El Juego (I).
Mi nombre es Isabel tengo en la
actualidad 35 años, aunque lo que voy a relatar, ocurrió en el
verano de 1.992, el célebre año de las Olimpiadas en España,
lo menciono ya que en esos días ocurrieron los hechos. Como ya
te he dicho antes, mi marido no es ajeno a lo que se relata, es más,
incluso todo empezó con un juego ideado por él. En el año 1.990
mi marido sufrió un accidente de moto, quedando a consecuencia
de ello parapléjico, como podéis imaginar fue un duro golpe,
tanto para él como para el resto de familia. Su familia, entiéndase
padres, eran de un alto nivel económico, así que en la vida de
nuestro matrimonio, no sufrió variación alguna en ese sentido,
únicamente el cambio fue en ver a mi marido en una silla de
ruedas, ya que de cintura abajo, no sentía absolutamente nada.
La relación sexual entre nosotros, se saldaba en que él me
masturbaba, eso sí todo lo que le pedía, y en sexo oral. Debido
a que como he relatado por aquellas fecha se iban a celebrar las
Olimpiadas en Barcelona, tanto mis suegros como mis cuñados,
decidieron ir a Barcelona mientras se desarrollaran las Jornadas
Olímpicas. Por ello mi suegro nos alquiló un chalet en la costa,
cerca de Tarifa, al sur de España, para que nos hiciéramos
cargo de los dos hijos de mis cuñados, dos chavales de 13 y 15 años
respectivamente.
Así que nos aposentamos en
aquel chalet decididos a pasar unas tres semanas disfrutando del
sol y el mar. A la casa había acudido mi hermano menor (15 años
también), con el fin de que los chicos tuvieran con quien
compartir sus juegos. Todo empezó una noche cuando al acostarnos,
mi marido, comenzó a decirme que se había percatado que los dos
chicos mayores, es decir, mi hermano Roberto y mi sobrino Jesús,
me devoraban con los ojos. No es por nada, pero a mis 30 años,
realmente estaba de muy buen ver. Mis cabellos tan rubios y
naturales hasta media espalda, 1,80 de estatura, y una silueta
que siempre había quitado el hipo a los hombres, también hacía
que aquellos adolescentes, se fijaran en aquel cuerpo. Así
estuvimos charlando largo rato, riéndonos de cómo seguro que
tendrían que masturbarse, como les excitaba el verme en bikini,
etc.
Todo ello mientras mi
marido me masturbaba y yo gozaba como hacía tiempo, ya que por
mi imaginación corrían imágenes de los chicos masturbándose a
mi lado, mientras yo tomaba el sol. Al día siguiente, comprobé
que lo dicho por mi marido era cierto; cuando estaba tomando el
sol, cuando me bañaba en el mar, cuando me extendía la crema,
siempre notaba los ojos de Roberto y Jesús que no perdían
detalle de mi cuerpo.
Al acostarnos, recreamos
juntos, mi marido y yo, lo observado en los chicos a lo largo del
día, entonces fue cuando a Miguel (es el nombre de mi marido),
se le ocurrió el juego. El juego en cuestión, era encelar,
excitar, provocar, etc., a los chicos mayores, utilizando para
ello a Javier (es mi sobrino pequeño). Para ello, por la mañana
al ir ha hacer la cama de los chicos, introduje un poco de arena
entre las sábanas de Javier. Llamé a los chicos y éstos
acudieron enseguida a la habitación. Regañé a Javier por no
haberse sabido lavar bien cuando el día anterior habíamos
venido de la playa, mostrando la arena que había en las sábanas.
ste por supuesto, dijo que no se había enterado en toda la noche
de que hubiese arena en las sábanas. En ese momento, apareció
Miguel en su silla de ruedas y desde la puerta de la habitación
pidió explicaciones a aquel barullo.
