Historia Bogotana (III).
Lo sucedido a Uwe Rüngeler dejó efectos desbastadores en la empresa y en muchas otras multinacionales extranjeras. Se sucedían las circulares aconsejando la mayor prudencia a sus ejecutivos, muy especialmente a los europeos, no acostumbrados a ese tipo de delincuencia. Se invirtieron elevadas sumas de dinero para pagar policías privados, pero aún estos no eran confiables, por el contrario, eran tan o más sobornables y corruptos que sus camaradas oficiales. Ejecutivos altamente calificados abandonaron sus puestos en Colombia y las centrales tenían verdaderas dificultades para reemplazarlos. Uwe Rüngeler dio poder a su empresa para representar sus intereses privados en Colombia y liquidar sus bienes y después de cinco meses de espera retornó a Europa. No había más esperanzas de encontrar a Ellen y a Theresia. La empresa nombró a Julio Faber (quién hasta ese momento era el director comercial) como director general interino, hasta tanto se pensara en un nuevo nombramiento o una nueva estructuración de la política comercial. Julián Faber era un economista educado en Alemania, pero poseedor de ambas nacionalidades por ser de madre colombiana y haber nacido en Colombia. Su padre era alemán. Faber, que entonces tenía 42 años, vivía en un chalet en las afueras de Bogotá con su esposa Dennis, cinco años menor que él y su hija Eva de 15 años. Decidió mantener el piso de Rüngeler, que era propiedad de la empresa, en principio para su uso propio. Para eso fue un día a inspeccionarlo y con solo ver a la criada Paloma, tubo suficientes argumentos para confirmarla en su puesto a sueldo de la empresa.
Para cubrir el ala técnica, Julián Faber decidió apoyarse en Germán Lagos, jefe de ingenieros, hombre joven y dinámico y uno de los más antiguos en la empresa. Esa decisión no sólo la tomó por las cualidades técnicas y conductivas de Germán Lagos, sino porque su esposa, Ana Cecilia era su secretaría privada y no se ponía tonta si alguna vez, por pura casualidad, se le iba la mano por sus caderas. Así pues que la horrenda desgracia de Uwe Rüngeler se convirtió en la enorme fortuna de Julio Faber. Julio, con 42 años de edad se encontraba al frente de una empresa de importancia, que esperaba ampliar su radio de acción a Ecuador, con una mujer joven y encantadora, tan encantadora como su hija. También estaba Bety, su amante con la que seguía encontrándose, a menudo en compañía de Gloria. Un piso a su disposición en un lugar elegante de Bogotá, con una criada, Paloma, a la que esperaba muy pronto "sacarle jugo" y una secretaria, joven, simpatiquísima, de excelentes cualidades físicas y prometedora, pero que encerraba un gran peligro corporeizado por su marido y el escándalo que una relación así, podría tener en la empresa. Tenía en la mano todo lo que podía representar la satisfacción de un hombre a su edad y de sus cualidades. Poco tiempo después fue confirmado en su puesto, se amplió su responsabilidad a los negocios ecuatorianos y se dejó vacante el puesto de director general técnico, pero se confirmó al Ing. Germán Lagos como gerente del área de fabricación, poniédose bajo su responsabilidad el área de proyectos de sistemas cuya gerencia quedaba de momento vacante. Indudablemente un éxito para Julio pero también para Germán Lagos, cuyo éxito se debía especialmente al apoyo recibido por Julián. Ambos se felicitaron y decidieron festejarlo con una cena en compañía de sus respectivas esposas. Ana Cecilia hizo las reservas de mesa necesarias para los cuatro.
