Historia Bogotana (VI).
Lo ocurrido, dejaba deducir que se estaba entrando en una etapa de una despiadada La detención de aquellos dos hombres conjuntamente con Dennis y Eva, llevó a descubrir y desintegrar una amplia red de chantajistas que por suculentas comisiones, gestionaban con métodos criminales, la adjudicación de licitaciones industriales a nivel internacional. El asunto amenazaba con alcanzar diversos órganos oficiales de manera, que para evitar un escándalo público, los gobiernos de los países perjudicados decretaron la anulación de toda adjudicación obtenida fehacientemente por métodos criminales. Entre estas estaba claramente documentado el proyecto de Quito. La empresa de Julián volvía a estar galopando en primera línea con respecto a ese proyecto. Pero la investigación trajo también a la luz del día, que Dennis había encubierto a sus secuestradores. La posición legal de Dennis se hizo insostenible, mientras Eva fue declarada libre de toda culpa. Dennis fue penalizada con cinco años de cárcel por los delitos de colaboración con una banda criminal, prostitución e instigación a la prostitución, en el caso Eva. Julián rompió todo contacto con Dennis. Nunca la visitó en la cárcel pero puso los mejores abogados a su disposición para obtener su libertad. No fue posible conseguirlo pero la absolución de Eva llenó a Julián de alegría. Nunca perdonó a su mujer el daño que le había causado a la niña. Dos meses después de la partida de Eva para Europa, Dennis apareció ahorcada en su celda. Julián se preocupó para que la madre de su hija tuviera un sepelio acorde y una sepultura digna. Eva lloró mucho la muerte de su madre. Esa historia la marcó para toda la vida.
Profesionalmente Julián había tomado viento en las velas y marchaba a buena velocidad. Su proyecto de estructuración fue aceptado y pronto llegaría el nombramiento oficial de Germán en el cargo de Director Técnico de la empresa. Ana Cecilia seguiría siendo la secretaria privada del Director General Julián. Por la parte privada, dejando de lado los reveses vividos y sufridos pero sin olvidarlos, él tenía todo en sus manos. Un puesto de la más alta jerarquía en una empresa multinacional, excelente posición social, jovial, fuerte, atlético, bien parecido y con unos 43 años en lo mejor de la edad de un hombre. Al enviudar quedaba absolutamente libre de compromisos y se convertía en una buena partida y en una meta soñada para cualquier mujer. Pero de momento era un hombre entristecido por los hechos.
Germán, cuando llegue tu nombramiento debemos pensar seriamente en cubrir la gerencia del área de la electrónica industrial. Tengo en manos un ingeniero que viene de ese ramo, mujer joven, Luz Hernández, que viene recomendada por mi familia pero que independientemente de eso ha certificado excelentes calificaciones y mérito universitarios. Hablaré con ella, y después te la presentaré.
¿Una mujer ingeniero?. Vamos a tener problemas con los nuestros.
El echo de que Luz Hernández tenga un buen par de tetas en lugar de un buen par de pelotas, no la desacredita profesionalmente. Si vale se queda. Y con respecto a su carácter; piensa sólo en los cojones que debe haber puesto esa mujer sobre la mesa y la capacidad de imponerse que debe de tener, para poder recibirse con mérito en la Universidad de Bogotá. Germán comprendió que Julián hablaba en serio.
A los dos meses de esa conversación Luz Hernández se hacia cargo de su puesto. Germán recibió su nombramiento y en estos momentos se ocupaba por un lado, de sus nuevas funciones específicas como director técnico y por otro de introducir a Luz en las funciones que él acababa de dejar. Prestó especial atención en crear un ambiente amistoso de trabajo con Luz fomentando el trato personal entre ellos dos y su mujer Ana Cecilia. Ambas mujeres se entendían muy bien. Entre ellas nació un lazo de amistad personal. A Ana Cecilia también le gustaba jugar al tenis, salir de compras y de paseo para lo cual encontró en Luz una amiga ideal e inagotable. Germán y Julián preparaban los asuntos finales para concretar la firma del contrato del proyecto en Quito. Las cuestiones técnicas estaban aclaradas y se estaban discutiendo los detalles de la parte económica y comercial del contrato. Se hacía necesario un viaje a Quito del que esperaban volver con el contrato firmado para que Germán llevara una copia a fin de exponerlo en su visita de presentación en Alemania. El viaje estaba ya previsto para este fin de semana y viajarían el sábado de mañana, para descansar y conversar todos los detalles a fin de enfrentar las duras jornadas de negociación a partir del lunes. En realidad Julián y Germán querían llevar con ellos a Gloria y a Bety que sólo podían abandonar Bogotá los días no laborables.