Le explique (qué gran
actriz, me dije a mi misma), lo sucedido y éste dirigiéndose a
mí me ordenó que por la tarde cuando regresásemos de la playa,
fuera yo quien duchara a Javier. ste intentó no se si
disculparse o protestar ante su tío, pero Miguel le cortó
recordándole que sus padres antes de marcharse, les habían
dicho que debían obedecer y callar. Así que no hubo tiempo a la
queja o protesta. Durante todo el día los mayores estuvieron
como nerviosos, incómodos tal vez, no digamos Javier, no levantó
la voz a lo largo del día. El chalet, daba directamente a la
playa, con lo que aunque nosotros estabamos en ella tomando el
sol, Miguel, se quedaba en la terraza del chalet, bajo un árbol
leyendo tranquilamente, u observándonos a los chicos y por
supuesto a mí. La playa estaba casi siempre desierta, nunca había
bañistas, y sí había estábamos alejados unos de otros. De la
misma playa se accedía por medio de unas escaleras a la terraza
del chalet, en ésta misma terraza, era donde había una pequeña
habitación, no más de 4 metros cuadrados, donde nos duchábamos
al regresar de la playa para no meter arena en el interior del
chalet.
Al atardecer, comenzamos a
recoger las toallas y regresamos al chalet. Al llegar a la
terraza, estoy segura de que Javier hubiera deseado en aquel
momento que su tío se hubiera olvidado de lo dicho por la mañana,
pero no fue así, ordenó a Roberto y a Jesús que entraran a
ducharse, luego ya lo haría Javier, que tendría que lavarlo yo,
continuó diciendo. Así que nos quedamos fuera en la terraza,
los tres mientras los mayores entraron a ducharse. Al rato,
salieron los dos envueltos en una toalla, era como salíamos
habitualmente de allí, Miguel los mandó a su habitación para
que se vistieran. Entramos Javier y yo a aquella habitación, yo
sabía que Miguel se acercaría a la puerta con la intención de
poder escuchar nuestra conversación. Así nada más cerrar la
puerta, le ordené que se quitara el bañador, mientras yo con
una toalla me sacudía como para hacer tiempo los pies de arena.
ste se quitó el bañador dándome la espalda, me imaginaba lo
embarazoso que debía ser para él encontrarse desnudo frente a mí.
La verdad es que aquella
situación comenzó para mí a ser excitante. Por una parte, como
podéis suponer mi vida sexual, no era de lo más alegre, por
otra el que fuera mi propio marido que me hiciera lavar a aquel
chico, sabiendo que tendría que restregarle por sus partes, hacían
que mi excitación fuera increscendo.
El chico a pesar de contar
con 13 años, parecía o a mí me lo pareció, viéndolo de
desnudo de espaldas, aún un niño, es decir, era más bajo de lo
normal y su complexión era más bien delgada para su edad, eso
realmente hacía que la sensación fuera de niño. Me acerqué a
él, lo cogí por encima del hombro y lo puse bajo la ducha, solté
el grifo y al caer el agua sobre él, comencé a restregar mis
manos por su cabeza. Cogí champú en mis manos y le lavé la
cabeza, él estaba de espaldas a mí. Mientras le lavaba la
cabeza, comencé a hablarle, como para que fuese tranquilizándose,
no se bien si era yo la que tenía también que tranquilizarme.
Le fui diciendo que no se tomará a mal la regañina de la mañana,
tanto la mía como la de su tío, ya lo único que pretendía su
tío al hacer que fuera yo que lo lavase, era en el fondo que si
se acostaba bien limpio, menos tendría que lavar yo las sábanas,
ya que esta mañana, las suyas las había tenido que cambiar, con
el consiguiente trabajo que conlleva el cambio. Pareció que la
excusa le había convencido. Después de enjuagar bien la cabeza,
continué pasando mis manos por su espalda. Primero pasaba las
manos como queriendo quitar la arena del cuerpo, luego enjabonaba
mis manos y las pasaba por la zona ya libre de arena, concluyendo
con otra pasada para quitar el jabón.
Mis manos bajaron hasta sus
nalgas y muslos, le hice que separará un poco las piernas con el
fin de poder lavar entre ellas. Una de las veces que mi mano entró
entre ellas, justo bajo su culito, la inserté hasta sentir en
las puntas de mis dedos, como tocaba sus testículos. l por
supuesto no dijo nada, yo como si hubiera sido lo más normal del
mundo. Cuando terminé por la parte posterior de su cuerpo, me
incorporé ya que estaba en cuclillas para llegar hasta los pies,
y cogiéndolo de los hombros, le di la vuelta. Nos miramos a los
ojos, su cara se encontraba totalmente sonrojada. Quise rápidamente
tranquilizarlo. Para ello, me dirigí a él diciéndole con una
sonrisa que ya les gustaría a los otros dos (Roberto y Jesús),
encontrarse en esa situación, que era un afortunado, que ellos
estarían en estos momentos sintiendo una envidia enorme y que
seguro se cambiarían con él.
