Luna de miel (VII).
La sesión con Agustín había sido todo un éxito, y yo disfruté tanto que cuando me volvía para el hospital no dejaba de darle vueltas a la cabeza a la luna de miel tan divertida estaba pasando y lo más curioso de todo, sin haberme tirado a mi mujer todavía en toda la estancia. Al llegar al hospital me acosté en la cama y sonó el teléfono, era Agustín que me pedía "permiso" para invitar mañana a mi mujer a un día de mar en el yate que tenía, que pertenecía al hotel pero que lo había reservado para él y algunos amigos suyos, le dije que por supuesto con la condición que yo fuera de polizón lo cual el ya había dado por sabido de antemano. Esa noche dormí como un lirón, de nuevo me despertó a primera hora de la mañana Marta, que después de dos días había venido a visitarme, yo cada vez tenía más ganas de echarle un polvo pero tampoco sería ese el día más adecuado para ello, tenía que esperar para no fastidiarnos los planes a Agustín y a mí mismo.
Me explicó que había conocido al director del hotel, que era un señor muy amable y que había sido muy atento con ella, me dijo que la había invitado a pasar el día en el yate pero que no le gustaba disfrutar tanto mientras yo estaba enfermo, pero yo la animé a que se lo pasara lo mejor que pudiera, por los dos (cosa que por otra parte ya hacía). Y como los días anteriores me dio un beso de despedida y se largó por una puerta mientras yo hacía lo propio por la otra. Me estaba esperando uno de los botones del hotel en un coche y desde allí me llevó directamente al pequeño puerto que había no muy lejos. Cuando llegué me dio algunas instrucciones en un papel escrito por Agustín. El barco era la verdad impresionante, lo había visto en los folletos del hotel pero en directo era mucho mayor no me extrañaba que el precio de alquiler diario fuera tan caro unos 6.000 $ incluidas las dos personas de tripulación, un camarero y el capitán respectivamente. Nada más subir los saludé, el camarero que también se encargaba de la comida era un muchacho de unos 19 años de la isla que se llamaba Juan, y el capitán era un europeo de unos 40 llamado Roland.
Ambos eran muy amables, yo les dije que era invitado de Agustín y me dijeron que ya lo sabían, pero que no debía de salir de mi camarote en todo el día. El yate por dentro era muy lujoso, casi un poco extravagante, mármol, alfombras... mi camarote daba a la cubierta trasera tenía una enorme ventana con los cristales ahumados de manera que desde el exterior no se podía ver el interior del camarote y en el techo, donde en una habitación normal se hallaría la lámpara, había una escotilla circular de tamaño considerable y de un cristal aún más oscuro que el de la ventana por la cual se observaba el cielo atravesando la cubierta superior. Cuando me di cuenta me habían cerrado con llave de forma que estaba apresado sin poder hacer otra cosa que curiosear en el camarote y esperar la partida. Pasó más de una hora antes de que se oyeran pasos por la cubierta de encima de mi camarote y el barco se pusiera en marcha casi instantáneamente. Yo miraba hacía arriba tumbado en mi cama hasta que pasado un rato pude ver a Marta, la visión desde abajo era la verdad bastante espectacular, llevaba sus sandalias blancas de tacón y uno de sus biquinis más minúsculos, y cuando me di cuenta vi que llevaba los senos descubiertos, seguro que a petición de Agustín que estaba en bañador junto a él y a otro tipo que identifiqué como el subdirector del hotel. Juan, el camarero, no dejaba de pasar cerca de mi mujer para ofrecerle algo, pero desde abajo no se veía que abría en la bandeja, seguro que alguna pijada propia de la ocasión.
Estuvieron de pie un buen rato el barco pasó por alguna zona con olas o algo así y el movimiento provocó que Marta que ya se había hartado de champán perdiera el equilibrio cayendo sobre el subdirector que aprovecho la ocasión para sobarle las tetas, la verdad es que Marta se estaba comportando como una puta de lujo, pero sin cobrar, pero la verdad es que la situación era de lo más morbosa. Por un momento los perdí a todos de vista, cosa que me fastidió bastante, menos mal que aparecieron de nuevo en la cubierta trasera, desde donde yo los podía observar perfectamente. Se tumbaron en las hamacas del yate de se situaban justo enfrente de mi ventana. Marta estaba espléndida. Sacó el frasco de bronceador y comenzó a extenderse el aceite por los brazos y por el pecho y el abdomen, lo extendía por su cuerpo lentamente para exhibirse ante ellos dos. El subdirector miró hacia la ventana, sin duda sabía que yo estaba allí, y ni corto ni perezoso empezó a frotar el aceite por los senos de mi mujer, Marta no se inmutó, se tumbó con los brazos extendidos hacia atrás entregando sus tetas al desconocido que las acariciaba enteras y le pellizcaba los pezones.
