Destino manifiesto.


Llegaste puntual a la cita, muy formal, con tu traje sastre y tu portafolio de piel, era un viernes a las diez de la noche. -Buenas noches señorita, esta el licenciado Salinas, quedamos de vemos para revisar unos papeles.

-Buenas noches licenciada, mi jefe me pidió que la pasara a su despacho, esta terminando una reunión con sus directores y en un momento esta con usted, pásele por favor, ¿qué gusta tomar?, ¿un café, un refresco?.

-un café esta bien, -dijiste al tiempo que te acomodabas en un sillón y echabas una ojeada a la amplia oficina, una típica oficina burocrática con muebles de distintas épocas, que, sin embargo, era agradable.

-licenciada, tenga su café, solamente la estaba esperando a usted para retirarme, es que ya es un poco tarde y vivo muy lejos. Ya el licenciado sabe que me iba a retirar una vez que usted estuviera acomodada y... el no se tarda. Con su permiso y... que acaben pronto -añadió con un dejo de malicia.

-Hola Aurora, perdón por el retraso, me cayó un trabajo urgente para el señor Presidente, tu sabes, me habló el señor Secretario por la red y rápidamente tuve que organizarme para responder a esa confianza. Por ello tuve que hacer una reunión con mi gente fuera de programa y se altero mi agenda. -disparó el licenciado Salinas mientras hacia su entrada al despacho con una carpeta llena de papeles en las manos seguido de tres de sus colaboradores cargando varios engargolados que, disimulando una sonrisa por lo que acababan de escuchar, te vieron socarronamente de reojo y saludaron con un imperceptible buenas noches. Dejó los papeles sobre una mesa, se acercó a ti s, te saludó con un beso en la mejilla. Se volteó y dijo -bueno muchachos, pónganse a trabajar y quiero ver el informe el lunes a primera hora, no hay dudas, verdad.

-No, señor. -contestaron al unísono.

-entonces a darle -dijo con un tono de albur el licenciado Salinas y agregó -voy a estar un rato mas en la oficina trabajando en un proyecto con la licenciada, que por favor nadie nos moleste. -Si señor. -contestó el coro.

Aquella escena te impresionó, estabas en el despacho del licenciado Salinas, aquel que te había deslumbrado con sus engañosos conocimientos y se había fijado en ti, al que habías sido presentada fortuitamente en una de tantas reuniones burocráticas, para ofrecerte hacer un proyecto conjunto. Te sentiste parte del circulo del poder, testigo de la acción ejecutiva de un alto funcionario público que te valoraba y te ofrecía no solo su amistad sino su tutela profesional. No te percatabas que el tipo se había interesado no por tus conocimientos o por tu eficacia en el trabajo, sino por que quería llevarte a la cama.

El licenciado Salinas te aventajaba por lo menos veinte años. Sin embargo te había impresionado la habilidad con que se movía en los círculos políticos. Casi nadie entendía como era posible que una muchacha linda y preparada como tu se hubiera impresionado con ese sujeto y estuviera dispuesta a acompañarlo a la hora que él dispusiera y que, sin percatarse de ello, te luciera y exhibiera ante sus colaboradores y amigos como un trofeo. Casi nadie, salvo los que lo conocían y sabían sus tácticas para engatusar jovencitas ambiciosas pero, en tu caso, con tu clase y preparación, como que no encajaba el modelo. Sin embargo, ahí estabas, impresionada por el licenciado Salinas y pensando lo afortunada que eras de haberlo conocido y poder trabajar conjuntamente en un gran proyecto que te daría prestigio profesional y político.

-Oye Baltazar, no van a venir los otros del equipo. -preguntaste

-No, hoy no pueden, y... además quiero que nos dediquemos a revisar los avances que preparaste, son fundamentales para continuar el proyecto.

Pasaron alrededor de una hora y media, en la que estuvieron revisando unos documentos que llevabas preparados. Le parecieron, desde luego, excelentes. Te lo dijo y te pidió que la próxima reunión del grupo los presentaras. Después dijo que se sentía cansado y hambriento, que la semana había sido muy pesada. Te invitó a que lo acompañaras a cenar para seguir platicando del proyecto, a lo que tu accediste de inmediato. Te pidió que dejaras tu coche en el estacionamiento y fueran en el suyo, ya que había despachado temprano a su chofer. En el trayecto "a comer unos taquitos" la conversación se fue haciendo más íntima, le platicaste y te platicó de cosas personales y te sentiste mas en confianza. A esa hora, encontraron una taqueria para los que andaban de juerga, en la que vendían cervezas. Comieron unos tacos y tomaron varias cervezas. Te sentiste afortunada de estar con alguien a quien considerabas una luminaria y que te tratara con tanta familiaridad y confianza. Estuvieron casi tres horas en el pequeño restaurante, salieron y te sentías un poco mareada; el aire frío de la noche en lugar de despejarte te acentúo el efecto de las cervezas tomadas y riéndote le dijiste: -Baltazar, estoy completamente borracha.

