Ama y
esclava (IV).
Un dia
en el campo
Primavera: llegó el buen tiempo.
Para completar la educación de mi esclava, de cuyos progresos me sentía
realmente satisfecho, me apeteció dedicarle una sesión al aire libre, así que
decidí llevarmela a una antigua casa de campo donde sabía que podíamos estar
tranquilos. Hizo el viaje en la parte trasera del auto donde la introduje
completamente desnuda y donde quedó inmovilizada pues uní con ataduras sus
muñecas y sus tobillos. Luego la cubrí con una manta, como si de un bulto se
tratase. Tenía ordenes de mantenerse en silencio durante el trayecto pero mas
de una vez pregunté en volz alta, ¿hay alguna perra por ahí? Ella me respondía
ladrando -guau, guau, guau...- como pàra demostrarme que estaba perfectamente
metida en su rol. Además, sabía que cuando la veía tan sumi Al llegar a nuestro
destino, después de mas de media hora de viaje, la abandoné en la parte trasera
del auto mientras fui a prepararme para la ocasión. Aquel día me apeteció enfundarme
en cuero negro para aumentar la sensación de dominio, así que me calcé unas
botas militares y me puse unos pant alones ajustados con los que marcaba un
gran paquete, además de unas correas cruzadas sobre el pecho, muñequeras que
cubrían todo el antebrazo, guantes, y una caperuza que ocultaba mi rostro
Cuando levanté la manta que la
cubría y vio mi aspecto, se sorprendió y me dijo. Hoy mi lengua no tendrá el
infinito placer de lamer tu piel, mi amo y señor, pero lameré el cuero que la
enfunda con las mismas ganas de satisfacerte con que lo hice otras veces. Tu
indumentaria de hoy hace que parez cas un verdugo y sé que yo, tu esclava, tu
puta y tu perra, voy a ser la víctima. No se lo que piensas hacer conmigo, pero
lo unico que humildemente deseo es sentir tu absoluto dominio sobre mi,
percibir que anula
Luego agachó la cabeza y después
de permanecer unos momentos en silencio reanudó su monólogo: lo siento, mi amo,
suplico tu perdón por hablar más de la cuenta. Ya se que una mísera esclava
como yo ni siquiera puede hablar a su dueño, como tampoco tiene derecho a
aguantarle la mirada, pero... La interrumpí subitamente agarrandola por el pelo
y dandole un fuerte tirón para obligarla a levantar la cabeza. Entonces pasé
alrededor de su cuello un collar de perra ancho y con grandes remaches
metálicos que cerré tan fuerte como era posible. Luego hice que se calzase sus
botas altas de char ol negro, cuyos tacones finísimos y afilados producían una
sensación de vértigo sumamente excitante.
Ahora vas a ser domada como un
animal, le dije, y uní a su collar de perra una correa larguísima. Al poco rato
ella, mi esclava, estaba girando y dando vueltas a mi alrededor en una
esplanada tapizada de cesped que se encontraba cerca de la casa de campo. De
vez en cuando descargaba sobre ella algun latigazo al que debía responder
relinchando, tal como le había ordenado. Otras veces daba un fuerte tirón a la
correa para indicarle que cambiase el paso: más deprisa, yegua!!
Lo que mas me gustaba era poder
contemplar a media distancia su hermoso cuerpo desnudo, sus apetitosas tetas,
su redondeado culo, su porte altivo a pesar de la humillación a que la sometía
y sus muslos enfundados en aquellas maravillosas botas negras que relucían como
nunca bajo la luz del sol. T ambién me gustaba ver como andaba sobre el cesped,
con movimientos algo patosos a causa de la enorme altura de los tacones. Me
resulta dificil describirlos, pero estoy seguro de que si eres un buen
fetichista del
Dio un montón de vueltas a mi
alrededor antes de recibir la orden de detenerse: soooo, yegua!