Esto le hizo sonreír y noté
como se tranquilizaba. Creo que reflexionó y se sintió en ese
momento realmente afortunado, es más tuve la seguridad de que sí
se sentía afortunado y superior a los otros dos, ya que al
interrogarle con la pregunta de que si "había oído a esos
dos hablar de mí, de mi cuerpo o algo así", me confirmó
que sí que hablan siempre de mí. Mientras teníamos esta charla,
fui lavando su pecho. La verdad es que aún que ya estaba vuelto
hacía mí, yo, no había mirado aún hacia sus partes bajas. Al
ponerme en cuclillas de nuevo para lavarle por la cintura y
muslos, me quedó frente a mis ojos su pene y sus testículos. No
era muy abundante pero ya tenía vello alrededor de su miembro,
éste por supuesto se encontraba erecto y aunque no era el de un
adulto tampoco era de desperdicio, eso hizo que yo levantara la
cabeza y viera en la cara de Javier nuevamente turbación. - No
te preocupes- le tranquilice, -esto será un secreto entre
nosotros- dije mientras sonriéndole y con dos dedos le cogía la
punta del pene y se lo zarandeaba cariñosamente de lado a lado,
a lo que él respondió con una tímida sonrisa.
Mientras lavaba sus piernas,
podía observar como continuamente el miraba hacía bajo, imagino
que a independientemente de sentir excitación por el contacto de
mis manos en su cuerpo, la visión que tenía hacía mis senos,
ligeramente tapados por la pieza del bikini, hacían que la
erección fuera máxima. Después de terminar con sus piernas,
comencé a frotar mis manos en su vello, sus testículos y luego
por el pene, mientras se lo enjabonaba, le repetí que no se
preocupara, que no le diría a su tío que se le había puesto así.
Incluso volví a recordarle la envidia que sentirían los otros
dos de todo aquello. Recordé, como se me había olvidado, que
Miguel estaba escuchando todo aquello, estaba segura de que lo
que estaba haciendo, era ni más ni menos lo que él hubiera
querido que hiciese. Me alegré interiormente por él, yo
realmente le quería, hubiera hecho cualquier cosa por él, es más
lo estaba haciendo en ese momento. Al final, incluso me atreví a
retirar la piel que cubría el capullito y con mis dedos limpiara
alrededor del mismo.
Por último, lo ayudé a
secar con la toalla y enrollándolo en la misma le dije que se
dirigiera a su habitación para vestirse. Salió corriendo,
pienso que temía que Miguel le hiciera cualquier comentario,
cosa que por supuesto no sucedió. Al quedarme a solas, me
dispuse a ducharme, aproveche ese momento para masturbarme. Por
la noche en la cama, tuve que contar, describir, explicar y casi
dibujar todo lo acontecido en la ducha, mi marido esta ávido de
esa información. Hizo que mientras se lo contaba, me estuviera
yo masturbando, se lo describí todo, gocé de contárselo. Me
contó que mientras yo estaba en la ducha con Javier, tanto
Roberto como Jesús estaban detrás de la ventana de su habitación
con los ojos puestos en el cuarto de la ducha, -seguro que habrán
tenido que masturbarse-, me dijo. Cuando ya estuvimos más
tranquilos, me dijo que aún sin poderse excitar físicamente,
había sentido como una excitación psíquica; aquello no le había
pasado nunca.
Al día siguiente tenía
que bajar a la ciudad para sacar dinero del banco y como siempre
hacemos las mujeres, realizar unas compras. Miguel me dijo que me
llevara conmigo a Javier y así a solas con él intentara
sonsacarle si su hermano o el mío, le habían preguntado algo de
lo sucedido en la ducha, para tener la certeza de que los habíamos
puesto a cien mil de excitación. Así que por la mañana, le
dijo Miguel a Javier que me tendría que acompañar a Cádiz y a
Roberto y Jesús que se quedarían con él en casa. Al
despedirnos Miguel me advirtió en voz alta que cuidara de Javier,
que no lo dejara solo ni un momento ya que ahora éramos los
responsables de él y que Cádiz era una ciudad desconocida para
él. Así que cogimos el coche los dos solitos y nos dirigimos a
Cádiz. Ya por la carretera me di cuenta que Javier
constantemente observaba mis muslos.
