Ama y
esclava (III).
Dolor
y placer
Después del primer encuentro cara
a cara con mi esclava, ella -una compañera de trabajo- me confesó
Había probado a mi esclava
humillándola y estaba satisfecho del grado de sumisión que había conseguido de
ella. Pero deseaba someterla a la prueba de fuego, verificar su capacidad de
resistencia al dolor. Es así que se diferencian los verdaderos esclavos de los
simples sumisos, los que de verdad practican el sado de los que simplemente se
recrean con su estética fetichista de cuero, correas y látigos.
Se trataba de un reto que quise
preparar concienzudamente. Para que mi esclava se mentalizara, le di una cita y
al mismo tiempo deslicé en un cajón de su mesa de trabajo unas pinzas de
aquellas que están unidas por cadenas
Cuando se presentó ante mi el día
convenido , se arrodilló, se descubrió el pecho y me sorprendió mostrandome sus
tetas hermosas y enrojecidas, atrapadas por aquellas pinzas. Ella misma se las
había colocado
Me las he puesto para complacer a
mi señor
Muy bien , esclava. Veo que
entiendes perfectamente lo que tu amo espera de ti. Ahora te desnudarás
completamente, te calzarás aquellas botas altas, altísimas, que tanto me
excitan y te colocarás a cuatro patas en el suelo de la habitación, aguardando
mi llegada. Quiero verte como una perra.
Estaba excitado. Al verla la polla
me había dado un fuerte tirón y cuando fui a buscarla a la habitación y la
encontré tal como le había ordenado, a cuatro patas sobre el suelo, la cabeza
baja, su precioso culo al aire, la tentación fue irresistible.
Sin poderme contener, le separé
las nalgas con mis manos y se la metí dentro, muy adentro, con un par de golpes
certeros.
Aaaggg! Le dolió, pero rápidamente
controló su reacción.
Que polla tan enorme, mi amo. Mi
culo es pequeño para ella.
Pues te la meteré toda, y tan
adentro que casi te saldrá por la boca
Aaaggg! Gimió una y otra vez a
causa de mis embestidas, que ni yo mismo podía controlar
Me corrí rápidamente,
absolutamente electrizado. Luego hice que me limpiara la polla chupandola y se
la restregué por la cara mientras ella, que empezaba a conocer bien mis gustos,
se relamía buscando con la punta de la lengua los restos de mi semen.
Soy tu perra y sólo deseo ser
amamantada con tu leche, mi amo. Damela siempre que lo desees y la degustaré
como el manjar mas exquisito.
Lo tendrás siempre que lo
merezcas, perra, y ahora quiero que pruebes mis meadas, que serán para tí la
mas dulce de las bebidas.
Dicho esto empecé a mear sobre su
cara y vi como abría la boca esforzándose por tragar algo mientras el líquido
dorado resbalaba sobre su cuerpo hasta llegar al suelo. Al final, la esclava
quedó en el centro de un gran charco, completamente remojada.
No sé si lo habeis experimentado,
pero en cualquier caso no os resultará dificil imaginar que una lluvia dorada
es una de las cosas que mas refuerza la sensación de infinita superioridad y de
dominio del amo sobre la esclava porque se trata de algo sumamente humillante.
Así pues, gocé de verdad de este
placer sadomasoqiista y acabé ordenando a la esclava que limpiase el suelo
antes de continuar la sesión. Naturalmente, lo hizo con su propia lengua,
concienzudamente, pasandola una y otra vez, mientras yo la observaba
completamente empapada por el dorado líquido. Me aparté y al rato la vi
acercarse andando a cuatro patas,. Se detuvo junto a mis pies y sin levantar la
cabeza me dijo suavemente: estoy lista, mi amo.
Entonces decidí que había llegado
la hora de los azotes. Primero la hice subir sobre la mesa y la obligué a
permanecer a cuatro patas sobre ella para observarla con mayor comodidad y
detenimiento, gozando de la contemplación de cada una de las partes del cuerpo
de mi esclava y de la idea de que me pertenecía totalmente. Disfruté apreciando
la suavida d de su piel, la redondez de su culo, sus pechos balanceandose, sus
piernas enfundadas en aquellas botas de tacón alto que ahora apuntaban al
infinito, sus orificios a mi entera disposición.. La vista era perfect
Al rato empecé a golpear su culo
con una palmeta porque se encontraba en la posición idonea para ello. Ella
resistió bien el castigo, unos 15 o 20 azotes en total que le dejaron las
nalgas levemente sonrosadas
Luego hice que bajara de la mesa y
colgué sus brazos de sendas cadenas que pendían del techo. También sujeté sus
piernas mediante una barra rigida, de forma que quedaron completamente
abiertas.
Estaba totalmente indefensa,
desnuda e inmovilizada con los brazos y las piernas en forma de aspa. Para
aumentar el morbo de la escena apagué las luces y dejé la habitación en
penumbra, iluminandola unicamente con unas cuantas velas que proyectaban
sombras espectrales.
En aquella atmosfera tenebrosa
sólo podían oirse el sonido metálico de las cadenas y la respiración
entrecortada de la esclava.