El licenciado Salinas se rió, te dijo que no te preocuparas, que para eso estaba él, para cuidarte y protegerte, al tiempo que te pasaba el brazo por la cintura v te abrazaba mientras te conducía al coche. Abrió la puerta del vehículo y antes de subirte te abrazó completamente y te besó en la boca. Tu primer impulso fue de extrañeza y de rechazo ', pero estabas tan mareada y sorprendida que no te opusiste, por el contrario tomaste su lengua entre tus labios y se la chupaste e introdujiste tu propia lengua en su boca en un intercambio de aceptación y común acuerdo.

Entraste al coche, te sentaste y al ponerse él al volante trataste de decir algo -Baltazar, lo siento, no sé que me pasó, no quería ... fueron las cervezas ... mejor llévame a recoger mi coche.

Baltazar te volvió a ver con una mirada paternal, puso su dedo en tu boca para decirte que callaras. -No digas nada, no te preocupes, fue una situación natural y espontánea ... además me agradó y espero que a ti también ... son las cervezas, no te preocupes, recuéstate y descansa -dijo mientras reclinaba tu asiento y emprendía la marcha del vehículo.

Te sentiste extraña, mareada, por un momento recapacitaste sobre que habías hecho, besarte con este hombre; sin embargo, el movimiento del vehículo, el rollo que te empezó a echar sobre los valores de la amistad y la confianza y la música suave y romántica que puso en el estéreo te hicieron relajarte. -llévame a recoger mi coche -dijiste antes de quedar semidormida.

Cuando reaccionaste estaban entrando en una extraña cochera. ¿Dónde estamos? -preguntaste.

-No te preocupes, estamos en un lugar para que descanses y se te quite el mareo, no puedo permitir que manejes si te sientes mal... y que llegues a tu casa en este estado, que van a decir tus padres. Déjame cuidarte y protegerte -te dijo.

Baltazar se bajo del auto, cerro el portón, en ese momento te percataste que estaban en el interior de una casa desconocida para ti, y abrió tu puerta, te tomo delicadamente de la mano y te condujo sin mayor resistencia de tu parte al interior. En esos momentos tratabas de pensar en lo absurdo de haber llegado, casi sin darte cuenta, a ese lugar, y que Baltazar no era el tipo de hombre que físicamente te gustaba; sin embargo, la también absurda admiración que sentías por él te llevó a no oponer resistencia.

Entraron a la casa, te condujo a una recámara y te acostó en la cama. -déjame que te quite los zapatos para que descanses -dijo inocentemente. Cerraste los ojos y empezaste a relajarte con él

masaje suave que te empezó a dar en las yemas de los dedos de tus pies, por encima de las medias. En ese momento no te percatabas que tu vestido había quedado subido casi hasta tu cintura y que tus piernas, con tus medias negras sujetadas por un sugestivo ligero, y tus breves pantaletas de seda, estaban al descubierto.

Baltazar pasó del masaje a tus pies, a acariciar tus tobillos y después tus muslos. En tu seminconciencia sentías que debías detenerlo, levantarte e irte de ahí, pero una extraña laxitud y cosquilleo de deseo se habían apoderado de tu cuerpo. En un momento sentiste sus dedos tocando el reborde de tus pantaletas y después como se introducían, tocaban tu vello púbico y, alcanzaban tu hendidura; sentiste como recorría con sus dedos tus labios vaginales, tocaba suavemente tu clítoris e introducía un dedo. Sentiste que tu cuerpo se aflojaba aún mas y que la excitación te hacia presa. Aquel hombre siguió acariciándote la hendidura v empezaste a responder moviendo tus caderas hacia atrás y hacia adelante al ritmo de sus caricias. De repente, retiró su mano de tu hendidura, te desabrocho el liguero con las dos manos te fue bajando suave y delicadamente las pantaletas, lo que tu facilitaste levantando la cadera y las piernas. En ese momento todavía pensaste que era absurda la situación, te preguntaste ¿qué hacías en esa recámara, con un hombre que no dejaba de ser un extraño, en una situación a la que habías llegado no por interés y que te tenia acostada, sin calzones, con las piernas semiabiertas y mostrándole tu menudita rajada?-, te hiciste el propósito de levantarte e irte, pero un abierto cosquilleo en la entrepierna y el darte cuenta de que tenias hinchados de pasión los labios vaginales y que estabas completamente mojada te detuvieron y, cuando volviste a tratar de intentarlo, al menos como propósito en tu pensamiento, Baltazar se había inclinado entre tus piernas y estaba besándote el clítoris como inicio de lo que seria una prolongada e intensa mamada. En ese momento va no hubo reparos de tu parte, te abandonaste al momento dispuesta a afrontar lo que viniera.