¿Estás cansada? Pues ahora irás
trotando hasta la casa mientras yo te perseguiré con el auto Debía correr unos
500 metros delante de mi potente todoterreno por un camino de tierra
polvorienta para llegar desde la esplanada donde nos encontrabamos hasta la
puerta de la casa. Yo iba a situarme detrás de ella con el coche,
amedrentandola con el rugido del motor y el sonido del claxon...
Adelante!! Empezó la persecución.
Ella corría delante del coche con el cuerpo completamente desnudo, puesto que
las unicas prendas que llevaba puestas eran el collar de perra y las botas.
Dada la altura de los tacones se veía obligada a hacer un gran esfuerzo. La
perseguía con el auto pisandole los talones y podía ver perfectamente como jadeaba
y corria presa de una gran excitación mientras sus grandes pechos bailaban
ritmicamente al compás de su carrera. De vez en cuando volvía la cabeza hacia
mi pero la unica respuesta que obtenía era un ensordecedo r bocinazo y un par
de acelerones que la obligaban a forzar la marcha...
Meeeeec!!
En un momento dado de la
persecución tropezó y cayó al suelo. Su cuerpo desnudo y sudoroso quedó
rebozado por el polvo pero afortunadamente no se hizo daño. Cuando descendí del
coche pude comprobar que el unico desperfecto que sufrió fue la rotura de un
tacón.
Mira lo que has hecho, puta
miserable. Sabes que me gustas encaramada en lo alto de esos tacones y por
culpa de tu torpeza voy a tenerme que privar de ese placer. Serás castigada por
ello, y ahora vas a continuar descalza. Quitate las botas, carga con ellas y
sigue.
Todavía faltaban unos 100 metros
para llegar hasta la casa, distancia que recorrió descalza y con visible
incomodidad a causa de las piedras que se clavaban en las plantas de sus
delicados pies.
Llegó exhausta, palpitando y
jadeando con la boca abierta y se quedó agazapada en el porche de la casa.
No tardé en acercarme a ella con
una palangana de agua: bebe!
Como iba a agarrarla con sus manos
dejé caer la palangana al suelo echando a perder el agua sin que ella pudiese
hacer nada.
Oh, no mi amo...
Como que no? ¿Acaso has olvidado
que no eres mas que una perra?
A la segunda oportunidad hizo
exactamente lo que quería, sorbiendo el agua directamente de la palangana
mientras permanecía a cuatro patas
Para darle tiempo a que se
repusiera le ordené que permaneciese alli mismo, en el porche de la casa, si
bien la dejé amarrada a una gran argolla
Como que no? ¿Acaso has olvidado
que no eres mas que una perra?
A la segunda oportunidad hizo
exactamente lo que quería, sorbiendo el agua directamente de la palangana
mientras permanecía a cuatro patas
Para darle tiempo a que se
repusiera le ordené que permaneciese alli mismo, en el porche de la casa, si
bien la dejé amarrada a una gran argolla Al rato me vio aparecer con el perro
que solía guardar la casa, un gran pastor alemán. Le dije: para que no olvides
jamás que eres una puta perra vas a convivir unas horas con él. Lo solté y lo
primero que hizo el animal fue acercarse a ella, husmear a su alrededor, olisquearla...
Estaba realment e asustada y debió de hacer algo que no gustó al perro, porque
este soltó algunos ladridos
Ella quedó absolutamente
aterrorizada y por primera vez vi que los nervios le vencían y derramaba
lágrimas de impotencia. Era la primera vez desde que incié su adiestramiento
que la veia así, completamente vencida, puesto que a pesar de la dureza de
algunas de las pruebas a que la había sometido siempre se había esforzado para
mantener el control sobre si misma. Para tranquilizarla le acaricié un rato la
cabeza, exactamente igual como hice luego con el animal, pero no se atrevió a
romper el silencio ni a
Quedó inmovil y temerosa durante
un buen rato hasta que ambos -perra y perro- se toleraron mutuamente. Entonces
la obligué a permanecer a cuatro patas sabiendo que sentía autentico terror
pensando que el perro podía montarla., pero el pobre animal ya no estaba para
esos trotes.