Llevaba una falda más bien
corta y al ir conduciendo y en posición sentada, ésta se había
subido algo más de lo habitual. Con toda seguridad si Javier se
hubiera inclinado algo hacia delante, hubiera visto con toda
claridad las bragas. Pero no se atrevía a eso, tampoco hice ningún
ademan de bajar la falda, dejé que observara cuanto quisiera.
Comencé a hablar con él y poco a poco a sonsacarle la información
que me había pedido Miguel. Le hice prometer que me contestaría
sin mentir a mis preguntas en gratitud a lo bien que me había
portado con él la tarde anterior. Javier, me contó que ya por
la noche en la habitación, le comenzaron hacer preguntas, como
le había bañado, si se había quedado desnudo, si se la había
tocado, como se le había puesto de dura, si yo le había regañado
por ponérsele tiesa, etc., a lo cual él les había contado que
en ningún momento le había regañado y que por supuesto al lavársela
había tenido que tocársela y cogérsela. Me preguntó si me
enfadaba por habérselo contado.
Le dije que no, que nuestro
secreto sería no decírselo a mi marido ya que seguro que iba a
enfadarse con los dos. Luego le comenté que les dijera como si
fuera cosa suya, que no se debía enterar Miguel de nada, que si
no se enteraba, él podría contarles más cosas, ya que yo le
había dicho que tendría que ducharlo cada día.
Me prometió que así se lo
diría a ellos. Al llegar a la ciudad, aparcamos el coche y nos
dirigimos en primer lugar al Banco, donde realicé las gestiones
necesarias. Después nos dirigimos a visitar varias tiendas ya
que Miguel me había dicho que me comprara algún bikini algo más
provocativo de los que tenía ya que quería aún encelar más a
los chavales. Entramos en unos Almacenes y me dirigí a la sección
de Lencería, más concretamente donde estaban los bañadores.
Comencé a mirar los modelos expuesto e incité a Javier a que me
asesorase en la elección de algún bikini. Cada vez que cogía
uno, solicitaba de él la opinión, cuando tuvimos cuatro
escogidos, solicité a una dependienta que me indicara donde se
encontraban los probadores, tras la indicación de ésta, cogí
de la mano a Javier diciéndole me acompañara, que ya había oído
a su tío que había dicho que no le dejara solo. Al entrar en el
probador, noté como Javier estaba más colorado que un pavo.
Mientras comencé a desabrocharme la blusa, le dije que esto
tampoco se lo contara a su tío e hice un comentario sonriéndole
"Tu y yo vamos a tener muchos secretos, verdad", a lo
que el contestó con una sonrisa más que nerviosa. Ya me había quitado
la blusa y mientras desabrochaba y quitaba la faldita también le
comenté la suerte a lo tonto que estaba teniendo, volví a
insinuarle que menuda envidia iban a tener Roberto y Jesús al
enterarse de eso.
Efectivamente le estaba
dando autorización para contárselo a ellos. Ya en braga y
sujetador le comenté que si deseaba quitarme él el sujetador lo
podía hacer, continuando diciéndole que era una prueba de
gratitud por no contar nada de eso a mi marido. Como él no decía
ni sí ni no, continuaba allí sentado en la banqueta que había
en el probador, lo cogí de la mano, lo levante y me di la vuelta
para que desabrochase el cierre, tras lo cual me di la vuelta
para que tirara del sujetador. Tuve que decirle "Venga",
ya que estaba tembloroso ante la situación. Vi como sus ojos
contemplaban mis pechos. Realmente hay que decir que tengo unos
hermosos senos, ni grandes ni pequeños, duros, firmes, con unos
pezoncitos sonrosaditos y casi siempre, y más en situaciones eróticas,
erectos. Rompí el silencio diciéndole que me quitara las bragas,
estoy segura que Javier no podía creerse lo que estaba
sucediendo pero, lo hizo. Se había agachado para poder sacar las
bragas de entre los pies.
