Convalecencia.


Me llamo Sergio y hacia medio año que vivía en un piso, con mi amigo Jóse. Nos habíamos juntado para hacer realidad todas nuestras fantasías sexuales. Eramos bisexuales y lo pasábamos muy bien, pero notábamos a faltar la presencia de alguna mujer y la estuvimos buscando hasta que un dia, en el periódico vimos un anuncio de una chica cubana llamada Josefina, que se ofrecía para atender labores del hogar. Nos pusimos en contacto con ella y resulto ser una monada de criatura, . Nos contó que unos hombres la habían engañado para venir a España a trabajar de peluquera, pero resulto que la hacían prostituirse y ella se había negado y escapó. Aquel mismo día la contratamos y se instaló en nuestra casa. Era una chica joven muy simpatica y le compramos ropa de criada, falda por encima de las rodillas, camisa blanca abrochada por delante, delantal, medias, zapatos de medio talon y cofia. Era bastante alta, morena, con un culo y unos pechos, que no parábamos de mirar de reojo mientras limpiaba el polvo. Insinuamos en varias ocasiones nuestras intenciones, pero ella hábilmente se evadía. Por trabajadora, por su simpatía, su buen hacer, fueron echando por el suelo nuestras pretensiones y poco a poco, fuimos tomándole cariño y desistimos en nuestros intentos.

Cocinaba estupendamente y limpiaba todo el piso, menos una habitación que era nuestro nido de amor. Lo teníamos muy bien preparado, era una habitación amplia, una de las puertas daba a un aseo, en el centro había una camilla y desde el techo bajaba un foco articulado que la iluminaba, una gruesa barra de hierro quedaba suspendida y clavada entre dos paredes, una litera con dos camas, teníamos un armario con un gran espejo en su puerta, unas anillas colgaban también del techo, un arcón con todo tipo de consoladores, vibradores y artefactos para el goce, un televisor para ver películas porno, una cámara de vídeo en un trípode, un amplio y cómodo sofá, unas sillas, un estante con aceites y cremas lubrificantes. A Jóse le gustaba mucho magrearme y como casi todas las noches después de cenar, íbamos a la habitación para disfrutar. Esta vez, quiso que me sentara en una silla delante de la litera, él se sentó en ella y abrió mi bragueta. Mientras hablábamos, jugaba con el pene flácido, le gustaba verle crecer entre sus dedos. Primero paseó el pulgar por el lomo. Tiraba la ropa atrás para verme todo el miembro. Luego meneó mucho el pulgar, encima del glande. La cosa empezaba a tomar consistencia y apretó el glande, para hacer salir un poco de liquido precoital. Lo descapulló un poco y con la yema del dedo meñique esparció el liquido por la punta. Lo giro, para hacer lo mismo en el frenillo. Tenia el pene erecto y pronto me haría sacar los pantalones. Lo cogió y le dio una buenas sacudidas. Se agachó para besarme la punta y me hizo desnudar de cintura para abajo. De pie delante de él, mientras me pajeaba lentamente, beso mis testículos y se metió uno en la boca, para chuparlo y tirar de él suavemente. Me hacia separar mucho las piernas y besuqueando, succionando, lamiendo, subía por la parte interna de los muslos, desde las rodillas hasta la base de la piel de los testículos. Le gustaba hacerme sufrir y ponerme bien cachondo. Con los labios, aprisionaba la piel de la bolsa de las bolas, tirando de ella con delicadeza. No dejaba ni un milímetro por estirar y estrujar. Puso sus dos manos en mis caderas y estuvo un buen rato lamiéndome el pene, desde los testículos hasta la punta del glande. Apartando los testículos mordisqueaba y lamía las ingles. Metía lentamente el pene dentro de su boca hasta que sus labios tocaban los pelos del pubis, manteniéndole atrapado fuertemente entre sus labios y hacia leves movimientos con su cabeza. Lo dejaba salir y cuando solo tenia la punta dentro, lo succionaba con ansia. Se aproximaba el final. Puso una almohada encima del respaldo de la silla y me hizo apoyar la pelvis encima, los brazos colgando a los lados de la silla, los pies encima de la cama, uno a cada lado suyo y las rodillas un poco flexionadas. Quedando el culo y los testículos colgando a cuatro dedos de su cara. Meneó la piel de la bolsa de los testículos, para hacerlos bailar. Los apretujaba con las dos manos. Los lamía, los succionada uno a uno con la boca. También se los metió los dos juntos y sacudió su cabeza. Luego fue barriendo con la lengua desde el frenillo, hasta llegar al borde del ano. Cogió el falo con la mano y empezó a pajearlo lentamente, mientras bordeaba con la lengua todo el ano. Lo besó y lo lamió mientras meneaba el pene. Mis rodillas empezaron a temblar. Paraba. La meneaba deprisa. Despacio. Le gustaba tenerme al filo del orgasmo. Abrió el ano todo lo que pudo. Me estaba lamiendo el borde del ano. Yo, pataleaba, agarrado en la silla. Ahora metía un poco la lengua dentro. Los meneos eran muy enérgicos...