Llegó la hora de la comida. Me
senté comodamente en la mesa que había en el porche para degustar una pizza y
otras comidas preparadas mientras que para la perra y el perro preparé un
comedero con pienso para animales.
Lo puse en frente de su cara y le
ordené. Come!
La verdad es que casi no tuvo
tiempo de reaccionar, porque el perro se abalanzó sobre el comedero y devoró en
un instante su contenido Te has dejado robar tu comida y así te vas a quedar,
le dije mientras engullía un pedazo de humeante pizza... De todas formas, luego
le arrojé les restos de mi comida y ante la indiferencia del perro vi como la
esclava se acercaba a ellos y arrastraba cara y lengua por el áspero suelo para
llev arselos a la boca. Hizo una escenificación perfecta, buscando una posición
que le permitiese mostrarme toda la magnificencia de su espléndido culo y
jugando posteriormente con la lengua para relamerse los labios de Ella conocía
mis debilidades y estaba claro que estaba provocandome para que le metiera la
polla en la boca pensando, a lo mejor, que así precipitaría el final de su
suplicio. Os aseguro que estuve a punto de hacerlo, llevado por mis impulsos,
pero como los pantalones de cuero me impidieron sac arla con rapidez, me
contuve y me limité a abrirme de piernas frente a ella, mostrandole
obscenamente el gran bulto que se levantaba bajo el pantalón.
No hizo falta decir ni una sola
palabra. Se acercó docilmente y empezó a restregar su cara contra mi paquete,
pegándose a el con fuerza, babeando mientras trataba de agarrarlo con la boca.
Así me gusta, puta mamona. Venga,
cometelo todo, si puedes. Y mientras le decía esto le apretaba la cabeza sobre
el paquete.
Puedo sentir toda la fuerza de tu
enorme polla bajo los pantalones, mi amo,. Cualquiera de mis agujeros está a
punto para recibirla... Jugué un rato con ella, obligandola a dar largas
pasadas con la lengua sobre el cuero de los pantalones, a lamer la suela de las
botas y dandole a chupar los dedos de las manos. Lo hizo poniendo muchisimo
morbo a la escena, lanzandome de vez en cuando miradas lascivas en insinuantes,
pegándose a mi cuerpo como un pulpo y chupandolo todo con extrema avidez. Era
evidente que estaba caliente y excitada. Pude comprobarlo cuando su coño empezó
a rezumar liquido, y entonces ya no pude contenerme mas. En un inst Nos
corrimos simultaneamente. Fueron dos orgamos intensos, dos explosiones de
placer que ella quiso redondear volviendo a asumir inmediatamente su papel de
dócil y obediente sumisa: tu perra espera el castigo que merece por haberse
corrido sin el permiso de su dueño, me dijo mientras volvía a col ocarse a
cuatro patas a mi lado.
Lo tuvo por la tarde, después de
permanecer unas horas enjaulada y de haberse puesto nuevamente apetitosa,
aunque ya sin aquel precioso par de botas que calzaba desde que la sometí por
primera vez y que acababa de estropear. Atada a una cruz de san Andrés, con los
brazos y las piernas expuestos e n aspa, su hermoso cuerpo fue castigado con
pinzas y cera caliente, mientras una serie de azotes dejó sus nalgas
completamente sonrosadas.
Al anochecer, cuando regresabamos
a la ciudad, charlamos distendidamente acerca de nuestra relación. Ella me
confesó que ya tenía ganas de practicar como ama lo que estaba aprendiendo como
esclava "Jamas imaginé que el sado pudiese encerrar tantos placeres como
los que tu me estás enseñando a des cubrir. Tus castigos duelen, y ahora mismo
puedo sentir como escuecen tus azotes, pero lo compensa sobradamente la enorme
carga erótica que siento escenificando para ti mi propia humillación. Yo misma
me sorprendo
Si te has excitado leyendo este relato,
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