Ana Cecilia, tú estás sola el fin de semana. ¿Por qué no te vienes conmigo a Soacha?. La pasaremos bien en el club de tenis y en el de equitación.
De acuerdo iré contigo para no aburrirme.
El sábado por la mañana mientras Julián y Germán volaban a Quito con sus dos hermosas acompañantes, Luz y Ana Cecilia abandonaban el centro de Bogotá en dirección a Soacha. Allá, su familia se dedicaba al cultivo de orquídeas para la exportación, tenían una inmensa casa de campo y Luz tenía su propio apartamento en el centro del pueblo. Allá fueron primeramente las dos mujeres.
Nos cambiamos y vamos a jugar al tenis. A estas horas del sábado el club está tranquilo.
Se divirtieron en dos partidos en los cuales Luz impuso su mayor destreza y su forma atlética. Riendo y abrazadas fueron por un refresco. Era un día hermoso y gozaban del buen tiempo.
Vamos a ir a comer a la casa de mi tío Sergio, que es algo así como un tío en segundo grado de Julián. Verás que instalaciones hermosas que tiene. Ahora vamos a la ducha que se acerca la hora de comer.
Estaban solas bajo las duchas. Ana Cecilia dejando correr el agua tibia observaba las líneas hermosas y estéticas del cuerpo desnudo de Luz. Las miradas de ambas se cruzaron. Ana Cecilia sintió un escalofrío que corría por su médula.
Ven Ana, te enjabono la espalda.
Sin manoplas, las manos de Luz pasaban por la espalda de Ana Cecilia bajando hasta sus nalgas, que más que enjabonar acariciaba, volviendo a subir para enjabonarle el cuello y deslizándose por debajo de los brazos hasta alcanzar los senos. Ana Cecilia no reaccionó. Dejó hacer, pero sus rodillas temblaban. Los dedos de Luz jugaban con sus pezones endurecidos a tiempo que sentía los pezones de Luz rozarle la espalda. Mientras una mano continuaba acariciando su seno la otra se deslizaba ya por el vientre en busca de sus labios vaginales. Sintió esos dedos deslizarse por su clítoris. Volcó su cabeza hacia atrás, en pleno goce de lo que estaba viviendo y apoyándose contra el pecho de Luz.
Eres bonita, dijo Luz y un beso selló sus labios.
El tío Sergio las recibió cordialmente. La luz de mis ojos ha llegado, decía Don Sergio alegre de abrazar a su sobrina predilecta. Comieron, conversaron alegremente y a los postres se sentaron en el jardín tupido de flores tropicales.
¿Ana te animas a montar?.
Mis padres tienen caballos y aunque no monto frecuentemente me podré mantener encima, si el tuyo no es de los bravos.
Pues conozco un hermoso camino al lago.
Una alameda arbolada, después unos senderos, unos caminos rocosos que Luz parecía conocer muy bien, les condujeron a un lugar encantador y tranquilo junto a un lago que parecía ser parte de un embalse. Ataron sus cabalgaduras y se acercaron al agua. Luz se quitó las sandalias y se adentró en el agua.
No está fría. Vamos a nadar hasta la roca.