Agustín que estaba justo al otro lado vació el resto de aceite en el abdomen de mi mujer y se lo extendió por los muslos, las piernas y los pies. Mientras el otro tipo seguía posando sus manos en las firmes tetas de Marta y hacía círculos concéntricos alrededor de sus pezones, Marta de vez en cuando levantaba un poco el pubis para que su coño rozara con la tela del biquini que por tensarse le daba placer, se movía para que la tela del tanga le follara la rajita, Agustín que se dio cuenta la tercera vez se acercó más a ella y pasó la mano por debajo de la tela del biquini de manera que en un solo movimiento dejó la tela pegada a un muslo y su coño al aire. Con la mano que tenía libre y llena de aceite comenzó un ligero masaje con un dedo en los labios mayores perfectamente depilados de mi esposa. Marta se mostraba cada vez más inquieta, el tipo que le magreaba las tetas aprovechó un gemido de Marta para meterle la lengua hasta el fondo de su boca, mi mujer la recibió con sumo gusto respondiendo con pasión. Agustín para calentarla más puso su dedo en el clítoris apretándolo con maestría, pero sin moverlo, sólo punzándolo y presionándolo de forma continuada, Marta se sobaba las tetas pringosas por el aceite y seguía mordiendo los labios y la lengua del subdirector, lamiéndolos lentamente y llenándose de saliva mientras que movía sus caderas para darse placer con el inmóvil dedo del director.
Agustín se levantó y desapareció de la escena, se quedó sola con el nuevo conocido. Llegado un punto el tipo tiró de uno de los cabos del biquini de Marta, deshaciendo el nudo, ella se dio cuenta de sus intenciones e hizo lo mismo con la otra parte, dejándose la tela abierta por ambos extremos y mostrando su coñito y su pubis a éste. El tipo que estaba en bañador se lo bajó hasta la rodilla y abrió las piernas cuanto pudo. Tenía una buena herramienta, no demasiado larga pero bastante gruesa y con un enorme glande. Froto las tetas de Marta y los muslos para tomar todo el aceite que pudiera en sus dedos, luego se lo restregó por la polla y comenzó a masturbarse mientras seguía morreando a mi mujer. Ella estaba caliente también, así que se acariciaba el clítoris haciendo círculos y apretándolo, de vez en cuando se dejaban de besar y se miraban mutuamente para disfrutar viendo como se masturbaban ambos. Marta estaba completamente desnuda tumbada en la hamaca, con las piernas muy abiertas y apoyadas en el suelo de la cubierta con los tacones de las sandalias doblados por el placer que ella misma se estaba dando con sus dedos y por el que le proporcionaba el tipo que de vez en cuando acercaba su enorme verga al cuerpo de mi esposa sin dejar de pajearse.
Marta se puso a la altura de la polla del subdirector y mirándolo directamente a los ojos la engulló casi hasta la mitad, luego fue sacándola de la boca muy lentamente hasta acabar succionando el capullo, volvió a engullirla otra de nuevo repitiendo la operación una y otra vez, cada vez que lo hacía parecía ponerse más dura y más gorda y eso a Marta le encantaba desde luego. Marta le dijo al tipo que se tumbara boca arriba ella se levantó y abriéndose de piernas se colocó en cuclillas dándole a él la espalda, pero mirando directamente hacia mí. Tenía cada uno de sus pies apoyados en sendas hamacas que estaban a cada uno de los lados de donde él se había tumbado. Marta en un movimiento habilidoso y gracias a lo lubricada que se hallaba su vagina se introdujo el pene hasta los huevos y empezó a cabalgarlo como una loca.
El tío se retorcía de placer y le cogía las tetas a mi mujer desde atrás yo veía como la polla entraba y salía de su coño a una gran velocidad desde el glande hasta la base, Marta no dejaba de pajearse hasta que se corrió, seguramente los espasmos de su vagina eran tan fuertes que el subdirector al sentirlos en su polla también se corrió llenando de semen el coño de Marta que después de la corrida seguía lentamente moviéndose arriba y abajo sobre la polla aún dura. Agustín entró en escena, debía de haber estado viéndolo todo desde un lugar que yo no dominaba, porque traía su zipote en la mano bastante duro. Se acerco a mi mujer y le introdujo la verga en la boca, le estuvo chupando con la polla del otro insertada en la vagina hasta que se corrió esparciéndole el semen por los labios y las tetas mientras que mi mujercita sonreía satisfecha por la follada que el otro le había dispensado amablemente.
Continuará...
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