Baltazar te chupó toda la hendidura, deteniéndose por momentos en el clítoris para mamarlo sabrosamente; tú, sentías que estallabas de placer. De repente, se levantó y te ordenó -desnúdate, quiero verte completamente desnuda. Sin decir palabra, obedeciste. Te incorporaste de la cama y te quitaste, primero, la falda y las medias, después el saco y la blusa. Solo quedaba por quitarte el brassiere. Baltazar se te acercó, te dio la vuelta y lo desabrochó; te rodeo el torso con sus manos y aprisionó tus senos con las dos manos. Bajaste tus brazos y dejaste que te estrujara los pechos una y otra vez, que te tocara los pezones, que tenias erectos. Después te volteó e inclinó su boca para besarte los senos y chupar golosamente los pezones. Sentías enloquecer de placer.

Después de mamar tus senos, te acostó suavemente en la cama, acercó su boca a la tuya y te empezó a besar lascivamente, tu boca respondió al beso y empezó un intenso intercambio de lenguas mientras sus manos te recorrían todo el cuerpo y se detenía en tus senos, tus nalgas y en tu rajada, en la introducía uno o dos dedos mientras con otro de ellos abarcaba hasta el pequeño orificio trasero y te lo acariciaba y metía delicadamente.

Cuando estabas a punto de venirte, Baltazar se levantó, se quitó la ropa y puso la verga ante tu cara.

-mámamela, trágatela toda. Te ordenó. No te gustó que te ordenara, ni te gustó verlo desnudo, ver aquél cuerpo moreno, ventrudo y corriente; sin embargo, estabas tan excitada que no pensaste mas que en hacer lo que te ordenaba. Tomaste entre tus labios aquella verga flácida y empezaste a chupar con gusto. La verga de Baltazar se puso dura y su cara empezó a reflejar el placer que le estabas dando. -así, mamacita, chúpamela toda, que rico mamas -te empezó a decir- tan seriecita que te veías, pero yo sabía que eras como todas las viejas, les gusta la verga y tu no eres la excepción, ya sabía que querías conmigo, que me la querías mamar toda, verdad. Lo escuchaste y no te gustó su actitud pero ya estabas ahí, no eras capaz de retroceder, además, estabas desnuda, ya te había visto y acariciado todo tu cuerpo; es más, ya te había mamado la panocha y habías gemido y gritado de placer y tenias su verga en la boca y la seguías mamando con verdadero gusto.

Cuando Baltazar estaba a punto de venirse y tu también estabas muy excitada, retiró su verga de tu boca, se colocó entre tus piernas, dirigió la punta hacia tu hendidura y suavemente te penetró. Como tu vagina estaba muy mojada, la verga de Baltazar se deslizó sin problemas -muévete - te dijo. Empezó a meter y sacar su verga y tus caderas respondieron al movimiento con mucho furor. Estabas demasiado caliente para pensar en otra cosa que no fuera venirte y lo hiciste muy pronto; cruzaste tus piernas en su espalda y empujaste la vagina contra su verga, la pelvis contra su cuerpo y te restregaste mientras gemías y gritabas de placer. Baltazar embistió una última vez y descargó en el interior de tu vagina.

Al otro día, te levantaste, mareada y con sabor de cobre en la boca. Estabas sola en aquella recámara y sobre el buró encontraste unos billetes y una nota sin firma, con la letra de Baltazar, que decía: "Fue una noche estupenda, toma un taxi y nos vemos el lunes en mi oficina. En la videocassetera te deje un recuerdo". No entendiste, tomaste la nota y la rompiste con enojo; te metiste al baño a darte un regaderazo, te vestiste rápidamente y antes de irte reaccionaste a la nota v te dirigiste a la máquina de video, la encendiste v en la pantalla aparecieron cogiendo tú v Baltazar. Te quedaste estupefacta, apagaste el aparato, tomaste la cinta y saliste corriendo de aquella casa.