Se encontrarían en el restaurante el sábado por la noche. Así fue. Ana Cecilia había seleccionado un buen local, donde además de una buena comida ofrecían un espectáculo y baile. Ya estaban en los postres y la botella de champagne, estaba aún sin descorchar sobre la mesa, cuando comenzó el baile. Julián bailó con Dennis varias entradas pero Germán no bailaba. Ana Cecilia no ocultaba su desagrado y para evitar una situación explosiva al volver a la mesa Julián dijo: Bueno, se acabó, la próxima entrada quiero bailarla con mi secretaria, eso si el esposo me lo permite. Compadre, me sacas un peso de encima, dijo Germán, - pero tú Dennis me debes disculpar pero es que yo no bailo. - No te preocupes, necesito descanso. Comenzaron los primeros acordes de una salsa y allá se fueron Julián y Ana Cecilia, lejos de la vista y del alcance de sus cónyuges, que permanecieron en la mesa conversando amablemente. La salsa bailada había calentado las piernas. Y ahora, haremos música para los enamorados, se escuchó de los altavoces al tiempo que la sala se ponía en penumbra. ¿Quieres, volver a la mesa, Ana?. - ¿Y tú qué quieres?, si vuelvo no bailaré más en todas la noche. Se escucharon los primeros acordes de un bolero. Julián miró a Ana en los ojos y la tomó en sus brazos. Mejilla a mejilla, con sus cuerpos pegados comenzaron a moverse al ritmo del bolero. El efecto sobre Julián no se hizo esperar. Ana Cecilia sintió el poderío de su bulto en los bajos de su vientre. No se retiró ni un milímetro, por el contrario, se movían más lentamente, entrecruzándose y apretándose las piernas como si quisieran fornicarse en medio de la pista. Ana Cecilia estaba caliente y no escatimaba movimientos de su vientre contra el bulto de Julián. Lo besó en el cuello, Julián buscó su boca y la encontró. Sus labios ardían. No podemos volver a la mesa en este estado, vamos al bar a beber una copa. Fue una idea brillante, estaban sentados en la barra, cuando vieron a Germán buscándolos en la pista. Julián le hizo señas y él se acercó algo abochornado. Ven Germán, toma un trago, esto de bailes para los enamorados no es ya para nosotros, ¿verdad Ana?. Ella sonreía. El ver aparecer a los tres juntos eliminó cualquier idea estúpida (o no estúpida) de la cabeza de Dennis.
Una comunicación de la casa central, vino a facilitar algunas cosas. Se pensaba participar en una licitación internacional para un proyecto ecuatoriano de suministro de agua potable a la ciudad de Quito. Para confeccionar la oferta, compenetrarse de la tecnología y participar en un curso de marketing se invitó al Ing. Germán Lagos a viajar a Alemania. La estadía prevista era de seis meses. También se solicitaba del Director Faber iniciar los contactos pertinentes con las autoridades ecuatorianas responsables y hacer una presentación de la empresa y de sus posibilidades y poder internacional. Bueno, había llegado trabajo para todos. Pocos días antes de la partida de Germán, Julián le llamó a su despacho. Ana, sírvenos un café y que nadie nos moleste. Debemos conversar cosas importantes. Se conversaron las actividades que debía realizar Germán, también detalles técnico-comerciales del proyecto y otro punto importante; - Germán, como sabes debo realizar una presentación de importancia en Quito. Necesito apoyo y he pensado en llevarme a Ana Cecilia, pero sólo si tú estás de acuerdo. No he conversado aún nada con ella. Tú tienes la palabra. Germán estaba en una situación difícil. La idea no le gustaba, pero por un lado él no veía ninguna solución alternativa y por otro lado no tenía argumentos sólidos para negarse, sin que se interpretara como una desconfianza hacia su jefe y amigo. Te agradezco que me lo comentes, es un detalle de tu parte. Cuenta con mi aprobación. Llámala y dícelo delante de mí para eliminar todo problema futuro. Así lo hizo Julián. Ana Cecilia se alegró y dio un beso a su marido. Dennis sabía que ese era el trabajo de su marido y que no tenía sentido alguno en romperse la cabeza con aquello de lo que podría ser o pasar. Para ella el mundo estaba en orden o por lo menos debía de estarlo, si quería seguir manteniendo el nivel social.
