El Robo a la joyería.


ciudad de Friburgo es una ciudad universitaria, de gran actividad cultural y turística. Se le llama la capital de la Selva Negra por ser la puerta de acceso y la ciudad más importanate de esa región alemana, pero también esa región se caracteriza por su población adinerada y la cultivada vida social de las altas esferas de su población. No es de sorprender que en la ciudad se encuentren establecidas, tiendas, boutiques y joyerías de renombre ofreciendo mercancías de alta calidad y por lo tanto de precios elevados. Uno de estos negocios era la joyería «Étoile» de Maximilian Schneider. Esta joyería era parte integrante de una cadena internacional de gran renombre que ofrecía joyas en la más alta calidad y con diseño propio y exclusivo. El Sr. Schneider representaba al consorcio en todos sus negocios en el terrirorio de Alemania. Como el tenía que viajar constantemente había delegado la atención de la tienda a su hija Anne, de 24 años que acabada de absolver estudios de economía.

Anne era una mujer joven altamente atractiva, de modales y aspecto muy finos y delicados, especialmente entrenada para la actividad que ejercía al frente de un negocio de tanta importancia. La tienda estaba ubicada en una calle lateral del centro de la ciudad y como se acostumbra en ese tipo de negocio las piezas de escaparate y vitrinas desaperecían por las noches en la caja fuerte para volver a ser expuestas a la mañana del día siguiente. Las mejores piezas, para clientes muy exclusivos permanecían en la caja fuerte del negocio. El tráfico de público era bastante discreto de manera que sólo sobre los días festivos y en época de vacaciones bajaba la madre de Anne para secundarla en la atención del público. Ese Lunes como todos los días, Anne abrió su negocio a las 8,30 horas de la mañada, es decir la puerta permanecía con llave por dentro, pero el indicador decía «ABIERTO» y se fue al interior para abrir la caja fuerte. Estaba ya por extraer la primer bandeja con joyas de la caja fuerte cuando sintió la campanilla de la puerta. Al exterior había un solo señor, elegantemente vestido, con apariencia de solvencia. Con cuidado abrió la puerta.

- Tenga Ud. muy buenos días. Estoy de viaje y unos amigos me recomendaron este negocio, para adquirir una gargantilla para mi esposa. Viajo a casa y hoy tenemos aniversario de bodas. ¿Tiene Ud. algo que me pueda ofrecer?.

- Bién, lo podemos intentar. Pase Ud. Anne había observado que el cliente, de manos cuidades y delicadas, mostraba un anillo de oro macizo con un diamante y un Rolex que costaba una fortuna.Lo catalogó inmediatamente como una persona pudiente. Se volvió para pasar por detrás del mostrador y al girar vió que una pistola la encañonaba. – Las manos sobre la mesa, sal fuera y ponte en el rincón. Nada de tonterías si quieres salir de esta con vida. Giró el indicador de la puerta a «CERRADO». Eso pareció ser una señal pues un segundo individuo, armado de un maletín, se apresuró a entrar echando llave a la puerta por dentro y quitando las llaves. – Mi padre puede venir en cualquier momento y se dará cuenta de que algo no está bien. – Mira cariño, tu padre salió hoy temprano para Hamburgo a donde no llegará antes de la seis de la tarde, de manera que no vendrá ni llamará. Tu madre no suele venir al negocio y si viene pensará que has ido a algún sitio y cualquier otro visitante no tendrá sorpresa de ver tu negocio cerrado estando los escaparates vacíos. De manera que pasemos a la trastienda y echaremos un vistazo al contenido de la caja fuerte. Pasa. Todo lo que ese hombre había dicho era verdad. El atraco estaba planeado y no era nada circunstancial. Anne observó con tristeza que la alarma de robo se alejaba del alcance de su mano. Nada podría hacer ya para impedir algo. El acceso principal de la caja fuerte estaba abierto.