Angustiada, todo el trayecto, llegaste a tu casa. Pensabas en lo que dirías a tus padres por no haber llegado a dormir, concluiste que lo mejor era decir que hubo un trabajo urgente que te retuvo en la oficina y no pudiste comunicarte con ellos. Al llegar, encontraste una nota de tus padres, fechada el viernes, en la que te decían que se habían ido a Cuemavaca. Respiraste complacida, pensaste que la casa estaba vacía y nadie se había dado cuenta de tu ausencia; sin embargo. escuchaste la voz de tu hermano: -vaya con mi hermanita, son las nueve y media de la mañana, ¿qué horas son estas de llegar?

-te dijo en tono de burla-.

-Bueno -respondiste- tuve un "bomberazo" y me tuve que quedar en la oficina toda la noche.

-Humm, -te respondió- ¿en la oficina?, no sabia que tenias regadera, todavía traes el pelo húmedo y una carita de cruda que ... no te la crees.

-Bueno, si no me crees, peor para ti, déjame en paz -le gritaste, al tiempo que corrías a tu recámara y te encerrabas en la misma, sin percatarse que, en la carrera, se te cayó el videocassette de la bolsa; mismo que tu hermano recogió con curiosidad.

En tu recámara, te desvestiste y te diste un baño de tina con la intención de relajarte y reflexionar sobre lo que había pasado. No tenías claridad en tu mente y, por el momento, decidiste que era mejor descansar y no seguir atormentándose con pensamientos confusos. Te dedicaste a disfrutar del agua caliente y poco a poco te fuiste relajando; después, te diste una ducha y te enjabonaste con fuerza para inconscientemente tratar de limpiar lo que había pasado. Saliste del baño, te pusiste unas breves pantaletas y te vestiste informalmente con una minifalda, una blusa corta y sin ponerte sostén. Tus planes eran desayunar y quedarte acostada en el jardín o en tu cama todo el día.

Al salir de tu recámara y dirigirte a la cocina, escuchaste la voz de tu hermano llamándote desde la recámara de tus padres.

-¿Que quieres? -gritaste.

-Aurorita, ven por favor, te conviene -escuchaste que te contestaba. No te imaginabas de que se trataba y, de mala gana, acudiste a su llamado. Al entrar te quedaste helada, sobre la cama de tus padres se encontraba tu hermano Ernesto, completamente desnudo y mostrando sin pudor una potente erección. -Ernesto, -gritaste- que estas haciendo desnudo, ¿estas loco?, para que me llamaste, ¿qué te pasa?. -No me pasa nada, estoy muy contento viendo la película que

trajiste, me gusta mucho y, por cierto, es una actuación soberbia de la actriz, parece tan real que hasta me excita. Mira, ven conmigo a verla, la artista se parece mucho a ti, ¿no crees? -te dijo con toda tranquilidad mientras seguía con la mirada fija en el monitor y con una mano se acariciaba la verga.

-Pe ... pero, que dices, no es posible Ernesto, esa película no es mía, no sé de donde la sacaste. -contestaste nerviosamente. - No te preocupes, cálmate -contestó volteando a verte y extendiéndote su mano-, -ven, acuéstate aquí conmigo y vamos a

disfrutarla.

Desconcertada y temerosa te acercaste a tu hermano, tomaste su mano y te sentaste en la cama. Ernesto te jalo suavemente hacia él y te abrazó mientras ponía tu mano alrededor de su verga y te impulsaba a acariciársela. Te tomó la cara y besó tus labios. desnúdate -te dijo- quiero verte desnuda. Tu mente era una confusión v solo acertaste a obedecer. Te quitaste la blusa de un movimiento y dejaste al descubierto tus firmes Y hermosos senos; después, te pusiste de pie y deslizaste la falda por tus piernas. Ibas a quitarte las pantaletas cuando Ernesto se puso de pie y te las fue bajando lentamente mientras te besaba el vientre plano v terso y tocaba con sus manos tus senos deteniéndose en tus 'pezones. Después se levanto y te abrazó, sentiste el cuerpo atlético de tu hermano menor y el contacto de su piel empezó a excitarse. Tomó tu cara y, besó tus labios, en un beso ardiente y apasionado que te hizo responder con tu lengua y labios.

