Mis vacaciones en el campo (VI).


Después de tan placentera experiencia que, sin Mamá ahí, no dudé de que se repetiría cuantas veces quisiéramos, Esteban dio instrucciones que Mariana sabía de memoria, pero que yo desconocía por completo. No obstante, mi amiga se quedó, a pedido de mi tío para recordarle alguna, si fuera necesario. -Desde ahora, mi querida Carlita, y mientras no esté en horario de atención a mis pacientes, las puertas quedan abiertas, incluyendo las del baño, cuando nos duchamos o simplemente cuando vamos a mear o a cagar. Aun cuando estemos en nuestros cuartos (o en los de otros) cogiendo, las puertas quedan abiertas. No creo que te dé vergüenza, pero si te da un poco, pensá que, por ejemplo, vos vas a estar caminando por la casa y vas a verlo a Ariel cogiendo con Mariana o a ella chupándole la pija, o lo que sea, y podés entrar y hacer un trío con ellos, o buscarme para hacerlo conmigo... Es decir, vamos a tener más motivaciones para pasarla bien de esta manera. Otra cosa: todos andamos desnudos por la casa; o, por lo menos, con muy poca ropa. Si tenés frío (cosa que dudo), podés pedir que te ayuden a entrar en calor con una buena mamada, cogida, etcétera, o con una simple taza de té o café. Pero, de ninguna manera, usamos ropa interior: el corpiño dejó de existir hace un año y medio, y las bombachas y calzoncillos han probado ser una molestia. Podés usar pantalones cortos, pero preferimos que uses minifaldas… ¡Bien cortitas! Y remeras, tops o camisas que sean fáciles y rápidas de sacar. Además, como habrás podido observar, los varones no usamos preservativo: para estar siempre listos, como los "scouts", deberíamos tener uno puesto permanentemente, lo cual a la hora de ir al baño, se vuelve muy incómodo.

-Además -interrumpí, con toda la soltura del mundo-, no es igual una mamada con preservativo que sin, ¿no? No sé… Apenas si he hecho unas pocas sin forro, mal puedo opinar sobre hacerlo con. Pero me imagino que tiene que ser mejor sin que con… para la que chupa y para el que recibe la chupada.

-Es verdad, hija. Veo que tenés el sexo en la sangre, como yo. Sos digna parienta mía. Entonces, si ustedes, las chicas, quieren evitar embarazos, puedo facilitarles dius o píldoras anticonceptivas: no hay problema.

-¿Cual es la ventaja de la píldora?

-Depende de vos -respondió Mariana-. Si no te importa coger o que te la chupen cuando estás menstruando, usá el diu. En cambio, si te jode, usás las píldoras.

-¿Y vos, qué usás?

-En este momento, nada; pero, por lo general, me pongo el diu.

-¿Cómo "en este momento, nada"? ¡Podés quedar embarazada! -exclamé, como si ella no lo supiera-. ¿No te importa?

-Tranquilizate, che -reaccionó, con suave firmeza-… Por supuesto que me importa. El hecho es que quiero quedar embarazada: las embarazadas se divierten mucho, mi querida Charlie -explicó, ante mi cara de asombro-… Es más, hay tipos y chicas que prefieren hacerlo con embarazadas… Te lo digo por experiencia propia. Cuando Ariel y yo llegamos acá, yo tenía doce años y estaba embarazada. Sabíamos que tu tío era médico y que él podría darnos alguna solución; y así fue: nos dio techo, comida y placer, a cambio de lo cual sólo debíamos trabajar. Seguí con mi embarazo y mi panza se convirtió un "elemento erótico" (por así llamarlo) fantástico. Me la lamían, me la apretaban, los tipos rozaban sus pijas contra ella y las chicas jugaban con sus tetas y sus conchitas sobre mi panza… te aseguro que es una sensación única. De sólo pensarlo, se me moja el conejito -dijo, pasando el dedo índice por entre sus labios vaginales y llevárselo a la boca. Volvió a pasarlo, pero esta vez, nos lo ofreció-. ¿Quieren un poco? Está muy sabrosa.

Yo fui la primera en aceptar. Chupé ese dedo con el mismo fervor que si hubiese estado chupando una pija. A todo esto, yo ya estaba chorreándome también. Pasé mis dos índices por mi cuevita empapada, ofreciéndoselos a ambos; ninguno me defraudó.

-Pero ¿qué pasa con los bebés? -interrogué, entretanto.

-Tengo contactos para darlos en adopción legal -respondió mi tío, saboreando mis jugos, aunque mis dos dedos estaban milagrosamente libres-. Pero aquí no termina el placer de tener un hijo: las tetas crecen descomunalmente, como sabés, y están llenas de leche, lo cual es una atracción más para quien tiene sexo con ella; y, al no tener al bebé, debemos mamarle las tetas para que la leche no se termine… Esto puede durar años, si se sigue chupando.