Germán estaba ya una semana en Alemania y los boletos de vuelo hacia Quito, para Ana Cecilia y Julián estaban sobre el escritorio. Hasta ese momento el comportamiento entre ellos era puramente profesional. Pero apenas despegó el avión se unieron en un beso ardiente. Aterrizaron en Quito. Julián viajaba con pasaporte alemán, Ana con el suyo. El control de documentos y de entrada estaba a cargo de fuerzas del ejército. ¿Cuánto tiempo va a permanecer en el Ecuador señor?, preguntó el suboficial. Pues no lo sé aún. Según su embajada en Bogotá puedo permanecer en el Ecuador tres meses a partir de la visa de entrada. Es correcto señor, pero, por razones de control nosotros debemos saber cuanto tiempo piensa Ud. permanecer en nuestro país. Bueno, digamos 10 días. Bien, es decir que Ud. parte el día 19. Hizo su anotación, colocó el sello de entrada en el pasaporte de Julián, anotando debajo: 19-7. Un taxi les llevó al hotel ubicado en el centro de Quito. Habían reservado habitaciones separadas, pero ubicadas la una junto a la otra. Tenían aún tres días para la presentación. Ana Cecilia, preparaba los folios y textos. Julián realizaba visitas formales a posibles, subcontratistas, posibles socios, buscando la combinación comercial adecuada y la información sólida y competente para llevar adelante el proyecto. Quito es una interesante y típica ciudad colonial. Sus calles invadidas por indios que ofrecen sus productos en tiendas y mercados. Transmite un aspecto de pobreza que contrasta con la riqueza que cuelga de las paredes, muros y santos de las iglesias. Es una ciudad demasiado tranquila, casi aburrida. Por las noches sólo hay unos pocos restaurantes, escasamente visitados. Si quiere juerga vaya Ud. a Guayaquil, Quito es otra cosa, le dijeron a Julián. Los hoteles tienen en sus plantas bajas, casinos de juego y bares, para que los turistas y visitantes, que lo deseen, puedan desprenderse de su dinero.
La noche era tibia. Se habían duchado, descansado y refrescado del viaje. Se sentaron en el bar del hotel. Tomaron un aperitivo y decidieron salir a caminar y cenar fuera del hotel. Julián la llevaba tomada de la cintura. Ella apoyaba su cabeza en él. De regreso, Julián llevó a Ana Cecilia a su habitación. Ana temblaba de emoción. Se besaron y en el beso cayeron abrazados sobre la cama. Las manos de Julián recorrían las curvas que tanto admiraba en la oficina. Ahora eran suyas. Allí las tenía para poseerlas. Ana sentía el flujo de sangre en el cuello, en sus mejillas, en su vientre. Sintió que su braga se humedecía. La calentura afloraba en su cuerpo de 25 años. Era bonita en su cara y apetitosa en su aspecto físico. Julián le abrió la blusa y dejó en libertad dos senos jóvenes y firmes con pezones enrojecidos y duros que Julián lamía sin detenerse. Ana respiraba agitada, con ansiedad. Deslizó su mano sobre la bragueta de Julián y la abrió. Buscó, encontró y sacó su pene endurecido. Se deslizó hacia abajo y se lo metió en la boca. Lo chupaba con ganas, con fervor. No esperó más ceremonias, se quitó las bragas, se sentó encima de Julián y se introduzco ese magnífico pene en la vagina. Como si no hubiera jodido en los últimos cinco años. Así se movía. El pene de Julián la llenaba totalmente y su punta rozaba donde más le gustaba a ella. Le rasgo la camisa que aún llevaba puesta Julián. Le chupaba los pelos del pecho, se aferró a sus brazos, lanzó un grito y se desplomó encima de él, temblando como si tuviera un ataque epiléptico al punto que llegó a asustar a Julián. Poco a poco se fue