- ¡ Me corro! ¡ Me corro!

Sin piedad, me clavo su dedo dentro del culo y un gran chorro de esperma salió disparado. Me deslice por la silla, hasta el suelo con grandes convulsiones orgasmicas. Jadeaba en el suelo, él con un pañuelo secó el sudor de mi frente. Luego trajo un cubata fresco y nos fumamos un cigarro tranquilamente.

- ¿Qué quieres que te haga? _ dije _

- Es tarde. _ respondió _

- ¿Te hago una rápida con el vibrador?

Aceptó. Lo desnudé y lo até por las muñecas en la barra de hierro. Le abrí las piernas y estuve masajeando el lado interno de los muslos, el culo, los testículos y el pene, hasta que la puse tiesa y dura. (Él miraba lo que le hacia a través del espejo). Cogí una cinta de ropa un poco ancha y de un metro y medio de larga. Más o menos por la mitad de la cinta, hice un nudo aprisionando el pene y luego hice otro nudo en su espalda. Quedó el pene erecto, pegado a la barriga. Puse pinzas de tender la ropa aprisionando sus tetillas y dos en la bolsa de los testículos. Cogí el vibrador y me puse detrás de él, para que pudiera mirarse en el espejo y fui pasandolo por el pene, mientas le acariciaba el culo y le mordisqueaba la nuca. Jadeaba, aquello le gustaba mucho. Apreté el vibrador encima del frenillo y no lo saqué hasta que se corrió. Se corrió estrujándole los testículos con mi mano. Lo sujeté mientras tenia contracciones orgasmicas. Lo desaté y nos vestimos el uno al otro.

Aquella noche al pasar por delante de la habitación que dormía Josefina, oímos que se quejaba, entramos y nos dijo que le dolía mucho la barriga. Llamamos al medico y resultó que la tuvieron que operar de apendicitis. La operación fue muy bien y cuando llegó a casa convaleciente, le regalamos un ramo de flores y la cuidamos como a una hija.

No la dejábamos trabajar porque la herida estaba reciente y no tenía que hacer esfuerzos; cada noche después de cenar, nos sentábamos en su cama para hacerle un rato de compañía y una noche notamos que disimuladamente se rascaba mucho el pubis y nos dijo...

- Me han afeitado esto (señalandoselo) y ahora me pica mucho.

- Nosotros tenemos una crema que te iría muy bien. ¿Quieres que te la pongamos? _ Le dije en broma _

Hubo un silencio total durante medio minuto. Nuestras caras cambiaron y nos fuimos mirando el uno al otro y al final ella rompió el silencio y dijo...

- Sois muy buenos conmigo y sé que os gustaría mucho hacérmelo. Además, seguramente haríais correrme y no puedo hacer esfuerzos, la herida se podría abrir... No sé que decir...

Ni ella ni nosotros dijimos nada más. Le acariciamos las manos y la frente. Jóse fue a buscar la crema y se sentó otra vez a su lado. Ella respiraba agitadamente, estaba ansiosa, le picaba el pubis y todo. Estaba sentada en la cama, apoyando la cabeza en la almohada. Levaba una chaqueta de pijama muy fina abrochada por delante que empece a desabrochar. Jóse puso un dedo delante de sus labios indicándole que callara. Dejé la chaqueta abierta y pudimos contempla aquellos pechos redondos, que subían y bajaban acompasados por la agitada respiración. Los manoseamos con nuestras cuatro manos a la vez, mientras la mirábamos a los ojos. Le besamos la comisura de los labios, la frente, el cuello, los ojos. Ella, con sus manos levantó más sus pechos, para ver bien lo duros que se le habían puesto los pezones. Los chupamos. Los lamimos. Sacamos las almohadas, dejándola completamente estirada encima de la cama. Nos levantamos y fuimos bajando la sabana; las bragas eran preciosas. Deje la sabana en el suelo y nos desnudamos, para sentarnos otra vez uno a cada lado suyo.