Lamentablemente, hace unos seis meses, Mariana tuvo hepatitis y, para no contagiarnos, tuvimos que dejar de mamar; y ella, pobrecita, no tenía energías para ordeñarse los pechos. De todas formas, sus tetas están mucho más grandes que cuando llegó a casa y la revisé por primera vez. Pero no quiero irme del tema de las reglas de la casa. Veamos… ya te dije lo de andar desnuda, lo de las puertas, los anticonceptivos… Creo que no me olvido de nada.

-Las fotos y videos, y los condimentos para la comida -recordó Mariana.

-Es verdad -admitió Esteban-. Gracias, mi ángel. Pues bien: cada quince días, más o menos, viene un fotógrafo profesional para sacar fotos de nosotros cogiendo, chupando, etc. Y si son buenas, las manda al exterior, a una revista de pornografía adolescente. Esto por un lado; además, tenemos cámaras de video en todas las habitaciones, con las que pueden grabarse las escenas más porno que puedas imaginarte. Por ahora, estas grabaciones son para nosotros. Tal vez, algún día, podamos venderlas a buen precio a alguna empresa que nos garantice seguridad. En cuanto a la comida -continuó, dejándome con la pregunta en la boca, creyendo que mi tío olvidaría ese punto-, solemos hacer "cosas raras". Por ejemplo, si sos salchichas, las calentamos en la conchita de Mariana… o, ahora que estás vos, en la tuya.

Ustedes se pajean con una o dos salchichas y se las comen o nos las dan a nosotros (a Ariel o a mí) para saborearlas. Como te imaginarás, son mucho más ricas que hervidas en agua o al horno. También agregamos a nuestras comidas la leche de nuestras pijas o los jugos de sus conchitas… a veces, también le meamos encima y quedan exquisitas. Bien, creo que eso es todo. ¿Alguna pregunta?

-No. En cuanto a todo lo que explicaste, está todo muy claro… Y, además, suena bárbaro. ¡Ah! -recordé-. ¿A qué hora atendés a tus pacientes?

-Desde las nueve de la mañana hasta las doce del mediodía. Y, por la tarde, desde las tres hasta las seis. Después de eso y desde el mediodía hasta las tres, andamos desnudos y hacemos todo tipo de cosas. Por supuesto, sábados y domingos, no atiendo. ¿Algo más?

-No. Lo único que me gustaría ahora es ver cómo cogen Ariel y Mariana: me excita la idea de ver a dos hermanos chupándose, tocándose y esas cosas.

¿Hay alguna grabación de ellos?

-Sí; haber, hay -respondió ella-. Pero creo que Ariel estaría dispuesto a hacer una demostración en vivo. ¿Te gustaría? A lo mejor, hasta podrías participar.

-¿Hablaban de mí? -intervino Ariel, recién llegado a mi cuarto; sólo vestía un pantalón bien corto y muy apretado. También traía un cuaderno en la mano, pero no le di importancia.

-Sí: mi sobrinita quería ver a los hermanitos (vos y Mariana) en acción. Nunca ha visto una relación incestuosa… y tu hermana le oferecía presenciar una en vivo.

-Nada me gustaría más, pero, como dice tu tío, lo primero es lo primero. Y, en este caso, lo primero es que hay una amiga de Alicia que quiere ver a mi hermana putita. No dijo "putita": eso lo agregué yo.

-Lástima… creí que iba a divertirme. Aunque, en estos casos nunca se sabe. Mejor que me ponga algo encima. ¿Puedo? -me preguntó, levantando mi vestidito de la cama-. Es más rápido de poner… y de sacar que la mini y el top.

Le dije que se lo llevara; de todas maneras, no creía que me vestiría en mucho tiempo. Me fascinaba la idea de andar desnuda por todas partes, excitando a los demás (y a mí misma) con mi cuerpito de nena -bueno, más o menos- y tetas de mujer. Lo cierto era que, si ella se iba, me quedaba sin espectáculo en vivo. Me conformaba siendo el jamón en un sándwich de hombres: mi tío y Ariel podrían hacer lo que quisieran conmigo. De sólo imaginarlo, empezaba a calentarme. Sin embargo, el más joven de los varones estaba por dar de baja a esa idea (por el momento, desde luego) con su comentario acerca de que había llegado la noticia de que la yegua de los Funes, dueños de un establecimiento que criaba caballos de carrera, vecino a la estancia, estaba por parir y no encontraban al veterinario.

Con un "Lo siento, chiquita…" y un pellizco cariñoso y sensual en mi pezón derecho, mi tío se dirigió a su cuarto a vestirse y ordenó a Ariel que saliera a decirle al encargado de los Funes que él ya salía. Ariel me tiró el cuaderno sobre la cama y se despidió, diciéndome: "Divertite, mi reina".

