Luna de miel (VI).


Lo cierto es que ver a Marta desenvolviéndose a su aire había sido magnífico y mucho más emocionante de lo que yo podía haber imaginado. Cuando terminaron el polvo se quedaron charlando en la playa y tomando el sol; yo después del orgasmo tan genial que había tenido también necesitaba descansar un rato y me fui al bar del hotel, pedí una buena copa refrescante y me quedé mirando al mar. Cuando no había tomado más de la mitad de ésta, uno de los botones del hotel me trajo en una bandeja de plata un sobre lacrado, me dijo que era del director del hotel, lo abrí pensando que había algún tipo de problema con la habitación pero la verdad es que no era nada aclaratorio, decía que tenía el gusto de invitarme a tomar un trago en su suite privada o algo así... Acompañé al botones a la última planta del hotel, donde el ascensor sólo podía llegar gracias a una llave electrónica, porque las habitaciones de los residentes sólo llegaban hasta la planta de abajo. La puerta se abrió directamente a un enorme hall muy lujoso al final s veía una enorme terraza desde la cual se divisaba la playa. Allí se encontraba sentado el director del centro vacacional. Se levantó y me dio la mano diciéndome que estaba encantado de conocerme en persona, yo no lo entendía muy bien pero le agradecí la invitación preguntándole a que se debía esa especial deferencia conmigo. Agustín, que era como se llamaba el tipo en cuestión; me dijo que no se andaría con rodeos porque sabía que yo era un hombre muy seguro de mí mismo y con las ideas muy claras, me insinuó que le acompañara a la terraza y me enseñó un gran telescopio indicándome que mirara por el ocular, así lo hizo y justo en el centro de la imagen estaba mi linda mujer con los dos nuevos amigos que se había follado. Entonces lo entendí todo; pero aún así Agustín explicó que había observado como yo me pajeaba de lo lindo mirando a mi mujer mientras ella también se divertía y que él tampoco había podido evitarlo, pero que después de ello deseaba a mi mujer con todas sus fuerzas y si a mí no me importaba le encantaría seducirla esa misma noche dejándome que yo disfrutara de los placeres de la vista, yo estaba perplejo pero encantado y como imaginareis le dijo que encantado, pero la verdad es que como el tipo no era demasiado agraciado físicamente pensé que le costaría más de la cuenta tirarse a Marta (luego me di cuenta de que estaba totalmente equivocado). Me siguió enseñando la enorme suite donde vivía y accionando unas manivelas la enorme pared de espejo que daba al salón se abrió de manera que colocado detrás de estos espejos falsos se controlaba perfectamente lo que su cedía en toda la habitación, me dijo que los colocó hacía mucho tiempo porque a él le encantaba ver como su mujer follaba con otros hombres, pero que no me la podía ofrecer porque se hallaba fuera de la isla en esos días, sus intenciones eran que yo me colocara detrás de la pared de espejo para poder disfrutar de cómo se tiraba a Marta y cuando dieron las nueve de la noche así lo hice.

Su excusa para invitarla fue preocuparse como un gran profesional que se suponía que era, por su situación, sabiendo que su marido había enfermado en el hotel y se encontraba en el hospital estando ella sola y aburrida... la cena pues era un detalle por parte de la dirección del hotel, Marta como es lógico pico enseguida y acudió vestida todo lo elegante que pudo, con un vestido rojo muy ajustado y largo. Sin sostén para resaltar sus pechos al natural y con una amplia raja en cada una de sus piernas que mostraban una silueta imponente, barbara. Al llegar lo primero que hizo Agustín fue enseñarle la suite a Marta le encantó sentirse especial y poder ver lo que nadie veía. Le tenía preparada una cena fría a todo lujo, ya os podéis imaginar que no faltaba ningún detalle. Conforme avanzaba la noche la conversación de ambos se volvía cada vez más desinhibida tocando temas más íntimos. Llegado un punto Marta se levantó para ir un momento al baño y Agustín aprovechó para verter en su copa unos polvitos blancos, supuse que sería algún tipo de droga inofensiva pero hasta pasado un rato no podría observar sus efectos. Cuando mi mujer volvió Agustín le dijo que tenía un cuerpo precioso y que era muy bella, Marta sonrió para dar las gracias y tomó lo que quedaba de vino en su copa, mientras el tipo seguía deshaciéndose en halagos. Le dijo que tenía un bonito color bronce en sus hombros, y le insinuó que era una lástima que no hiciera topless porque ese mismo color en sus senos los harían aún más hermosos. Marta no dejaba de sonreír, y le dijo que ese mismo día había tomado el sol con los pechos desnudos en la playa y que éstos habían tomado un bonito color. Agustín comentó que era una pena que con el vestido no se los pudiera ver y Marta le contestó que si tenía mucho interés se los podía mostrar pero sólo un ratito. Os podéis imaginar la reacción del tío asintió sin parar con la cabeza y mi mujer tan complaciente como de costumbre bajo los tirantes del vestido y tiro de éste un poco hacia abajo a la vez que retiraba un poco la silla de la mesa para que tuviera una mejor perspectiva de sus pechos que se mostraban rotundos en todo sus esplendor. Agustín se deleitó un rato mirándolos mientras Marta no paraba de sonreír le pregunto que si los quería tocar y el director se levanto de su silla para arrodillarse frente a ella, comenzó a acariciarlos lentamente demostrando una especial predilección por sus enormes pezones que pellizcaba calentándola cada vez más, hasta el punto que le preguntó que si eso era lo único que le iba a hacer en toda la noche. Agustín encantado se puso de pie y se bajo el pantalón dejando al aire una polla morcillona justo a la altura de la boca de mi mujer, era una de las pollas más grandes que yo había visto en mi vida. Marta abrió la boca mientras seguía dándose pellizcos en sus pezones, y Agustín dirigió el capullo a sus labios, Marta lamía con la lengua y besaba el enorme zipote de su anfitrión proporcionándole un inmenso placer. Él respondía gruñendo y gimiendo como un lechón, a mi esposa casi no le entraba entera entre los labios y se esforzaba pero para darle todavía más placer escogió ayudar a la mamada con una buena masturbación a dos manos, gracias a que su pene estaba lleno de saliva, las manos corrían descapullándolo a toda velocidad Marta estaba dando señales de que la droga que había ingerido involuntariamente estaba haciendo el efecto deseado por su "farmacéutico" y ella se encontraba como en éxtasis. Estaba totalmente concentrada en la paja que hacía, y lo cierto es que era toda una profesional de ello, una auténtica experta. La polla le iba creciendo más y más entre sus dedos y sus labios, brillaba por la saliva de mi mujer y las venas de aquella enorme polla parecían querer estallar y no lo hicieron pero lo que sí estalló fue Agustín; cuando le avisó que se iba a correr Marta aumentó el ritmo de la paja abrió la boca y saco la lengua todo lo que pudo lamiendo la punta del enorme falo, Agustín rápidamente interpretó sus intenciones y comenzó sin parar a descargar más y más semen sobre su boca, su lengua y el resto sobre su cara, era increíble, los chorros de leche no paraban de salir de aquel descomunal rabo y mi mujercita que ya se había llenado entera hasta las tetas no daba a vasto para lamerlo todo y se escurría por las comisuras de su boca, cuando parecía que había terminado le endiñó el zipote en la boca y descargó la última dosis de leche concentrada cosa que a Marta le encantó, estuvo un rato extendiéndose la leche por sus pechos y por su cara y se quedo dormida por culpa de la droga.

Continuará...

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