo que esperase un poco más, que aún no había terminado. Dio un trago a la botella dejando que se escapasen de su boca algunos hilos de licor que lo corrieron por encima de sus tetas hasta llegar a mojar el vestido, llegó un momento que sus tetas le brillaban tanto como sus propios pezones, húmedos por el ron. Mientras que seguía bailando con las tetas al aire se comenzó a levantar su vestido hasta que dando vueltas sobre él consiguió enrollarlo entero bajo sus pechos como si fuese un cinturón de tela. Se quedó con sus braguitas negras e iba bando vuelas por la pista sin dejar de acariciarse.

Le dijo al mulato que si quería ayudarla a quitarse las bragas, como es lógico dio un salto de la silla y se acercó a ella. Marta le tomó sus manos y se las colocó en las caderas, comenzó a bailar con el ombligo pegado a su cara, él subía y bajaba las manos recreándose en el cuerpo de mi esposa que excitada su dio la vuelta y le dijo que se las bajara hasta los tobillos, lo hizo en un solo movimiento. Él podía verle perfectamente el coño por estar por debajo de ella, de pie en el suelo del local Marta se volvió hacia él, le cogió otra vez las manos, le chupó uno de sus negros dedos y lo paso delante y atrás por los labios de lo coño. El mulato desesperado se sacó la polla y empezó a tocársela, aunque estaba morcillona era enorme y muy gruesa, cuando Marta se dio cuenta se puso a cuatro patas sobre el escenario dejando su coño al aire y con una de sus manos le obligo a que se sentara y después se tumbara en el escenario con las piernas colgando fuera. Marta se colocó sobre él poniéndole el coño en su cara y se froto contra su lengua muy despacio, la polla del tío había crecido espectacularmente, pero lo hizo aún más cuando mi esposa se la agarró y le empezó a hacer una paja. Se la agarró y la movió arriba y abajo sin parar ni un momento, él lamía la almeja sin descanso. Marta decidió agacharse hasta alcanzar su pene con los labios ya se lo metió en la boca muy despacio, la llenó de saliva hasta hacerla brillar y siguió tocándola. Llego un momento en que ambos estaban de lo más compenetrados. Marta consiguió pone al tipo fuera de sí le comía la polla y se dedicaba en especial a masajear su capullo son los labios y la lengua, ya que metérsela entera en la boca era imposible, cuando notó que el mulato estaba apunto se sentó sobre la polla y se la metió en su coño hasta la mitad, a los pocos segundos el tío se contrajo descargando la leche en el coño de Marta, el semen se salía de su interior manchándole los muslos y ella lo uso para lubricar todavía más su clítoris. Con la polla aún dentro apareció el dueño del local con una pequeña polla en sus manos, se hacía una paja y se acercó a Marta. Ella se levantó y le dijo que se subiera en la barra, el tipo uso una silla para subir y se sentó en la barra. Marta cogió de la mano a Cesar, le quito los pantalones y le dijo que la acompañara. Agarro la polla del dueño y empezó a masturbarle, le daba la espalda a Cesar, que aprovechó para endiñarle el falo a mi mujer, entró de un solo golpe probando que el semen del mulato hacia de buen lubricante. Marta que estaba muy cachonda arqueaba la espalda para que Cesar la pudiera follar más profundamente. El tipo del local gemía de gusto por la paja que le estaba haciendo una mujer tan impresionante como mi mujer y llegó un momento en que no pudo más y empezó a descargar semen que salía de su pequeña polla llenando a mi esposa su cara y sus manos. Cesar no paraba de follar hasta que también sacando su polla y terminando con su mano se corrió en el culo de Marta.

Continuará...

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