-Hermana, estas en mi poder, vas a hacer lo que yo quiera -te dijo al oído y metió su lengua en tu oreja. -No, Ernesto, no esta bien, somos hermanos -contestaste con la voz entrecortado por una mezcla de sentimientos de coraje, vergüenza, impotencia y también de una excitación que empezaba a hacerte presa por la situación en la que te encontrabas. Poco a poco el estar desnuda con tu hermano, el sentirte descubierta, el sentirte utilizada, humillada doblemente, por Baltazar y como consecuencia por tu hermano, te hacían sentir cada vez más excitada.

Mientras tu hermano te besaba y chupaba los senos, volteaste de reojo a ver el televisor y observaste como Baltazar te mamaba la rendija y tu respondías y gemías sumamente excitada. La escena, y las caricias de tu hermano, te estremeció. Tomaste la cabeza de Ernesto en tus manos, introdujiste tus dedos entre sus cabellos y la apretaste contra tus pechos incitándolo a chuparte con fruición los pezones. Al unísono, se tiraron sobre la cama, abriste las piernas y hiciste que tu hermano te penetrara de una sola embestida y te empezaste a mover con fuerza; tu hermano se movía con cierta torpeza pero pronto se acompasó a tu ritmo y embestía con todo el vigor de sus diecisiete años su verga delgada y larga. Cruzaste las piernas alrededor de su cuerpo delgado y fibroso e iniciaste un movimiento combinado de rotación y hacia arriba y hacia abajo, apretando tu vagina como si estuvieras exprimiendole la verga. Tu hermano estaba sumamente excitado y no tardó en venirse; te inundó de tal manera con su leche la vagina que sentiste que te desbordaba, lo que acabó de acelerarte y también tu te venciste entre gritos y estremecimientos y le decías: -hermanito, hermanito, te quiero, me haces vibrar, hazme lo que quieras, soy tuya, soy tu amante...hermano cruel ... ahgg.

Durante un rato, se quedaron acostados, abrazados, el todavía dentro de ti. Después, el se desensartó y se tendió a tu lado, volteó a verte, le tomaste la cara y le besaste la boca con ternura. -Ernesto, -dijiste con dulzura- me gustó pero es un error, somos hermanos, no debe ser.

- Hermanita, -te contestó también con dulzura- fue maravilloso, soñaba con hacerte el amor desde hace mucho. Muchas veces te he visto desnuda cuando te bañas-, te he visto fajar con tus amigos en la sala. No sabia si ya te habías acostado con alguno de ellos, pero suponía que si por que una vez te vi con tu novio el de la universidad y se la estabas mamando en la sala. Desde hace tiempo te traía ganas, muchas ganas.

- Pero Ernesto, nunca me di cuenta que me observabas, tu tienes tus amigas y tu novia, yo pensé que tu...

-Ernesto no te dejó terminar, te jaló hacia él y te besó largamente en la boca, tu respondiste e iniciaron un intercambio de lenguas. Aurora, -te susurró- ahora eres mía, me di cuenta de que te gustó y podemos disfrutar de la situación. Imagínate, seremos amantes bajo el mismo techo y ... además, tengo el vídeo para convencerte de que eres mi esclava.

- Si, -contestaste con un dejo de conformidad- me tienes en tus manos.

Ernesto se levantó, tomo el vídeo y lo fue a guardar, bajo llave, a su cuarto

Y volvieron a acariciarse y a hacer el amor. Después se durmieron abrazados.

Cuando despertaron, Ernesto y tu bajaron desnudos a comer algo a la cocina, devoraron lo que encontraron, incluidas unas cervezas que estaban en el refrigerador. Te dijo que te arreglaras, que te pusieras muy guapa y provocativa ya que te iba a llevar a una reunión con sus "cuates". Trataste de oponerte diciéndole que estabas muy cansada pero el te respondió que te ibas a divertir y que quería que fueras. -Vas a hacer lo que yo quiera -te dijo en forma de amenaza velada- me perteneces, ¿o, no?.

Te bañaste y perfumaste; te pusiste un juego de ropa interior de encaje negro, un ligero con medias negras y un minivestido también negro que te sentaba maravillosamente. Era la combinación que te gustaba usar para ir a bailar. Cuando Ernesto te vio exclamó con asombro: -Guau, estas guapísima Aurora, les vas a encantar a mis amigos.