calmando. Ana Cecilia se había echado un polvo de puta madre. Julián había puesto su instrumento a disposición y nada más. Se estrechó juntó a él como si estuviera en noche de tormenta. Volvieron a los besos y a las caricias y por fin consiguieron terminar de desvestirse. Recién, entonces pudo ver Julián la magnífica hembra que había tenido ensartada en su pene hace unos momentos. Cuerpo de diosa, de los que se ven en películas pero de los que apenas si se puede creer que los haya así, disponibles, como ese. Julián disfrutaba pensando que la estadía de Quito comenzaba recién hoy y tenía aún varios días por delante. Decidieron abrir una botella de Champagne de la nevera de la habitación. El se sentó en un sillón, ella sobre su pierna. Ambos desnudos. Brindaron y bebieron. Ella le metió un beso de lengua mientras su mano bajaba en busca de la polla expendedora de placer. No tardó mucho en tenerla otra vez lista para el combate. Dejó su copa sobre la mesa. Se arrodilló entre las piernas de Julián y comenzó a mamársela mientras le acariciaba los huevos. El cerraba los ojos y la dejaba hacer. Lo que le hacía Ana Cecilia sobrepasaba las mas atrevidas ideas que pudiera haber tenido él, con sólo pensar en tenerla desnuda en sus brazos. Y lo que vendría sería el remate. Comenzó a masajearle el pene, a chuparle y pasarle el dedo por la punta hasta conseguir que desprendiera unos jugos que esparcía por esa punta tan apetitosa. Se dio vuelta, metiendo la mano entre sus piernas tomó la polla desde atrás y se le apoyó en el ano. De un empujón se entró la cabeza y parte del mástil. Julián sentía deslizar su polla dentro de ese ano estrecho. La copa semillena de champagne se la cayó de la mano. Ya fuera de sí, la levantó y se la llevó clavada hasta la cama, se lanzó encima siempre teniendo a Ana ensartada. La pija se abrió camino dentro de Ana Cecilia hasta que las pelotas la frenaron. Sus manos se aferraron a las tetas y ahora era él el que follaba, y cómo lo hacía, desesperado dentro de ese culo, descargó leche que le parecieron litros. Ana apretaba las nalgas como para no dejar escapar ese pene de su culo. Otro chillido, más convulsiones, Ana perdió el conocimiento. Julián se durmió metido dentro de ella.
Julián cumplió sus obligaciones empresariales, mientras que las noches terminaban todas en orgías sexuales. Ana era insaciable de noche, correcta, medida, profesional, educada y manteniendo distancias de día. La secretaria perfecta, pensó Julián. Llegó el día de la partida. Su vuelo en dirección a Bogotá salía el día 20 por la mañana temprano. Llegaron al aeropuerto, chequearon el vuelo, despacharon el equipaje y se encaminaron hacia el embarque. Ana pasó el control de pasaportes, pero Julián fue retenido. Señor debe acompañarme, dijo el soldado. Un oficial se le comunicó la causa. Ud. dijo que se marcharía el día 19, hoy es día 20. Ud. ha sobrepasado su estadía en 10 horas. Yo no he sobrepasado nada porque mi visado me permite permanecer tres meses en Ecuador y sólo he estado 10 días. No veo la diferencia entre volar ayer por la noche u hoy por la mañana. Pues para nosotros es una transgresión y tendrá que ir al ministerio de exteriores ....etc. ...etc. .... Era un chantaje de esos soldaditos de plomo, indios ignorantes que tan sólo buscaban hacerse de un dinero. 50 dólares sobre la mesa y lo llevaron en coche militar hasta el avión. Hasta se despidieron de él con saludo militar. Iros a tomar por el culo, ladrones en uniforme de las gloriosas fuerzas armadas de la patria, pensó Julián.