Me coloqué a su espalda de forma
que no podía verme y agarré un látigo. De pronto descargué unos cuantos
trallazos en el suelo. El silbido de las correas en el aire y el chasquido que
producía su impacto la pusieron en tensión.
Acto seguido me puse frente a ella
y empecé a descargar en su cuerpo una larga serie de azotes, no muy fuertes
pero constantes. La castigué especialmente en los flancos y sobre los pechos,
todavía enrojecidos a causa de las pinzas.
Antes de lo que esperaba empezó a
suplicarme que me detuviera.
No mi amo, te lo suplico. Por
favor, no me azotes mas. Haré lo que quieras. Besaré tus pies. Me arrastraré
ante ti como un gusano...
Mi única respuesta fue aumentar el
ritmo de los azotes, a lo que ella reaccionó apretando los dientes y dejando
caer su cabeza, derrotada, abandonado cualquier resistencia.
Cuando consideré que era
suficiente agarré unos cubitos de hielo y se los restregué por todo el cuerpo.
Uno se lo introduje en la vajina y otro en la boca. Ella se esforzó por
retenerlo un rato, aunque al final lo expulsó
Con que permiso lo hiciste, le
grite
Lo siento, mi amo. Te juro que no
volverá a suceder. Tu esclava sólo desea complacerte...
Con toda mi mala leche le escupí
en la cara, cortándola en seco. El salivazo resbaló sobre su rostro sin que
ella pudiese hacer nada...
Con que permiso lo hiciste, le
grite
Lo siento, mi amo. Te juro que no
volverá a suceder. Tu esclava sólo desea complacerte...
Con toda mi mala leche le escupí
en la cara, cortándola en seco. El salivazo resbaló sobre su rostro sin que
ella pudiese hacer nada...
Acto seguido le puse un consolador
en la boca para silenciarla y me dediqué a castigarle las enrojecidas tetas,
pellizcándolas y colocandole de nuevo las pinzas que había traído
El dolor hizo acto de presencia en
su cara. Entoces empecé a masturbarla, con lo que su expresión cambió
rapidamente. Cerró los ojos tratando de apurar un placer que ella misma sabía
que no iba a llegar hasta el final
Le introduje los dedos en la
vajina, jugué con su clítoris, di largas pasadas con la palma de la mano y
cuando noté que su coño estaba completamente húmedo y que su cuerpo empezaba a
moverse acompasadamente esperando el orgasmo me detuve Colgué dos pequeñas
pesas de sus labios vaginales para que empezase a acostumbrarse a su presencia
y pude oir sus gemidos mientras se las colocaba. Sin embargo, el consolador que
le taponaba la boca le impedía gritar y la posición en que se encontraba,
inmovilizada en forma de aspa, la dejaba co mpletamente a mi merced.
Verla así me excitaba. Sentía que
mi dominio sobre ella era total y percibía que la esclava había entrado
perfectamente en el juego sadomasoquista puesto que no ofrecía la mas minima
resistencia a pesar del dolor y de la humillación crecientes. Para prolongar la
escena le cambié el consolador que tenía en la boca por una de las velas con
que iluminaba la habitación. La apretó fuertemente con sus labios, como si
estuviera succionando mi polla. Manteniendo la vela encendida en su boca la
obligué a inclinar ligeramente la cabeza hacia atr ás. Al rato las gotas de
cera caliente empezaron a resbalar sobre su barbilla, cayendo sobre su pecho y
formando sobre el una costra cada vez mas gruesa. Su piel, senmsibilizada por
los azotes y las pinzas, debia La mantuve de esta forma durante mas de un
cuarto de hora, hasta que la llama de la vela empezó a debilitarse. Entonces la
liberé de sus ataduras y la besé en la boca, introduciendo mi lengua en ella,
para demostrarle que estaba satisfecho de su compprtamiento. Me correspondío
durante un rato per o subitamente se apartó de mi y se agacho, besandome los
pies. Sin dejar de hacerlo, oí que me decía:
Acabas de demostrarme tu
supremacía y tu autoridad sobre mi, mi amo. Me has enseñado lo que es un amo de
verdad con la dureza de tus castigos y el morbo con que me los aplicabas. Me
han dolido, pero te confieso que he gozado y que quiero seguir gozando cada día
mas. A tu lado no deseo ser mas que una perra ansiosa y para demostrartelo me
humillo ante ti y te beso los pies.
Sorprendido por su reacción me fui
retirando hacia atrás poco a poco mientras ella se arrastraba y me seguia sin
cesar de adorarme. Al fin pude alcanzar la fusta que tenía preparada y le
propiné dos fuertes azotes creyendo que así ibamos a terminar. Ella levantó la
mirada y me sorprendió nuevamen te diciendome: más, mi amo, por favor, dame mas
No pares nunca. Hazme estallar de gusto al ritmo de tus azotes. Disfruta
conmigo. Quero ser azotada, humillada y maltratada por ti hasta límites
inhumanos. Soy una p
Aquella sesión acabó de madrugada
a un ritmo cada vez mas excitante Pero lo que pasó hasta el final os lo tengo
reservado para otro día.
Si te has excitado leyendo este relato, escríbeme
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