Dos brazos fuertes la levantaron de la silla y la acostaron sobre la cama. La boca y las manos del individuo estaban ocupadísimas con sus senos, sus labios y su cuello. Su lengua que pasaba de un pezón al otro subió por su cuello y comenzó a lamer sus labios. La boca del individuo chupó sus labios mientras su mano avanzaba de forma imparable entre sus piernas aguas arriba. Anne lloraba. - Por favor no, déjeme, no lo haga. – Rubia, estoy cachondo contigo. No me pidas lo imposible. Te tengo que follar así que no me obligues a hacerte daño. Acéptalo que será lo mejor para ti. Le razgó la falda. Dos buenas piernas y unas bragas color rojo saltaron a la vista. Esta vez el experto en joyas se levantó de su silla. – Joder, vaya cuerpo que se trae la rubia. Anne se llevó las manos a la cara. Dos manos le sacaban las bragas dejándola desnuda. Continuaron los besos y los chupones a sus senos, las lamidas a sus pezones y una mano juguetona se entretenía con sus labios vaginales. Por unos minutos no sintió nada, entreabrió sus ojos y vió que el compinche se desnudaba. Siguieron las caricias y no pudo evitar los jugos que humedecieron su vagina. Dos fuertes manos le abrieron sus piernas y un pene se cobijó dentro de ella. Sintió el respirar jadeante del hombre que se había ubicado entre sus piernas, la humedad de su cuerpo sudoroso que le mojaba el vientre, el olor de su transpiración la excitaba, la saliva de sus labios chupando sus labios le humedecía la boca, el filo de sus dientes clavándose suavemente en sus pezones le hacía apretar los dientes para no gemir y por sobre todo la sensación de ese pene que no dejaba espacio libre en su vagina. Uno de sus brazos se introdujo por debajo de la cintura de Anne mientras que la otra mano apretó los cachetes de su trasero. Le levantó la parte inferior de su cuerpo atrayéndola hacia él. Sintió ese pene rozarle la profundid de su vagina. Una sensación extraña la hizo vibrar. Arqueó aún más su cuerpo y ese pene comenzó a dar viajes largos y lentos en su interior dándole una sensación de agridulce; agrio por la violación que estaba sufriendo y dulce por el placer que comenzaba a tener. Pensó que se iba acorrer en cualquier momento y sintió vergüenza. Abrió los ojos y miró de frente a quien la estaba fornicando. El semen corría ya por su interior cuando el hombre la besó. Se dejó besar sin resistencia.

Permaneció dentro de ella apoyándose en sus codos para aliviar el peso que ejercía sobre su cuerpo. No hablaban. El la besaba, la chupaba y ella le dejaba hacer pero sin corresponder sus caricias. El comenzó a jugar on us cabellos rubios. – Rubia, estás muy buena. Me eché un buen polvo contigo y te voy a dar otro sin sacártela. Para mí tu eres la mejor joya de la colección. Me gustas. El especialista estaba llegando al fin de sus comprobaciones. Las mejores piezas ya estaban ubicadas en el maletín. Lo que dejaban era bisutería. Anne sintió como volvía a adquirir regidez el pene albergado en su interior. – Rubia, cambiemos de posición. Tú arriba y yo abajo. Giró en la cama llevándola a ella ensartada como estaba hasta colocársela montada encima suyo. Anne, sólo pensaba en una cosa: pronto se irían. Solo aguantar un poco más. El compinche se colocó la almohada debajo del culo quedando en un ángulo de penetración óptimo. Echó el cuerpo de Anne hacia atrás haciéndosela sentir en lo más profundo de su ser. Anne cerró los ojos cuando él comenzó a mover su cintura dejando bailar el pene dentro de la vagina. Anne se corrió. Hundió la cebeza en la cama por encima del hombro de su fornicador. El le sujetaba la cabeza al tiempo que la besaba y entonces experimentó una sensación extraña. Otro pene le penetraba el culo. Quizo levantarse pero no pudo. El compinche la tenía firme con la cabeza pegada a sus hombros. El especialista se profundizaba centímetro a centímetro en ella. No era virgen por la retaguadia. Pero nunca se lo hicieron en forma dual. Y las dos pollas comenzaron a entrar y a salir sin prisa pero sin pausa. El orgasmo les llegó a los tres casi simultáneamente. Se quedaron tendidos en la cama. A Anne la amordazaron, la ataron desnuda de pies y manos y la dejaron sobre la cama. – Volveré otra vez para follarte. Puedes contar con eso. Ganaron la calle, dejándo el cartel de «CERRADO» y llevándose las llaves. La policía la encontró a media noche después de que su madre hubiera dado la alarma de desaparecida.

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Nota del autor: mis historias son ficticias. Cualquier parecido con lugares, nombres o situaciones similares es pura coincidencia.