Había retornado la rutina en Bogotá. La inminente entrega de la oferta en Quito retenía a Julián en Bogotá a pesar de los calores veraniegos. Dennis se había ido con su madre y Eva al apartamento alquilado en la playa por dos meses. Julián se les reuniría cuando terminara el asunto de la entrega de oferta. Para pasar esos pocos días prefirió quedarse en el piso de Bogotá. Esa noche después de la oficina tomó las llaves, se fue a comer algo y de allí al piso. ¿Necesita algo Sr. Julián?. Paloma; se había olvidado de ella. Se quedó mirándola, apreciando esas curvas de 98-50-98, no le salía palabra. ¿Necesita algo Sr. Julián?. -Que me hagas compañía por un rato. Siéntate a mi lado. Paloma se sentó a su lado. Eres bonita Paloma, me gustas, me gustan tus labios gruesos en esa boquita pequeña que tienes. Dame un beso, déjame saborear tus labios. - Señor, pero que me dice. Intentó levantarse. Quizás fingido, pero lo intentó. Julián la tomó de la falda y la tiró hacia atrás. Cayó en sus brazos. Julián la besó. Me gustas. Volvió a besarla. Paloma no se resistía ya. Se dejaba besar, tampoco se resistió cuando Julián comenzó a abrirle la blusa, a levantarle el sostenedor hasta liberar sus hermosas tetas del encierro. Pocos minutos más tarde estaban los dos desnudos. ¡Vaya mulata!, pensó. Tienes un culo encantador Paloma, agáchate. Un poco de saliva en la cabeza y adentro. Vio desaparecer su polla blanca en ese culo de ébano rodeada de una anillo elástico de color rosado. ¿Qué otorgaba más placer, ver la polla penetrar ese culo y quedarse dentro o follarlo?. Los dedos de Julián iban y venían por los labios vaginales de Paloma. Ella comenzó a moverse y a mover el culo dibujando ochos en el aire, ese culo se engullía la polla. Por un momento creyó que sería totalmente devorado por ese culo. Como fogonazos veía su polla dentro del culo de Dennis, dentro del culo de Bety, dentro del culo de Gloria, dentro del culo de Ana Cecilia y ahora dentro de ese culo de ébano que se lo estaba comiendo. La leche llenó completamente el recto de Paloma. Cuando se la sacó le corría la leche fuera. Paloma corrió al servicio para lavarse. Había pensado en dejársela mamar, pero ya no tenía fuerzas.
Hasta la edad de seis años, Paloma se había criado en las calles de Bogotá. Los gamines, o sea, las bandas de niños desamparados que ocupan los lugares oscuros y resguardados del frío nocturno bogotano, que viven del robo y del pillaje, habían sido su única familia. El propietario de una tienda la pilló cuando robaba y mientras sus amigos conseguían escapar, ella quedó aferrada por las manos fuertes del hombre. ¿Qué hacer con la niña?. La policía no haría nada y si por casualidad se la llevaban, la dejaría libre a los pocos metros o la llevarían fuera de la ciudad para liquidarla con un tiro en la nuca. El hombre echó llave a la puerta de su negocio, colocó su cartel de "cerrado" y se la llevó a la trastienda. Paloma temblaba y lloriqueaba de miedo. Un revés de esa mano huesuda, que la sujetara tan firmemente la calmó. El hombre abrió su pantalón, sacó una polla muy gorda y negra y se la metió en la boca. - ¡Chúpamela!, si sabes robar siendo tan pequeña, también sabrás chupar y si no lo sabes hoy comienzan tus lecciones. Paloma aprendió a mamar y a tragar sin dejar de chupar.