Mi sexo estaba frente a sus
ojos. Mi sexo con el vello rubio y más bien escaso, ya que al
tener que estar en la playa una siempre se depila algo esa zona
para que no sobresalgan los pelitos del bañador, dejaban ver con
toda claridad mi raja. Como si no advirtiera su cara de admiración
ante aquel espectáculo, cogí un bikini y me lo coloqué. Comencé
a preguntarle que tal me quedaba, si dejaban mucho al descubierto,
etc. Dejé adrede para probarme el último el que yo ya sabía
que me iba a llevar por poco que me quedara bien. Era un modelo
de color negro, la parte superior era super escotada, de esas que
parece que en cualquier momento se van a salir los pechos. La
parte inferior, también era pequeñísima, cuando lo tuve puesto
pude observar que por la parte posterior se veía sin ninguna
dificultad la raya del culito y el comienzo de las nalgas. Al
darme la vuelta para ver la parte delantera a través del espejo,
observé como por los lados del pantaloncito salía algo del
vello, así que le pedí a Javier que se pusiera delante de mí
agachado e intentara meter esos pelitos en el interior del bañador,
rápidamente lo hizo.
Me di cuenta de que hubiera
podido pedir la luna y hubiera ido a por ella, estaba prendado de
mí. Naturalmente ese fue el bikini que compré. Lo utilizaría
no para bajar a la playa, era excesivamente atrevido, sino para
tomar el sol en la terraza para deleite de Miguel que podría
observar como los chicos se ponían a tope de verme con aquel bañador.
Llegamos a casa a la hora de comer, así que hice una comida rápida
y después los chicos salieron corriendo a jugar. Seguro que
Javier iba a pasar el informe de lo sucedido por la mañana en
los Almacenes. Yo hice lo propio con Miguel.
Me escuchaba con los ojos
cerrados, me daba cuenta de que era verdad, estaba teniendo una
excitación psíquica. Me sentí muy bien. Me daba cuenta del
favor que le estaba haciendo. Debe ser durísimo ser una persona
joven y ya sexualmente no volver a sentir absolutamente ningún
placer en toda la vida. Aquello que le estaba contando, que no
era ficticio sino real, hacía que él se encontrar bien, muy
bien. No le escondí un solo detalle, tampoco inventé nada, no
hacía falta, la realidad de lo ocurrido era para Miguel más que
suficiente para llegar a un grado de excitación mental haciendo
que su cara la reflejara. Al atardecer, llamé a los chicos, aún
estaban por la playa jugando, no hizo falta de que Miguel me
dijera nada, mandé a Roberto y Jesús a lavarse diciendo que
luego ya ducharía yo a Javier. Ya en la ducha, comencé a
lavarlo como el día anterior con la salvedad de que esta vez yo
también me quité el bikini, así que estábamos los dos
desnudos. No hizo falta que le preguntara nada, él mismo me contó
que los chicos le habían pedido que habíamos hecho en Cádiz,
que él se lo había contado todo y que éstos no se habían creído
nada.
Le habían dicho que se
inventaba eso de que la había visto desnuda e incluso le había
tocado los pelillos. Mientras él me contaba todo eso, yo le iba
lavando, el pene volvía a tenerlo en plena erección. Ya no se
preocupaba por ello, seguía contando lo que le habían dicho. -
Pues mañana se enterarán de que es cierto - Le dije - Tú no
hagas caso ni les digas nada, mañana les daremos una prueba de
que es cierto - Le lavé y toqué con mayor lentitud que el día
anterior el pene, noté como éste vibraba en mi mano. Cogí jabón
en la manos y comencé a frotarse, el no decía nada, sólo
miraba como mis manos tocaban su pene.
De pronto oí como decía
que cuidara. Me di cuenta de que me estaba informando de que se
iba a excitar. - Tranquilo, tranquilo - Le dije, y continué
frotando. Vi como salía el semen de su pene. Echó su cuerpo hacía
atrás, contra la pared, yo seguí frotando su pene hasta que
este fue perdiendo rigidez. Lo hice sentar en una silla que allí
había, le dije que se secase y se tranquilizara. - Me a gustado
mucho - le dije, mientras le sonreía y juntaba mis labios con
los suyos. - Eso sí que no se lo cuentes a ellos - continué. l
con la cabeza dijo que no. Al ratito le dije que se fuera ya a la
habitación, antes de salir lo bese nuevamente en los labios.
Continuará....
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