Llegaron a la casa de Jorge. el mejor amigo de Ernesto, ya se encontraban ahí otros tres amigos de tu hermano: Alejandro, Manuel y Julio. Estaban solos, los papás de Jorge estaban de viaje. A todos los conocías, los habías visto convivir y jugar con tu hermano prácticamente desde la infancia. Eran muchachos de su edad, dieciséis o diecisiete años, que iban a la misma escuela y se frecuentaban cotidianamente; inclusive, muchas veces habían estado en tu casa. Ernesto y tu entraron, los saludaste y, aunque te sentías incomoda en esa situación, el hecho de que fueras mayor que ellos, el que los hubieras visto y los siguieras viendo como niños desde tu posición de hermana mayor de Ernesto, el que fueras profesionista y trabajaras, en fin, el que te sintieras con mayor experiencia, te hacia sentir con ventajas frente a ese grupo de amigos que, a la vez, se mostraban un tanto cohibidos y desconcertados. Ernesto anunció que había invitado a su hermana para que no estuviera aburrida en la casa y porque quería que conviviera con ellos y que ellos la conocieran a fondo. -Mi hermanita -dijo con malicia- es a todo dar. Les sirvieron unas copas y empezaron a platicar con fórmulas de cortesía con un ambiente rígido. Poco a poco la plática se fue centrando en los temas que eran comunes entre ellos y tu te sentías fuera de lugar y aburrida. Apuraste tu copa, te levantaste y estuviste viendo los discos, seleccionaste varios y los programaste en el estéreo. Mientras tanto, tu hermano y sus amigos se juntaron en una esquina de la sala y discretamente reclamaron a Ernesto el haberte llevado, no entendían que hacia la hermana mayor de su amigo en esa reunión, seguramente borrachera, de cuates. Tu hermano les dijo que se tranquilizaran, que no había problema, que su hermanita estaba sola y aburrida y se le ocurrió invitarla, que no había bronca ya que Aurora jalaba.

Entre bromas, platica en voz alta, gritos y canciones, el grupo empezó a tomar una y otra copa; tu también. Al poco rato, el ambiente se había relajado, los efectos de la embriaguez se hacían presentes. En el aparato de sonido sonaba la música y Julio, un jovencito de 16 años que conocías desde pequeño, te ofreció tímidamente bailar, Tú, entre las copas que te iban deshinibiendo y tu gusto por el baile, aceptaste de inmediato, tomaste su mano y te levantaste a bailar. Empezaron a bailar salsa, rápidamente te

acompasaste al ritmo y empezaste a moverte con magnetismo y sensualidad. Tu hermano y sus amigos los observaban, se cuchicheaban entre si y reían. Al poco rato, se levantaron todos a bailar en bola, y se fueron alternando uno a uno como tu pareja. En el baile, aprovechaban para rozarte y tocarte imperceptiblemente tu cintura, te tomaban de la o las manos, te abrazaban y se pegaban al ritmo de la música y tu te empezaste a excitar, eras el centro de atención de cinco muchachos llenos de energía, agradables y guapos, menores que tú en edad pero con cuerpo alto y fornido. Te fuiste relajando cada vez más, seguías tomando cubas y el baile te aflojaba la tensión. Durante una pieza de música lenta, Julio y tu se quedaron bailando abrazados, cerraste los ojos, dejaste que te ciñera el cuerpo y recostaste tu cabeza en su pecho. Mientras tanto, el resto se acomodó alrededor de la mesa de centro y uno de ellos sacó unos carrujos de marihuana, los prendieron y empezaron a firmarlos con fruición. Tu volteaste y observaste, tu hermano se levantó y se dirigió a ti a Julio que seguían bailando y les ofreció un toque. Julio tomo el pitillo, le dio una larga fumada y te lo pasó. Tu, que solo una vez habías fumado marihuana en una fiesta, lo tomaste y le diste un jalón. Julio te pasó el brazo por la cintura y te guío hacia el grupo. Se siguieron pasando los pitillos hasta que los consumieron totalmente; eso les aceleró la euforia, gritaban y, celebraban que estuvieras con ellos, te decían que te querían v que todos se querían; al poco rato pasaron de la euforia a una especie de tranquilidad; sentías que el tiempo se había alentado v las cosas pasaban en cámara lenta. Sentías la cercanía de todos, no te importaba si alguien tomaba tu mano y se mantenía así quien sabe cuanto tiempo, sentías un brazo sobre tus hombros o abrazándote por la cintura o alguno besándote en la mejilla o diciéndote cualquier tontería al oído que aprovechaba para rozarte con sus labios tu oreja o tu cuello y no te importaba. En un momento, tu hermano puso un disco de bulles, los demás protestaron pero Ernesto señaló que era para verte bailar suavemente, quería, dijo al tiempo que movía la mesa de centro, que les dieras una muestra de tu sensual expresión corporal. Te miró., te dio la mano y te levantaste.

