Abusos, Ana María (I).


Ana María tenía ahora 39 años. Alta, esbelta, morena, sensual, elegante, en excelente posición social, sumamente atractiva y orgullosa. Acababa de enviudar y el luto que llevaba sólo exaltaba más la blancura de su piel, la delicadeza de su rostro, el frescor de sus labios sensuales y sus maravillosos ojos negros.

A sus 16 años fue elegida reina de belleza. Era verdaderamente bella. Sus padres la casaron con un importante comerciante mayorista, importador de material textil. Su marido era unos 18 años mayor que ella, de buena apariencia y dispuesto a darle una vida agradable, rodeada de lujos.

Tuvo tres hijos, Elena, nació a los 10 meses de estar casada, Celeste 15 meses después de Elena y Juan Carlos a los 4 años de su casamiento. El cuidado de su figura era la tarea más importante y la preocupación máxima de Ana María, a los 20 años de edad y después de haber tenido 3 hijos seguía manteniendo la misma silueta que a sus 16 años cuando fue elegida reina de belleza y a los 39 años no había cambiado prácticamente nada. Era la bella entre las bellas. Ella no amamantó a sus hijos más que un par de horas en la maternidad. Inmediatamente después de que naciera cada niño, se emplearon amas de leche que las agencias de empleo contratadas por su marido, buscaban a cualquier precio por todo el territorio. Ana María prefería mantener la frescura y el vigor de sus senos.

Vivía en una mansión a pocos kilómetros de la ciudad, rodeada del personal de servicio necesario en la casa, masajistas, esteticistas y especialmente institutrices y niñeras para los niños. Su vida transcurría en el ámbito de sus obligaciones sociales, recepciones, invitaciones, teatros, galas, soires y de todo lo que hiciese falta para su cuidado físico. Tenía un lugar muy destacado y no menos envidiado en la sociedad. Su marido se esforzaba por darle todos los gustos, pero ella también satisfacía todos los gustos al marido.

Llegada la edad escolar las niñas fueron enviadas a colegios internos para educación inglesa, muy caros pero de gran renombre. Juan Carlos tuvo la misma suerte en un colegio especial para el cultivo de la educación europea y especialmente de la lengua inglesa y francesa.

La abundancia de dinero facilitó las cosas para que los niños tuvieran de todo y de lo mejor. De todo menos calor de madre.

Transcurrieron los años, Juan Carlos terminó sus estudios secundarios con notas brillantes y comenzó una carrera de ciencias económicas. Tenía afición a la fotografía y su padre le compró todo el equipo y material necesario para desarrollar su hobby. Aparatos fotográficos caros con una gran variedad de zooms, equipos de revelación y ampliadoras altamente sofisticados que él instaló en el gran baño de su suite personal. Tenía talento y su padre estaba muy orgulloso. Le abrió una cuenta en un negocio mayorista de material fotográfico para que retirara de allí todo lo que quisiera.

Los domingos eran los días preferidos por el matrimonio. El personal no estaba en casa, pues así lo querían los señores y habían dado orden de que no se les molestase los días domingo. Juan Carlos se iba, después de comer, a casa de amigos y amigas y no volvía hasta entrada la noche, siempre cantando o haciendo gran bullicio pero justo para la hora de la cena.

Era verano y los domingos por las tardes los señores descansaban y disfrutaban en la piscina. Un lugar recogido fuera del alcance de miradas extrañas. Las ventanas de la casa no estaban ocupadas pues no había nadie en casa salvo los señores. Gozaban de la tranquilidad y de la intimidad y además se recuperaban de todo el trajeteo de la semana. En pocas palabras era el día de la sexualidad matrimonial.

Juan Carlos sabía eso. Se había agenciado una llave de la puerta de servicio cuyo pasador quitaba antes de salir oficialmente de la casa, a la que volvía a entrar de manera sigilosa y sin ser visto. Por debajo de las persianas semibajas de su habitación se instaló una cámara sobre un trípode, la que equipó con un zoom de 350 mm. No se perdía un detalle.

Su madre tomaba el sol desnuda "clic", su padre aparecía y le acariciaba los senos a su mujer "clic", su madre se ponía el pene de su marido en la boca "clic", su madre se agachaba dejándose penetrar por detrás "clic", su madre se arrodillaba entre las piernas de su padre "clic". Tenía una amplísima colección de sexo anal y oral de sus padres. Fotos ampliadas, recortadas a lo imprescindiblemente necesario para mostrar lo más importante. Una colección fabulosa que escondía en un sobre pegado en la parte posterior de un armario. Imposible de descubrir.

