Mi cuñada (III: Donde las dan las toman).


Comimos en la terraza, junto a la piscina la situación era para mí muy tensa, ya que a los remordimientos por el "afaire" con mi cuñada se unía los nervios debidos a la obligación de contárselo todo antes de que llegara la noche, ya que era ese el límite que había marcado Mª José para que me sincerara con su hermana.

La conversación principal durante la comida fue el surf y su aprendizaje. Julia y el marido de Mª José parecían muy contentos. Pedro, que así se llamaba el marido de mi cuñada, alabó los grandes avances realizados por mi mujer. La comida fue regada por un fantástico vino de Oporto, cortesía del dueño de la casa. Después del postre y los licores la conversación se hizo más alegre. Julia, en tono de confesión, nos informó de que practicando con la tabla habían llegado a una pequeña cala ya al límite de sus fuerzas y cual había sido su sorpresa cuando vieron que se trataba de una playa nudista. Pedro sonreía nerviosamente al oír la historia de labios de Julia. Julia prosiguió con el relato:

"Habría unas diez personas, una familia con dos hijas adolescentes, una pareja de hombres que debían ser gays y un par de parejas hetero. Pedro todavía tenía fuerzas para subirse a la tabla pero yo no podía con mi alma, así que me senté a descansar. No pasó mucho tiempo cuando se acercó un señor, el que estaba con la familia, a recriminarnos por no ir desnudos, como ya a mi no me gusta hacer nudismo pero dadas las circunstancias no tuve más remedio así que me quité el tanga. ¡ Hay que ver a tu marido lo que le costó hacerse el ánimo hermanita!. Tuve que insistir, el quería que nos fuéramos a otra playa pero yo necesitaba un largo descanso. Parecía un chiquillo todo ruborizado pero al final también se deshizo del bañador."

Mª José me lanzaba alguna mirada cómplice y sonreía. Julia, que se había pasado con el vino, comenzó a hacer bromas sobre Pedro, diciéndole a su hermana la suerte que tenía de tener un ejemplar de hombre como aquel a su disposición, que era el tío más impresionante que había visto en mucho tiempo y que solo se contenía por ser el marido de su querida hermana. Todo este discurso, que aparentemente tenía un marcado tono de humor parecía también contener una parte de verdad. Mª José le siguió la broma y contraatacó diciendo que no sabía de que se quejaba si ella también tenía un pedazo de hombre como la copa de un pino, refiriéndose a mí, claro está. Ambas reían pero a mi todo aquello empezaba a no hacerme ninguna gracia. Mi mujer siguió con el juego: "Pues nada, dijo, si tanto te gusta mi mar! ido y dado que somos hermanas y siempre lo hemos compartido todo vamos a hacer una cosa vamos a dormir la siesta, o lo que sea, cada uno con el marido de la otra, ¿vale?."

"Vale." -dijo Mª José- "¿ y vosotros que decís chicos?". Yo no sabía que decir, la idea de volver a explorar las interioridades de mi cuñada me atraía con fuerza, sin embargo el que Pedro se cepillara a mi mujer no me hacía ninguna, creo que un poco por el miedo de que se lo hiciera mejor que yo. "Pues…."-dije-"¿…no os parece que nos estáis tratando como a objetos?." Ellas no paraban de reír, aunque conociendo a Julia como la conocía, distinguí claramente la excitación en su mirada. Mª José hablo a su marido unos segundos al oido y este resolvió el momento de confusión ofreciéndole una mano a Julia. Julia sonrió nuevamente cada vez y desapareció con su cuñado por la puerta de la habitación.

Yo me quedé perplejo. Una cosa es que yo fuera un maldito cabrón y me lo hubiera montado con mi cuñada y otra muy distinta que mi propia mujer, delante de mis narices se fuera con otro a la cama y además ese otro era el marido de su hermana.