Te tomó por la cintura y te llevó al medio de la sala, te dijo al oído que quería que fueras su bailarina, como una table dancer, que quería que te exhibieras en toda tu sensualidad. Alguien apagó algunas luces y solo quedó tenuemente iluminado el lugar donde estabas.

Empezaste a moverte suavemente, sentías sobre ti todas las miradas y sentías que el ambiente se iba cargando de sensualidad y deseo. Cerraste los ojos y sentiste la música, poco a poco tus movimientos se fueron haciendo más provocativos: te tocabas y recorrías los brazos, movías la cabeza lentamente sobre tus hombros, te abrazabas, abrías las piernas en una semisentadilla y te recorrías los muslos con las manos de abajo hacia arriba y sin quererlo jalabas tu vestido y mostrabas una porción generosa de tus muslos dejando ver fugazmente la terminación de tus medias y el liguero. Te seguías excitando, cada vez estabas más caliente, sentías que tus pezones se erguían y se marcaban por encima de tu sostén y vestido y sentías que la piel se te erizaba, te sentías muy sensible y el mero roce de tus muslos al bailar te estaba hinchando y mojando la vulva. Solo se oía la música, tu hermano y sus amigos estaban en silencio, atentos y suspirando profundamente; de vez en cuando se escuchaba corno una súplica que siguieras, que les dieras más y tu decidiste darles todo. Al ritmo de la música te volteaste, pasaste las manos por tu espalda y desabrochaste el vestido y lentamente fuiste bajando el cierre; tu espalda cruzada por el delgado hilo negro de tu sostén contrastaba con tu piel blanca y tersa, al ritmo cadencioso y sensual que seguían tus caderas echaste hacia adelante la parte superior de tu vestido y cruzaste tus brazos y lo apretaste sobre el pecho dejando al descubierto tus hombros y espaldas; te volteaste al frente y seguiste moviéndote sensualmente. Dirigiste una de tus manos hacia atrás y desabrochaste tu sostén, los tirantes se aflojaron, moviste los hombres y cayeron hacia adelante sin descubrir todavía tus senos. De repente, te quedaste quieta, aflojaste los brazos y dejaste que la parte superior de tu vestido y el brasssier cayeran al frente y mostraste abiertamente, impúdicamente y a la vez con un halo deinocencia, tus firmes y redondeados senos jóvenes coronados por unos pezones enhiestos y henchidos que daban cuenta de ya haber sido tocados, acariciados, estrujados y mamados, unos senos vigorosos y bien formados que conocían los placeres de la carne. Permaneciste así unos minutos, regodeándote de la situación, abriste los ojos y abarcaste en una mirada sensual a los presentes, los viste inmóviles e impresionados, impactados por la maravillosa visión que tenían. Con un movimiento breve te deshiciste totalmente de tu vestido y quedaste únicamente con tu brevísima pantaleta negra transparente y orlada de encaje, tu liguero y tus medias. Extendiste tu brazo y les dijiste que querías bailar con ellos; Julio, que era el más cercano y que también ya había sentido tu cuerpo al bailar antes, se levantó impulsado por un resorte, te tomó por la breve cintura y empezó a moverse lánguidamente contigo al compás de la música mientras sus manos te recorrían la espalda ávidamente, se posaban en los costados, llegaban al nacimiento de tus senos y tocaban alternadamente con fuerza y con delicadeza tus pezones. Acercó su boca a la tuya y se empezaron a besar con un apasionado intercambio de lenguas. Tu hermano y sus amigos se levantaron y acercaron; sentiste sobre tu cuerpo distintas manos que te acariciaban y, una boca que te empezó a recorrer con besos y lengüetazos la espalda, volteaste y la boca de Manuel se encontró con la tuya y también lo besaste apasionadamente. Alguien te desabrochó las medias y te las bajo mientras acariciaba tus muslos y tobillos, otras manos bajaron tus pantaletas y quedaste completamente desnuda. Sentías manos tocándote todo el cuerpo y cuerpos que se iban despojando de sus ropas y se te pagaban y rozaban con lascivia. Tus senos eran tocados ; estrujados por distintas manos, sentiste que dos bocas distintas s e posaban en tus senos y te los mamaban al mismo tiempo; sentiste como una mano se posaban entre tus muslos y recorría tu rajada a lo largo hasta introducirte un dedo en tu abultada y húmeda vulva. Notaste que todos se empezaban a desvestir sin dejar de tocar alternadamente tu cuerpo. De pronto sentiste que te llevaban casi en vilo a la mesa de¡ centro de la sala, que alguien había limpiado de adornos y floreros,