Desmontaba el equipo, hacía desaparecer todo lo que pudiera indicar su estada y se iba como había venido para volver oficialmente a la noche a cenar. En cualquier momento le echaba pasador a la puerta de servicio restituyendo el estado original. El lunes por la mañana su padre abría la puerta de servicio y la hacía accesible para el personal.

Poco después que Ana María cumpliera los 39 años falleció su marido dejándole una gran riqueza que se disponía a disfrutar.

Una noche, estando ya preparada para ir a la cama, llaman a su puerta.

Soy Juan Carlos, ¿puedo hablar contigo?.

Sí, pasa.

Ana María estaba sentada en el taburete de su mesa de cosmética. Juan Carlos se acerca, agacha su cabeza para besarla y le planta un beso en la boca al tiempo que su mano se aferra a unos de sus senos.

¡ Qué haces!, ¿Cómo de atreves?. ¿Estas loco, o te olvidas de quién soy?

Tranquilízate y mira esto.

Le alcanza un sobre. Ana María extrae diez fotos. En todas se le ve a ella muy nítidamente chupando un pene, pero no se puede ver quien es el agraciado que pudo metérselo en la boca.

Ana María se puso pálida. Comenzó a temblar.

¿Qué es esto?

¿No sabes lo que es?. Pues eres tú haciendo sexo oral, ¿o no te reconoces?

Es tu padre.

¿Cómo lo pruebas?, yo diría que lo hiciste ayer con el vecino o quizás con el cartero.

Ana María seguía temblando.

¿Adónde quieres llegar?

Pues quiero que me hagas lo mismo y ahora. De lo contrario mañana hay 10 copias de esas fotos en los buzones de tus mejores amistades.

Espera, déjame recapacitar, hablemos mañana de eso.

No, ahora. Mañana es tarde. Vine decidido a hacerlo. – Abrió sus pantalones, sacó su pene endurecido, aferró a su madre por los cabellos y le hizo arrodillar. –

Toma, chupa y no desperdicies gota.

Ana María estaba completamente trastornada, confundida e indefensa. No estaba preparada para esta situación. Abrió la boca y se la dejó meter dentro.

Y ahora despacio, quiero que me hagas gozar de tus labios, chupa, y como te dije, no desperdicies ni una gota.

Ana María le hizo la mamada. Se llenó la boca con su semen y tragó todo lo que le daba. No tenía ninguna fuerza que oponer. Se había rendido. El la mantenía firme de los cabellos sin quitarle la polla de la boca. Cuando vivió su orgasmo la miró de forma lujuriosa y tirándole de los cabellos que mantenía en sus manos la levantó.

Me haces daño.

Te haré más daño si te pones tonta.

De un manotazo le rompió la bata. Ella llevaba sostenedor y bragas. Le arrancó el sostenedor y tirándola sobre la cama le rompió las bragas.

Así estás mejor. Desnuda. Así me gustas.

La volvió a arrastrar entre sus piernas

Abre la boca y aprieta tus labios contra mi barra. Te voy a fornicar por la boca.

No esperó ni pidió que se la chupara. Sosteniéndole la cabeza con las dos manos, la comenzó a follar como si su boca fuera un culo para poseer. En un momento en que Ana María abrió sus labios para tomar aire recibió una cachetada.

Te dije que aprietes tus labios y te volverás a tragar todo lo que te deje dentro de esa boquita deliciosa que tienes. ¿Entendido, mamá?.

La segunda descarga tenía el mismo o mayor vigor que la primera. Ana María tragaba sin cesar pero no se atrevía ni a sacarse el pene de la boca ni a levantarse. Se quedó con todo metido esperando ordenes. Juan Carlos la levantó. Cuando la tenía de pie delante de él, hermosa, esbelta, alta, desnuda, metió sus manos en los cachetes del culo y un dedo en el ano al tiempo que se metía un seno en la boca, mordiéndole un pezón.

Estás divina. Te pienso follar todas las noches y no hagas tonterías, piensa en las fotos. Hay muchas más, bien escondidas. No te preocupes en buscarlas. Por mí puedes seguir haciendo lo que te dé la gana, pero cuando yo te quiera follar vas a follar o termino contigo. Buenas noches, mamá.

El día siguiente Ana María lo pasó en su habitación. Se sentía mal. Nunca se había enfrentado a problemas de ningún tipo y ahora tenía uno y vaya que problema. Se dejó servir la comida en su habitación. Miraba constantemente el reloj. Tenía miedo que anocheciera.

