Luna de miel (V).
Después del polvo con el botones y como supuestamente no podía comunicar conmigo (en teoría me seguían haciendo pruebas en el hospital) pensé que era hora de dejarla actuar por su cuenta, sin planes previos. Supuse que se levantaría tarde así que me compré algo de ropa para que no me reconociera si me veía a primera vista. Cuando estuve preparado me dirigí al hotel con mi relativo camuflaje y esperé un rato. Poco antes del almuerzo tomó algo de fruta en el comedor del hotel y volvió a ir al cuarto. Yo desconocía sus intenciones y como el hotel tenía varias puertas que daban tanto a la playa, a las piscinas y jardines interiores, como también al exterior, tuve que arriesgarme a seguirla más de cerca. Desde el final del pasillo vi como entraba de nuevo en la habitación. Yo rondaba cerca de las ventanas del pasillo que daban a las piscinas haciendo como si esperara a alguien cuando de nuevo oí la puerta, no me giré porque su reflejo se veía perfectamente en el cristal de la ventana. Por su vestimenta supe que iba a la playa. Llevaba un minúsculo biquini de tela negra de los de triangulito y su pareo a juego. Pasó justo a mi lado pero gracias a que yo estaba de espaldas y con sombrero y ropa desconocida para ella no se dio ni cuenta. La seguí a una cierta distancia y tomó los ascensores que daban a la playa. Yo estaba como supondréis bastante nervioso y excitado porque al no preparar nada de nada tenía una total incertidumbre de lo que iba a suceder. El hecho de sólo vigilar sin ningún preparativo me encantaba.
Bajé a toda prisa por las escaleras y esperé en el porche trasero del hotel, al instante pasó de nuevo delante de mí con sus imponentes tetas apuntando al cielo. El biquini se ajustaba a su culo y terminaba en un fino cordón negro que dejaba las nalgas al descubierto. Cuando salió de la pasarela de madera que terminaba en la arena se descalzó y se quitó el pareo luciendo un cuerpo de vicio. Todos los tipos que estaban en el porche dejaron sus ojos clavados en ella que era totalmente consciente. A mí la verdad es que me daba bastante morbo el hecho de que exhibiera su maravilloso cuerpo ante la mirada de desconocidos que seguro que le estaban quitando la poca ropa que llevaba con la imaginación. Siguió adentrándose en la playa y a unos doscientos metros del hotel se paró, y se colocó en el sitio más tranquilo delante de una zona que estaba repleta de palmeras y de vegetación de forma que cuando se tendió en la arena no sólo no se veía nada por la distancia a la que estaba, sino también por la propia vegetación que hacía de barrera visual. Ante este nuevo inconveniente tuve que actuar acercándome por detrás de las palmeras y tumbando en un sitio de dominaba perfectamente bastante campo visual. Como la playa era privada apenas si había gente, de hecho en el lugar donde había ido, lejos del hotel, no había nadie en absoluto. Estaba tendida en una enorme hamaca pero no de espaldas a mí, sino de lado, para aprovechar mejor el sol. Se incorporó y miró hacia el mar, vio que estaba sola por completo y en un santiamén se quitó el sostén del biquini dejando sus hermosos senos al descubierto. Tomo el frasco del bronceador y poniendo un buen chorro en su mano comenzó a ponérselo por todo el cuerpo, lástima que no hubiera nadie alrededor para verla, porque el espectáculo era único. No paraba de restregar lentamente sus manos por todo su cuerpo que cada vez brillaba más y más, pero lo mejor fue cuando se detuvo en sus tetas masajeándolas con lentitud sin obviar las aureolas de los pezones siquiera, así estuvo unos minutos hasta que decidió que ya había bastante por el momento. Se tumbó de nuevo sobre la hamaca, esta vez casi desnuda. Durante un buen rato me acaricié de vez en cuando el nabo, porque lo cierto es que estaba a cien por hora sólo disfrutar de la desnudez de Marta en una playa pública, aunque no hubiera nadie, pero lo mejor fue cuando al cabo de un rato aparecieron un par de muchachos y se colocaron sólo a unos metros de mi mujer. Ellos le miraban con todo descaro