Mª José me increpó: "¡No seas hipócrita Angel! ¿No veías los sobeteos que se daban esta mañana con la excusa del surf?. Además, ¿no has sido tu el primero en mover pieza?. Me sirvió un vodka muy frío, como a mi me gusta y se sentó en mi regazo. Yo solo estaba atento a los sonidos que salían de la habitación donde se habían encerrado pero no se escuchaba nada. Mª José sonrió maliciosamente se acercó el dedo a los labios en señal de que no hiciera ruido y me invitó a seguirla.

Yo no sabía que se proponía pero ante la alternativa de quedarme solo escuchando los gemidos de mi mujer con otro o seguir a mi cuñada opté por lo segundo.

Me guió al exterior de la casa y subió por unas escaleras que conducían a una pequeña terraza que por lo que yo había visto hasta entonces utilizaban habitualmente para tender. La terraza estaba separada del tejado de la casa por una pequeña vaya de un metro de altura. Saltó la vaya y avanzó por el tejado, yo la seguí un poco desconcertado ya que esperaba algo de carácter más sexual que una excursión por los tejados de su casa. Pronto me di cuenta del objetivo de la excursión. Sobre la pared abuhardillada de la habitación que en este momento ocupaban mi mujer y Pedro se una ventana de estas de techo y era exactamente allí donde me había llevado Mª José, que ya estaba mirando con mucha atención hacia el interior.

Me senté lo más cómodo que pude sobre el tejado y me asomé para ver el espectáculo. La situación era la siguiente, Pedro lamía ávidamente los flujos vaginales de mi mujer mientras ésta se retorcía de placer mientras se metía en la boca un artilugio que desde mi posición no podía identificar. Mª José también estaba un poco extrañada, en un susurro me indicó que aquello era una doble polla de esas que usan las lesbianas, que la guardaba ella en un cajón y que sólo le había comentado a su hermana su existencia. Una vez reconocido el instrumento en cuestión la imagen fue más clara: Pedro le estaba realizando una comida de coño memorable y mi mujer aumentaba su excitación y la del cabrón de Pedro metiéndose la polla de juguete en la boca. Los espasmos de mi mujer iban a más y y! o sabía que estaba llegando al clímax. Hasta nosotros ya llegaban los gritos de Julia que tuvo un orgasmo interminable. Me giré a ver a Mª José y la descubrí masturbándose lentamente. La verdad es que yo también estaba muy excitado, de forma que me aproximé a mi cuñada con cuidado de no hacer ruido y de no caerme. Pasé mi mano por su raja y rápidamente me dí cuenta de lo excitada que estaba. "¡Métemela ya, por favor!" suplicó.

Dado lo complicado de la situación, parecíamos destinados ha hacerlo siempre en lugares con poca estabilidad, ella me dio la espalda y se sentó sobre mi cipote, clavándoselo hasta el fondo. En esta situación poco podía ayudar de forma que la dejé hacer. Yo aplastaba sus pechos con ambas manos mientras ella cabalgaba locamente. No tardamos mucho en corrernos, cuando noté que empezaba a irme desplace una de mis manos de su pecho a su clítoris, moviéndolo en círculos, ella no lo pudo soportar más y nos corrimos a la vez.

Agotado me recosté sobre la espalda. Ella se echo encima de mí sin dejar escapar todavía mi aparato. Me giré un momento con curiosidad por saber si ya habían terminado allí abajo pero no fue así.

Julia, armada con el mismo consolador que antes estaba sorbiendo estaba dando por culo a Pedro. Al parecer ambos disfrutaban de lo lindo ya que como ya he dicho antes era un consolador a dos bandas. Yo miré extrañado a Mª José y esta me confirmó que Pedro era bisexual y que de vez en cuando se buscaba un amiguito para desfogarse. Lo que más me excitó de la situación fue la visión de Julia en el otro extremo de la relación y la naturalidad con que lo hacía acariciando los huevos de Pedro con una mano y masturbándolo con la otra. Al poco tiempo los músculos de Pedro se tensaron y eyaculó con fuerza. Ambos se tumbaron plácidamente en la cama.

Mª José y yo bajamos en silencio del tejado y nos fuimos a dar un baño a la piscina. Por supuesto y después de todo aquello el bañador ya no hacía falta para nada.

Continuara …