La noche transcurrió sin que pasara nada. Pero ella no pudo cerrar un ojo pendiente de cada ruido proveniente del exterior de la habitación. Al día siguiente tampoco vio a Juan Carlos ni escuchó nada de él, ni tampoco al siguiente día. Comenzó a salir de su habitación, a recibir y a hacer visitas, volvió a sentirse bien en su pellejo. Al décimo día, después de dar las buenas noches al personal y retirarse a su habitación, al entrar vio a Juan Carlos esperándola. Sintió que le temblaban las piernas.

Hola, ¿pensabas que te habrías librado de mí?, pues no es así.

Deja que conversemos.

No tenemos nada que conversar. Mira esto.

Otro sobre con otras diez fotos de sexo anal. Igual que en las otras, en todas se la veía a ella muy claramente con un pene dentro del culo, pero sin poder distinguir quien era el agraciado que se dejaba cobijar de esa manera. Las fotos estaban retocadas de tal manera y tan profesionalmente, que por los detalles parecían ser diversos hombres y hasta diversos penes los agraciados. Comenzó a abrirle la blusa:

Esto es lo que haremos hoy, mamá

No, eso no lo hago.

No, eh.

Una cachetada le sacudió la cara. Le rompió la blusa, le arrancó el sostenedor. Le apretó las tetas con las dos manos.

¿No lo has entendido, o no lo quieres entender? O follas o te destruyo, ¿Lo tienes claro ahora?.

Como un salvaje le arrancó la falda. Ana María no podía ofrecer un espectáculo mejor. Llevaba medias largas negras que se sujetaban con ligas que salían desde su cintura por encima de unas bragas negras, muy chiquitas de las que brotaban los cachetes del culo. Las carnes blancas que estaban a la vista excitaban a cualquiera que las viera.

Prefiero que tú te quites eso, pero yo no tengo ningún inconveniente en arrancártelo.

Ana María volvía a perder su intento de resistencia. Se sentó en el taburete frente a su espejo y se fue quitando todo lo que le quedaba cubriendo su magnífico cuerpo. Juan Carlos la devoraba con los ojos. Desnuda, se quedó sentada con la cabeza baja. Juan Carlos se había desnudado y se acercó a ella con su polla en pleno goce de salud viril. La tomó por la barbilla y la hizo levantar. La abrazó metiendo sus manos en los cachetes del culo, abriendo sus nalgas, al tiempo que la besaba en la boca. Su pene se ubicó entre las piernas de su madre. Le chupaba el cuello, las orejas. La dio vuelta.

Apoya tus codos en el taburete y abre bien las piernas.

Ana María supo lo que eso significaba. No tuvo otra alternativa que hacerlo.

Juan Carlos comenzó a acariciarle los senos con una mano, mientras con la otra le introdujo desde atrás un dedo en la vagina, pronto comenzó a ponerse húmeda. El la observaba por el espejo. Comenzó a correr el dedo de la vagina al ano para lubricarlo. Ana María seguía con los ojos cerrados. Le introdujo un dedo en el culo. Ella gimió abriendo los ojos.

¿Qué prefieres el dedo en el culo o en el coño?. No hablas eh, bien te voy a lubricar primeramente la boca.

Se le puso por delante. Le metió el pene en la boca mientras que apoyándole las manos sobre el culo le metió un dedo de cada mano en el ano.

Así se te dilata un poco. Mi polla es más grande que la de tu marido y no quiero romperte porque pienso follarte muchos años. Y ahora chupa con ganas. - Ana María comenzó a mamar. Al rato Juan Carlos se la sacó de la boca.

Ahora lame como si fuera un helado de frutas.

Muy bien, muy bien, ahora dale un beso de amor.

Fantástico, así me gustas.

Volvió a ubicarse detrás de ella y se la enterró en el culo sin miramientos. Ana María hizo un gesto de dolor. El seguía arremetiendo hasta que no quedara ni un milímetro fuera.

Hermoso, estoy metido en ese culo magnífico que siempre soñé tener. ¡Qué polvo te voy a echar, mamá!. Disfrútalo.

El mantuvo su polla totalmente metida dentro de su madre mientras sus dos manos corrían hacia la zona vaginal. Frotaba los labios vaginales, le entraba y sacaba dos dedos en la vagina. De pronto Ana María lanzó un gemido y Juan Carlos notó el líquido que corría desde el interior de su madre.

Zorra te has corrido, por fin. Comienzas a gozar de mi polla y de mis visitas. Disfruta mamá tengo mucho para ti y te lo pienso dar todo. ¿Sabes cuanto amor ahorramos en los últimos 19 años?, ¡ muchísimo!. Pero ahora no necesitamos ahorrar más, ahora tú tendrás todo de mi y yo todo de ti. Goza.