y Marta no se cortaba en absoluto. Estuvieron sin hablar más de una hora hasta que el más rubio se levantó y le dijo algo a ella. Yo estaba no estaba demasiado lejos pero si lo suficiente como para no poder entender ni el idioma ni por su puesto lo que le decía. Supuse que eran americanos por la forma de vestir y sus rasgos, pero no estaba seguro. Después de hablarle Marta se incorporó y le dio la mano al tipo. Luego se levantó de la hamaca y se dirigió hacia el otro para darle también la mano en señal de saludo. Ella seguía con sus tetas al aire sin ningún tipo de problema. Al rato se dirigieron al mar y estuvieron hablando un poco con ella y creo que bromeando porque no paraban de reír. Marta estaba en una zona que el agua tapaba sólo hasta su cintura, de vez en cuando se hundía entera y al salir el aceite que quedaba en su cuerpo mezclado con el agua del mar hacía que sus tetas brillasen aún más y el cambio de temperatura endurecía sus pezones al máximo. Salieron y Marta se sentó en la tumbona de madera uno de los tíos le ofreció un pequeño cigarro que por la forma que tenía pense que era de mariguana. Marta lo tomo en sus labios y no lo soltó hasta que acabó con él. Los efectos no tardaron en notarse. Se reía sin parar y le pidió a uno de ellos que le pusiera el bronceador. El chico comenzó por la espalda pero mi mujer se dio la vuelta y le indicó que quería que por la espalda empezara el otro, que así lo hizo. Mientras el que estaba enfrente con las manos llenas de aceite se las colocó cada una en sus respectivas tetas y comenzó un lento masaje. Marta estaba incorporada con una pierna a cada lado de la hamaca, por detrás tenía a uno de los tíos acariciándole la espalda y lo que podía de culo, y delante justo enfrente de ella y con las piernas también a cada lado de la hamaca al otro que se acariciaba los senos y le dedicaba una especial atención a los pezones de Marta que como ya sabéis son enormes. Marta ya había perdido el control y en un rápido movimiento les sacó a ambos las pollas y como sus manos estaban lubricadas por el aceite no tardaron en ponerse duras como piedras, los tíos no decían nada y Marta se limitaba a morrearles y a pajearlos lentamente pero estando donde estaban podían ser descubiertos si alguien pasaba, se levantaron los tres y fueron a un claro de arena que había entre las palmeras justo delante de mí. Mi mujer se puso de rodillas como tenía las dos pollas a la altura de la cara las iba chupando por turnos sin dejar eso sí de masturbarlas cada vez más fuerte y más rápido. Como supondréis yo también disfrutaba tocándome el zipote. Uno de ellos se cansó de la mamada y el otro parecía no aguantar mucho más así que la pusieron a cuatro patas y mientras que uno se la follaba el otro se tumbó de espaldas a la arena y debajo de las tetas de Marta para chupárselas. Marta gozaba mientras que le hacía una paja con una mano, el caso es que el tío que estaba tumbado de verdad llevaba rato para correrse porque estalló de gusto llenándole la cara a Marta de semen cuando se dio cuenta de que el tío se estaba corriendo le acabó el orgasmo con la boca llenándose aún más de leche. Marta se puso con las tetas mirando al cielo y le indico al que se la follaba desde atrás que le iba a acabar el trabajo también con la boca, lo hizo la muy zorra para que el que se había corrido se entretuviera en comerle su clítoris para que ella también se corriera, y de esta manera lo hizo. Mientras el rubio le metía dos dedos en la vagina y le lamía el clítoris, mi esposa le lamía la polla sin parar al otro. Me encantaba ver como un zipote extraño entraba en la boca de Marta hasta casi desaparecer. Lo mejor fue que el orgasmo fue casi simultaneo de ambos cuando el tío terminaba de correrse desparramando la leche por la cara y las de tetas, mi mujer comenzaba a retorcerse de placer sin parar de lamerle el capullo y los huevos. En fin que fue todo un espectáculo de leche y tetas, no menor del que ocurrió esa misma tarde....
Continuará...
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