te semiacostaban y rodeaban. La visión de cinco jóvenes bien proporcionados y completamente excitados que te rodeaban y acariciaban mostrando sus potentes erecciones ya sin ningún recato, acabó por enloquecerse. Tomaste la primera verga a tu alcance y te la metiste en la boca-, tus manos tomaron y empezaron a masturbar otras dos vergas mientras una boca y unas manos te acariciaban y chupaban los pechos y una boca se posaba en tu espléndida rajada y te recorría con la lengua de arriba a abajo hasta que se detenía en el botón rosado del clítoris y te lo chupaba ávidamente. Aquello se volvió un carrusel en el que tu hermano y sus cuatro amigos giraban alrededor de ti turnándose en las distintas posibilidades; así, mamaste todas las vergas, todos te mamaron los senos y la rajadita y te acariciaron y los acariciaste a su antojo. Finalmente deseabas intensamente ser penetrada y a gritos se los pediste. Ante el desconcierto, ya que ninguno de ellos tomaba la iniciativa, te sorprendiste y los sorprendiste diciéndoles: -todos me van a coger, los quiero a todos dentro de mí-. Dicho esto jalaste a Julio hacia ti, tomaste su erecta verga, la dirigiste a tu rajada y te la metiste con la facilidad que te daba estar completamente mojada por la saliva de las mamadas que te habían dado y por tus propios jugos. Julio embestía con vigor y tu respondías moviéndote y apretándole la verga con verdadera maestría. Cuando estaban a punto de venirse, Julio se levantó y, a instancias de tu hermano, te pidieron cambiar de posición; así, Julio se acostó en la mesa y tu te insertaste en su verga y empezaste a subir y bajar con intensidad. Mientras tanto, tu hermano Ernesto se colocó detrás de ti, apartó tus nalgas y metió con facilidad un dedo en tu culo que también estaba mojado de saliva, esa acción te hizo distender los esfínteres y prepararte para recibir por primera vez una verga por ese conducto. Estabas tan excitada y habías llegado tan lejos que ni siquiera pensaste en poner reticencias a ser sodomizada y que el que lo fuera a hacer, por vez primera, era tu hermano. Éste, dirigió la punta de su verga a tu culo y tomándote de las caderas te la fue introduciendo suavemente, sintiendo como se te abría el estrecho conducto y como chocaba su verga con la verga deJulio en la que estabas ensartada por delante; ambas vergas se fraccionaban separadas por un membrana de carne, pero además, otro muchacho te metía la verga en la boca y se la chupabas con verdadero deleite y los otros dos te chupaban un seno cada uno mientras se masturbaban; esas sensaciones te llevaron al limite de tu resistencia y empezaste a venirte como loca, lo que desató al unísono las eyaculaciones de tus amantes que descargaron casi al mismo tiempo en tu rajadita, en tu culo, en tu boca y sobre tu cara y cuerpo.

Descansaron un rato, todos estaban de buen humor y festivos, y volvieron a calentarse y acelerarse las pasiones. Volviste a ser cogida por delante y por detrás, a chuparles la verga a todos, a chuparte los pechos; en fin todos te cogieron y se vinieron por delante y por detrás y en tu boca y tu sentiste una cadena casi ininterrumpida de orgasmos, hasta que todos quedaron colmados v tu totalmente rebosada de semen, satisfecha, muy satisfecha, aunque un poco adolorida, y ... exhausta.

Al despuntar el alba, tomaste las llaves del carro y te fuiste a tu casa dejando a tu hermano y a sus amigos dormidos; exhaustos y satisfechos. Seguramente soñando con la experiencia que acababan de tener contigo. Llegaste a tu casa, te diste un baño y descansaste todo el domingo; dormiste prácticamente hasta el otro día y te abandonaste a no pensar ni en lo que había pasado, ni en lo que te esperaba con Baltazar y tu hermano en el futuro. Aceptaste que te gustaba Y no te importaba entregarte desenfrenadamente al placer-, después de todo, pensaste sonriendo, hay quienes tienen un destino manifiesto.