Comenzó a follarla vigorosamente por el culo. Le levantó la cabeza frente al espejo.

Mira, abre los ojos, ¿ves, al niño que salió de tu vientre por delante?, pues él vuelve después de 19 años a meterse dentro de ti por detrás. Mira, mamá, mira. ¿No es fascinante?. ¿Estás orgullosa del pene de tu hijo?. Yo me siento feliz de tener tu culo clavado. Estás buenísima, mamá. Mira que tetas que tienes, son hermosas. ¿Sabes que nunca me amamantaste?. Pues ahora chuparé esas tetas cuantas veces quiera. Te morderé los pezones. Goza mamá, goza, como yo estoy gozando con tu culo. Tienes un culo divino.

Le depositó un montón de leche en las profundidades del culo. La levantó en brazos y la tiró sobre la cama. Le chupó las tetas, le mordió los pezones, la besó en la boca metiéndole la lengua hasta la garganta. Le abrió y levantó las piernas y le enterró su pene en la vagina.

Sólo para que lo pruebes y te acostumbres, porque para este polvo quiero tener mucho tiempo. ¿Qué te parece el domingo por la tarde en la piscina, mamá?. No me falles. El domingo tú y yo solos. Será mejor para ti que no te olvides.

Todo el intento de resistencia de Ana María se había desmoronado. No sólo tenía miedo que Juan Carlos cumpliera lo prometido y distribuyera las fotos a las amistades, con lo cual estaría socialmente destruída auque jurara que el protagonista fuera su difunto marido, sino que también le tenía miedo a la brutalidad física y verbal que su hijo había demostrado tener. El domingo, después de comer, se puso su mejor bikini y bajó a la piscina esperando apaciguar los ánimos y poder encontrar una solución a esta estúpida situación.

Oh no, nada de bikini. Desnuda. Da la vuelta.

Le quitó el bikini y la dejó desnuda. La abrazó desde atrás poniéndole una mano sobre su vulva. La otra mano, - despues de accionar el micromando a distanacia que mandaba el disparador de su cámara -, se acomodó en sus senos. La serie había comenzado.

Vamos a resumir, primero me la mamaste. ¿No es asi?. Vamos hazlo de nuevo. Hazme recordar lo bueno que estaba. Tomándola de los cabellos le hizo arrodillar entre su piernas y metérsela en la boca. – otra vez el micromando tiró dos o tres fotos más – bién, chupa, chupa. Eso es, magnífico. La última vez me hiciste gozar con tu culo. Ahora ponte de pie, te agachas y abres las piernas para que te penetre – dos o tres fotos más penetrada analmente. - Y ahora me voy a comer ese coño hermoso que me diera la luz.

La tumbó en el suelo, le pasó los brazos por debajo de sus piernas, se las abrió bien y atrayéndola hacia él la penetró. El micromando continuaba funcionando. Ana María tenía la mirada puesta en el cielo. No quería creer que lo que estaba viviendo fuera verdad. Sintió el pene de su hijo dentro de ella. Se sentía envestida y penetrada con vigor y lo que no debía haber ocurrido nunca, ocurrió. Tuvo un orgasmo que le convulsionó el cuerpo. Lanzó un chillido.

Eso, eso, ahora me gustas, muévete. – pudo ponerle un dedo en el ano mientras continuaba envistiéndola – goza, zorrita, goza. Tienes un buen garrote joven y vigoroso metido dentro de tu hermoso coño, aprovéchalo que hace muchos años que no gozas eso.

Sus embestidas aumentaron de frecuencia. El dedo le había perforado el culo. Juan Carlos le chupaba los pezones. Se llenó la boca con su teta. Ana María lanzó sus manos a la cabeza de su hijo, lanzó algo así como un grito contenido, levantó la cabeza y besó a su hijo apasionadamente. Dos orgasmos seguidos habían acabado con ella. Su sistema defensivo ya no respondería más. Con su esposo había follado mucho pero ese tipo de orgasmo no lo vivió nunca.

La tarde comenzó, y el día es largo. – dijo Juan Carlos – Vamos a tu dormitorio. En la cama se fornica mejor y con lo buena que estás, pienso estar hasta mañana metido dentro de ti. - Ella se quizó poner el bikini – No, yo sólo quiero verte desnuda frente a mí.

Se abrazaron desnudos, se besaron. Ella le apretaba el pene con la mano.

El mando a distancia continuaba disparando fotos.

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