Ataduras,
tortura y placer.
Mari,
recivira de su esposo un regalo sorpresa muy especial, muy erotico y sensual,
hasta ahora jamás experimentando tratandose de bondage y algo de sado-maso...
que la llevará hasta las mismisimas puertas del extasis y por la que quedará
sumamente agradecida.
Historia de una pareja en su
primer encuentro con el sado.
Mari es una mujer de 22 años, de
figura delgada y muy bien proporcionada, no muy alta, con senos pequeños pero
firmes y pezones marrones que se ponen duros con mucha facilidad.
Francisco es un hombre de 28 años,
con figura fuerte, no muy alto, de gestos toscos pero bastante atractivo.
Ellos son novios desde hace año y
medio y realizaron una forma diferente de sexo cuando cumplieron un año.
Francisco le hablo por teléfono y
le dijo que se verían a una hora determinada en un hotel que ella conocía para
festejar su aniversario. Sus palabras fueron: "Te tengo una sorpresa muy
especial".
Ella se vistió y se fue a su
encuentro con su amado.
Al llegar ahí toco la puerta y
este le abrió, el lugar estaba adornado con velas, había una botella con hielo
y dos copas junto a la cama, en una silla se encontraba una maleta bastante
grande, ella se sorprendió pues no pensaba que se fueran a quedar muchos días
en ese lugar para que Francisco llevara maleta, pero no hizo preguntas.
La besó y la hizo pasar.
Se sentaron en la cama y
comenzaron a brindar, después de un par de copas Francisco le dijo a Mari que
ese día iba a ser muy especial, que solo se relajara y disfrutara: "Es
algo que nunca olvidaras".
Sacó un pañuelo negro de su
bolsillo y le vendó los ojos con él. Mari estaba sorprendida pero no dijo una
sola palabra.
Francisco le pidió que se
comenzara a desvestir muy lentamente, así lo hizo ella, comenzó por su blusa
blanca y algo transparente que dejaba notar su sujetador, botón por botón,
después dejó caer su falda para mostrar sus lindas piernas, muy bien formadas
por el gym, no llevaba medias pues era una noche calurosa. Después se
desabrochó el sujetador de encaje blanco y por último dejó caer sus braguitas.
Cuando hubo concluido Francisco la
condujo a la cama y la recostó.
Mari escuchó como abría la maleta
del fondo y sacaba algo, eran unas esposas, con las que él la esposó al barrote
central de la cabecera de la cama.
"¿Qué vas hacer?"
preguntó sorprendida.
"Confía en mi, te va a
gustar".
Después sacó de la maleta una soga
y le ató los pies a las patas de la cama, de tal manera que tuviera las piernas
abiertas sin poderlas cerrar en ningún momento.
Cuando Mari estuvo completamente
inmóvil, Francisco tomó un hielo de la cubeta donde se encontraba la botella y
comenzó a pasarlo por el cuerpo de Mari, muy lentamente, primero en los senos,
los cuales comenzaron a endurecerse por la excitación que sentía, para después
ir bajando hasta su vagina, en donde metió el hielo con fuerza, junto con otros
tres hielos para dejarlos derritiendo ahí.
Mari estaba muy excitada y gemía
de placer.
Francisco se volvió a alejar y
tomó una de las velas.
Mari no podía ver nada, tan solo
sentir y de pronto sintió como algo quemaba su piel suave y rosada, era la cera
de la vela que Francisco estaba dejando caer sobre ella. Mari comenzó a
quejarse pero él le dijo que se callara y disfrutara o que la iba a amordazar.
Ella guardó silencio y comenzó a
sentir que le estaba gustando lo que Francisco estaba haciendo con ella. Él
quemó con la cera sus senos, su vientre y por último sus labios vaginales, todo
lo hizo muy lentamente.
Después quitó los residuos que
habían quedado en los senos de Mari y comenzó a lamerlos, Mari comenzó a gemir
de placer, cuando estos estuvieron muy duros, ella sintió una presión muy
grande sobre sus pezones, eran un par de pinzas que Francisco había colocado,
unidas por una cadenita. Francisco siguió lamiendo el cuerpo de Mari y de vez
en cuando jalaba la cadena. Mari ya no sabía lo que sentía, su excitación por
la mezcla de dolor y placer que no paraba de gemir.
Francisco llegó a su clítoris y
comenzó a lamerlo con rapidez, hasta que Mari llegó al orgasmo, pero el no se
detuvo, siguió lamiéndolo para que ella se volviera a excitar y lo logró,
cuando casi llega a un segundo orgasmo él se detuvo y colocó otra pinza en su
clítoris con una pequeña pesa colgando de ella, esta era mucho más dolorosa que
las que tenía en sus pezones.
Francisco se alejó un poco y
observó a Mari como se revolcaba en la cama por el placer y el dolor que le
ocasionaba la tortura, después de unos minutos el se acercó nuevamente y de un
jalón le quitó la pinza del clítoris y le metió salvajemente su verga bastante
dura por ver a Mari en esa situación, hasta que ambos llegaron al orgasmo,
después le dio otro fuerte tirón a la cadena de las pinzas de los pezones y se
las arrancó, estos estaban rojos y Francisco comenzó a lamerlos tiernamente.
Por último desató a Mari, le quitó
la venda y la beso y acarició dulcemente. A Mari las únicas palabras que le
pudieron escapar de su boca fueron: "Me encantó amor, que hermoso regalo
de aniversario".
Venus.