- Tengo miedo que con las contracciones del orgasmo, se abra la herida, además soy virgen. _ repitió y confesó, Josefina _

- Respetaremos tu virginidad y la cicatriz es muy pequeña. No te pasará nada. Queremos hacerte gozar mucho. Cuando notes que vas a correrte nos avisas _ dijo Jóse _

Cuidadosamente, la cogí por las caderas y la levanté un poco para que Jóse le pusiera una almohada debajo del culo y abriera sus piernas lo suficiente, para ver y tocar bien, toda su intimidad. La braga desaparecía en la hendidura de su sexo, dejando perfectamente marcados sus gruesos labios y sus ingles eran blancas como la leche. No sabíamos por donde empezar. Yo fui el primero en pasar un dedo por la rajita que marcaba su braga. Ella estaba ansiosa y abrió un poco más las piernas. Pellizqué suavemente los dos labios juntos. Jóse miraba lo que le hacia y cogía el muslo cerca de la ingle. Estuve un rato apretujando su sexo con mi mano. Luego fue Jóse, quien se lo magreó todo. Turnándonos lo llenamos de besos. Ella gemía dulcemente y meneaba un poco el culo. Le lamimos las ingles, rozando la lengua por el borde de la braga. Metí la lengua por debajo de la braga, paseándola por la rajita. Las piernas no las podía abrir más y empujaba su sexo a mi lengua. José apartó un poco la braga por la ingle y le acaricio suavemente un labio con los dedos, luego acercó su boca, lo chupo. Tiró de él aprisionándolo entre mis labios.

- Me voy a correr. _ Dijo, jadeando _

Paramos. Juntamos sus piernas, haciéndole levantar un poco el culo para bajarle las bragitas por la parte de atrás. Jóse le hizo sacar la lengua, para chupársela y yo, con las manos abiertas fui bajando y enrollando las bragas, hasta dejarlas hechas una fina tira, que solo tapaba un poco la rajita de su sexo. Besé todo su vientre. Jóse le lamía las aureolas de los pezones. Ella, gemía. Acaricié un rato su pelvis, bajé un poco la tira de braga y asomó el clítoris, Jóse también miraba. Puse un dedo encima del clítoris y lo meneé un poco.

- ¡ Me corro!

Paré, tenía el orgasmo a flor de piel. Continuaba con las piernas juntas y las levanté para terminar de sacarle las bragas. Ella no podía estarse quieta y se retorcía levemente. La sujetamos y esperamos un poco, le provocaríamos un orgasmo, pero un poco más tarde. La contemplábamos desnuda con las piernas juntas y el sexo depilado. Cuando pareció que estaba un poco más tranquila, turnándonos, pasamos nuestras lenguas por el medio de su rajita, le chupamos los labios juntos y por separado, Abrimos sus piernas y los labios de su sexo, para verle su himen virginal, que lamimos apasionadamente. Ella volvía a retorcerse y a gemir. Con los dedos abrimos y cerrábamos la boca del amor. Sujetando los labios muy abiertos, Jóse puso un dedo encima de la capucha del clítoris, empujó y asomó la punta de su clítoris tieso, duro y bañado con los jugos de su sexo como si fuera un diminuto pene erecto. Estuvimos un buen rato, acariciando y lamiendo toda aquella zona. Ella estaba al filo del orgasmo y notábamos que tenia pequeñas sacudidas. Fui bajando el dedo empapado con el jugo de su sexo por la hendidura de su sexo, hasta que llegue a su estrella plisada; empuje y fue entrando lentamente hasta que los nudillos de mis dedos, rozaron sus labios abiertos. Giré la mano. Ella se arqueó temblorosamente y con todo mi dedo escondido en su culo, dijo...

- ¡ No puedo más! ¡ Me corrooo...

Le bombeé el dedo con energía. Jóse le campaneó el clítoris con la lengua y colocó su mano encima de la pequeña herida, para sujetar las contracciones que empezaban en aquel momento

- ¡ Aaaggg!

Ella se apretó los pechos y se corrió; tuvo contracciones y estremecimientos orgasmicos durante un buen rato. Quedó extenuada. No nos movimos de su lado hasta que se quedó dormida. Estuvimos mirando y rozando con la yema de nuestros dedos todos sus encantos. Jóse se sentó a mi lado y me hizo una paja, mientras que yo, ponia el dedo entre sus labios, acariciando su virginidad. Luego correspondí a Jóse con un francés bien trabajado, mientras que él, mantenía todo su dedo metido en aquel culo redondo y alto.

A la mañana siguiente, le regalamos otro ramo de flores y sin abusar de ella, le pusimos una poco de crema suavizante en el sexo, la pasada noche con la emoción del momento, se nos había olvidado.

- Tengo ganas de curarme bien y poder devolver las caricias y tocamientos que me habéis hecho ésta noche. Tenemos que repetirlas. _ dijo Josefina mientras nos daba un beso _

- Cuando puedas levantarte, te enseñaremos nuestra guarida de amor. _ le dije _

Ella descansaba tranquilamente en la cama y fuimos a comprarle ropa interior erótica.

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