Tomé el cuaderno y, abriéndolo, comencé a leer. Descubrí tres cosas: que era el relato completo de lo que había sucedido con Ariel, Ayelén y Mariana, que estaba escrito por él y que tenía una letra muy clara; pero, además, descubrí que estaba lleno de errores de ortografía. Eso poco importaba: tomé un lápiz y fui corrigiéndolos uno por uno. Al llegar a la parte que no sabía del relato, leí con más detenimiento.

"Ayelén era todo un espectáculo: de pie, junto a mí, pellizcándose los pezones… uno con cada mano, estirándoselos y mirando hacia abajo para ver si podía verlos. 'Son hermosos así como están, mi amor' -le dije, acariciándoselos con mis pulgares. 'Me muero por lamértelos'; comencé con mis labios sobre su tetita izquierda. De a poco, saqué la lengua y sentí aquel pezoncito suave y tierno. Casi sin darme cuenta, empecé a rozarlo con pasión y lujuria. Sabiendo lo que me esperaba, pasé al otro y lo ensalivé tanto como el anterior… o más, ante los gemidos de placer de mi pequeña amante. La más chica que había tenido; pero, a la vez, la más dulce y sincera.

"Luego, mi boca llegó a su conejito que ya destilaba jugos. Abrí sus labios menores y, sorpresivamente, sus bracitos llegaron para ayudarme. Abrió las piernas y posó las manos a ambos lados de su cuevita; sus dedos la abrieron como una flor. No pude resistirlo y la lamí. Rocé su clítoris y mi lengua se metió entre los labios de su conchita. ¡Qué delicia! Había probado muchas conchas de chicas mayores -entre 18 y 23 años-, pero ninguna fue tan rica y tierna como ésta… En ese momento, resolví que sólo me dedicaría a niñas y adolescentes de hasta 13 años.

"A todo esto, Mariana miraba extasiada, muy quieta, pero se notaba que moría de ganas por participar en nuestro juego. Ayelén la invitó y, pese a que jamás se había desnudado completamente en mi presencia (era muy tímida), en esa oportunidad, la calentura pudo más y, se desnudó hasta quitarse los moños de las trenzas y sus pulseras que nunca se sacaba… ni siquiera para bañarse. Vino hasta nosotros y, cara a cara con su amiga, no dudaron en darse el primer beso lésbico; y también el primer beso de ese tipo que yo presenciaba con chicas de esa edad. Se tocaron las tetitas, masajeándose los pezoncitos, y Mariana se animó a bajar una de sus manos para tocarle la conchita a Ayelén. Ambas se veían deliciosas y yo deseaba tomar parte en ese juego, pero no quería arruinar nada. Me puse de pie al lado de la cama y cuando nuestra amiga vio mi pija dura, ella fue quien detuvo sus manoseos con mi hermana. Tomó mi pene entre sus delicadas manitos infantiles y me la peló, comenzando a hacerme la paja más deliciosa que había sentido hasta ese momento. No sabía adónde había aprendido estas "artes manuales", pero eso poco importaba. De pronto, se detuvo, me miró a los ojos y, con mirada pícara, me preguntó: 'Si sigo así, te sale lechita, ¿no?'. Le dije que sí y que podía probarla y, si le gustaba, podía tomar toda la que quisiera; pero que, para eso, tendría que venir a casa y no decirle nada a nadie: éste sería nuestro secreto. '¿Y yo también puedo?', preguntó Mariana. 'Por supuesto que sí'. respondí. Claro que había un detalle en favor de mi hermanita: ella podría hacerlo en cualquier momento, dado que vivíamos bajo el mismo techo. No me atreví a decirlo en ese momento porque la pequeña Ayelén se pondría celosa y yo no quería que se pelearan. La niña continuó pajeándome, al tiempo que Mariana se acomodaba entre nosotros y, dándome la espalda, comenzó a lamer el conejito de su amiga, como me había visto a mí hacerlo. Eso realmente me puso calentísimo y fue lo que colaboró para que llegara a mi orgasmo antes de lo previsto. Mi primer abundante chorro fue a parar al rostro angelical de Ayelén. Los que le sucedieron dieron en su cuello y pecho. Sin decir nada, pasó un dedo por su carita, juntando una buena porción de semen, que se llevó a los labios. Lo probó con la punta de la lengua y le gustó tanto que se metió el dedo entero en la boca y lo sacó limpio, y volvió por más a su rostro empapado, mientras saboreaba, aún sin tragar, el líquido viscoso que había salido de mi pija. Entretanto, mi hermana gozaba lamiéndole el cuello y el pecho y tragando con gran gusto todo lo que podía hallar…".

El relato continuaba, pero decidí dejar de leer; estaba totalmente caliente, así que con el lápiz, comencé a pajearme: primero, acariciándome el clítoris; y luego, introduciéndolo en lo más profundo de mi cuevita con un mete y saca que me llevó a los cielos, hasta que tuve mi orgasmo. Sin dudas, habría sido mejor con una pija, pero tuve que conformarme con el lápiz… ¡Y vaya que lo hice!

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