Luna de miel (IV).


La noche anterior había sido fantástica; pero lo que no cabría duda era que Marta estaría ya harta de follar siempre con Cesar, así que tenía ideado el siguiente polvo y si los planes salían bien ambos disfrutaríamos de lo lindo. Había pensado en el joven botones del hotel, un chico de unos veinte años que seguro estaría ávido de echar un buen polvo con una mujer como Marta.

Lo primero que hice fue llamarla por teléfono para que no viniese con la excusa de que tenían que hacerme otras prueba, de la misma forma la convencí de que no se moviera de la habitación porque en cuanto saliera de las supuestas pruebas la telefonearía para que viniera a verme y aunque en un principio no se mostró demasiado conforme acabó aceptando. En cuanto terminé de darle instrucciones salí corriendo hacia el hotel y justo en la puerta estaba el botones, bajando unas maletas de un coche. Cuando terminó el trabajo le pregunté que si quería ganarse unos dólares de una forma muy fácil a lo que respondió afirmativamente le dije que lo único que tenía que hacer era seducir a mi esposa para luego tirársela y que seguro le resultaría muy fácil. El chico se quedó un poco cortado, pero en cuanto se dio cuenta que la cosa iba en serio mostró todo su interés. Le di algunas ideas de cómo podía hacerlo y al rato ya estaba deseando ponerse manos a la obra. Subí como siempre por la terraza que daba a la playa y me oculté detrás de la cortina y de una gran maceta con una planta muy frondosa que había. A los pocos minutos llamaron a la puerta y Marta la abrió, era el botones que se quedó con la boca abierta cuando vio a mi mujer. Llevaba puesto un camisón blanco casi transparente que lucia perfectamente la perfecta redondez de sus senos que se pegaban a la finísima tela cada vez que se movían, pero lo que más destacaban eran las aureolas de sus ezones y estos mismos, por ser algo más oscuros que el resto de la piel. Marta le sonrió y le preguntó que quería. El botones sin dejar de prestar atención a sus senos le mostró una botella de champan diciendo que era cortesía del hotel. Marta entró rápidamente al trapo y le dijo que si también incluía su compañía, porque una botella de champan a solas no era demasiado divertida. Sin decir nada se dio la vuelta para que pudiera ver bien su culo sólo cubierto por un minúsculo tanga blanco y fue hasta el fondo del salón en busca de unas copas. Estaba segura de que el botones la seguía porque oía su respiración entrecortada cerca de su nuca. El chico abrió la botella que salpico un poco en las tetas de mi mujer. El contacto frío del champan sobre ellas provocó que los pezones aumentaran al doble de su tamaño cosa que le excitó aún más. Después de un rato de hablar tonterías Marta se sentó en el sofá dejando sus muslos al descubierto y dejando que la bata se aflojara hasta que uno de sus pechos se salió por completo. Ella no paraba de hablar haciéndose la distraída. Llegó un momento en el que las dos tetas estaban completamente liberadas de la bata y los pezones apuntaban directamente hacia el techo de la habitación. El botones se lanzó totalmente caliente, empezó a acariciarla por encima de los muslos ella los abrió para que pudiera dedicar atención a su almejita y así lo hizo. Le separó aún más las piernas y movió hacia uno de sus muslos el tanga. Su coño quedaba perfectamente al descubierto él jugueteaba con su clítoris, se mojaba los dedos de champan y los metía en el interior de su coñito de uno en uno. Trazaba la silueta de los labios mayores del coño de mi mujer, cosa que la ponía todavía más cachonda.

Pude ver como la zorra de mi esposa le abría la bragueta y le sacaba la verga fuera del pantalón, le masajeaba la polla sin parar, agarrándola con fuerza. El tío se entretenía en tocarla las tetas y en meterla la lengua en su boca. Marta le cogía la polla con las dos manos y cambiaba continuamente el ritmo del vaivén, a veces lo hacía despacio, llegando desde la base hasta el glande, acariciándolo, para luego comenzar a pajearlo más rápido, la polla se iba enrojeciendo conforme mi mujer la iba sobando. Sacó del armario del cuarto de baño un frasco de aceite corporal, se puso un buen chorreón en las manos y se lo extendió por el glande, bajando luego hasta los huevos, ahora la polla del botones mostraba un aspecto mucho más brillante, y las manos de mi mujer lubricadas se movían con mucho más vigor sobre su pene. El se agarró un instante la polla, lo suficiente como para llenarse las manos de aceite, que extendió luego por los senos de Marta que gemía cada vez que se acercaba con los dedos a la aureola de sus pezones. Soltó una mano y se puso la punta del frasco entre los labios mayores y como estaba manchado de aceite penetró de una sola vez hasta la mitad de su coño, el botones se dio cuenta y lo tomó empujándolo un poco más adentro de manera que sólo quedaba fuera la parte final del cilíndrico frasco. Marta volvió a cojerlo por el culo y se puso a meterlo y sacarlo sin parar, haciendo movimientos circulares alrededor de su coño. El botones le tocaba las tetas y el culo, y Marta gozaba de lo lindo. Llegó un momento en que la paja estaba sincronizada perfectamente con la que se hacía ella misma con el bote de aceite, que ya mezclaba este con los flujos vaginales de Marta. Cuando decidió que era el momento sacó el frasco y subió la pierna en el lavabo dejando de esa manera su coño abierto para que el botones de un movimiento le endiñara su enorme rabo. Estuvieron follando más de veinte minutos, hasta que el tipo se corrió llenando el coño de mi mujer de su espesa leche que chorreó por el interior de sus muslos, goteando por el suelo del baño. Marta se la sacó llena aún de leche y se la metió en la boca para lamer los restos que quedaron en ella. Luego le hizo que le comiera el coño un buen rato hasta que se corrió también ella.

Continuará...

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