Paloma, no sabía decir hoy si aquello fue una suerte o una desgracia para ella. El dueño de la tienda vivía sólo y le ofreció albergue y comida a cambio de su compañía. Ella aceptó. Un buen día, el hombre decidió visitar a su hermana y fue allá acompañado de Paloma. Su hermana, mujer amable, sencilla, de mediana edad, vivía en concubinato con un hombre de su misma edad. Le ofreció a su hermano hacerse cargo de Paloma, a quien quería iniciar en las tareas domésticas, para que le ayudara en las limpiezas de pisos que ella atendía. Llegaron a un acuerdo. Paloma se encontraba cómoda al albergue de una "familia" y acompañaba a su "tía" todos los días para ayudarla en las limpiezas. Después de las cenas corría la caña abundantemente y Paloma terminaba sus noches de rodillas debajo de la mesa, mamándole la polla a su "tío" y algunas veces se tuvo que comer el coño de su "tía". Fue precisamente en esa tarea, cuando a la edad de 10 años su tío le penetró el ano. A esa edad sus senos y su culo acentuaban las formas deliciosas y apetitosas que tenía hoy. Una noche su tía bebió una copa de más y hubo que acompañarla a la cama. Paloma le ayudó a desvestirse y estando ya desnuda sobre la cama le forzó la cabeza entre las piernas obligándola a lamerle el coño. En eso estaba cuando vio a su tío desnudo junto a ella, untándose mantequilla en el pene erguido. Dos dedos llenos de mantequilla le lubricaron el ano y esa polla grande comenzó abrirse paso dentro de ella. Sintió un dolor horrendo, sintió correr sangre sobre su muslo. El dolor se convirtió en ardor por la violencia aplicada en el estupro de su culo virgen. Un líquido tibio que corría por su interior amainó el ardor que sentía, justo en el momento que su tía se corría entre gemidos de placer. El 69 con su tía mientras el tío se la follaba por el culo, se convirtió en la pose habitual de la "familia" en las noches húmedas de caña.
Tenía 13 años cuando su tío comenzó a intercambiarla todas las noches por la hija de su vecino que tenía unos 17 años y tomaba la anticonceptiva. El vecino la montaba a dúo con su hijo mayor. Mientras uno se la daba por detrás el otro se la hacía mamar. Los hombres sentían placen en culearla como hacen los perros, aferrados firmemente a sus tetas y excitando aún más sus instintos salvajes mirando como se comía la polla del compañero. A ese vecino siguieron otros vecinos y amigos, con sus parientes, los amigos de los amigos e inclusive con sus mujeres. Se intercambiaban los "objetos de placer", mayores y menores que ella, fueran del sexo masculino o del femenino. Era el fruto del alcohol y de la pobreza. En algún momento comenzó a tomar la anticonceptiva que repartían unidades de la asistencia social, aunque ello fuera sólo de carácter preventivo y no por la necesidad directa. Con 15 y 16 años tenía ya una figura y una carita, que los machos que la vieran desnuda pensaban en hacer de todo con ella menos penetrarla vaginalmente. Sus labios gruesos, su boca pequeña, su nariz suave, sus rasgos faciales finos y su culo fuerte, erguido en forma de pera despertaba en los hombres deseos animales de tenerla.
Llegó el día de apertura de los pliegos de ofertas en Quito. El envió a Germán para hacer acto de presencia y anotar los resultados. Su empresa había hecho la mejor oferta económica. Había que esperar ahora la valuación técnica. Pero el éxito estaba a su alcance. Colgó el teléfono contento y satisfecho, después de oír la buena nueva de Germán. Su alegría desbordaba. Abrazó y besó a Ana Cecilia, - ¡Cuidado!, puede entrar alguien. La valuación técnica llevaría semanas. Germán debía de hacerse cargo de todas las aclaraciones técnicas. Las conversaciones económicas, donde debía de participar, vendrían bastante más adelante. De manera que se podía marchar pronto de vacaciones con su familia. Pensó en hacerlo el próximo fin de semana.
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Nota del autor: mis historias son ficticias. Cualquier parecido con lugares, nombres o situaciones similares es pura coincidencia.