Un islote rocoso que sobresalía a unos 150 metros de la orilla. Luz se desnudó y se lanzó al agua. Con fuertes brazadas alcanzó la roca. Pocos minutos después llegaba Ana Cecilia. Estaban aferradas a los arbustos que se adentraban en las aguas, frente a frente, mirándose, sonriéndose. A Ana Cecilia le entraron palpitaciones cuando sintió que Luz le rodeaba la cintura con su brazo. Se sintió atraída hacia ella, sintió sus senos chocar contra los suyos, sus piernas rozando las de ella, su vientre apretado al de ella. Sintió que no tenía voluntad de resistirse. Cerró los ojos y por fin sintió los labios de Luz buscando los suyos. La besó mientras su mano libre se deslizaba entre las piernas desnudas de Luz y su boca buscaba los senos de esa mujer que la estaba poniendo al rojo vivo. Chupó suavemente sus senos duros, lamió los pezones rígidos y su lengua se penetró dentro de la boca de Luz quien retribuyó esos besos con ardor ferviente y luego se sumergió. Ana Cecilia vibró cuando sintió la lengua de Luz introducirse entre sus labios vaginales. Lanzó un gemido y se corrió en el agua.
Iniciaron la cabalgata de regreso, alegres, riendo, jugando, contando bromas y a veces deteniéndose para recoger algunas flores silvestres. Merendaron con Don Sergio y se despidieron hasta mañana. De regreso en el piso de Luz, se pusieron cómodas y acompañadas de una buena botella de vino chileno se sentaron en el amplio y florido balcón. Conversaron de muchas cosas, niñez, escuela, novios, en fin sobre todo lo que suelen conversar dos mujeres jóvenes. Por fin se retiraron a los aposentos. Ana Cecilia daba vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño. Un golpe en su puerta y Luz entró.
Tú tampoco puedes dormir, verdad,
dijo acercándose. Se quitó el camisón y se metió en la cama de Ana Cecilia, quien sentía hervir la sangre. Luz pasó un brazo por debajo de su cabeza y apoyándose sobre ese brazo acariciaba con la otra mano los cabellos, las mejillas y los senos de Ana.
Cierra los ojos, le dijo.
Los labios gruesos y ardientes de Luz se depositaron en sus párpados cerrados, besándola apasionadamente, en sus mejillas, en su nariz y finalmente sobre sus labios. Ana Cecilia temblaba de ansiedad a tiempo que correspondía los besos con otros ardientes, introduciéndose mutuamente las lenguas, chupándose los labios. También se quitó su camisón y se entregó a los brazos de Luz. Sintió su boca correr por su cuello hasta sus senos. Sus pezones se endurecieron al sentirse acariciados por los pezones de Luz. La boca de Luz daba calor a sus senos de por sí ardientes. Su respiración se agitaba a medida que los labios de ella se acercaban a su intimidad. Vibró con el primer roce de la lengua sobre su clítoris y despidió sus primeros jugos cuando esa lengua comenzó a acariciar sus labios vaginales. Un grito ahogado y el orgasmo que le vino la hizo retorcer en la cama. Luz se arrodilló sobre su cabeza colocando lo suyo sobre la boca de Ana Cecilia quién supo enseguida lo que debía hacer y lo hizo con gusto, Su lengua parecía disfrutar con la vulva rosada, tibia y húmeda de Luz que movía agitadamente su cabeza dejándola caer hacia atrás, mientras que, ya totalmente entregada al placer, un hilo de saliva le corría por la comisura de sus labios. Ana la chupaba y lamía con el cariño de una amante, introduciéndole la lengua en la vagina húmeda mientras que una mano acariciaba los senos duros y firmes de Luz y la otra se metía entre sus nalgas dejando que la punta de un dedo jugueteara con el ano. Luz cayó junto a Ana convulsionada por la secuencia de orgasmos que siguieron. Se durmieron besándose y abrazadas como queriendo fundir sus cuerpos.
***************************
- Buenos días, dijo Ana Cecilia mientras besaba con ternura los senos de Luz.
- Buenos días, cariño. Dame un beso.
Ana le dio un beso largo en la boca y una serie de besitos en la boca, la nariz y las mejillas. Luz tomó a Ana en sus brazos atrayéndola hacia su cuerpo.
Vamos a desayunar y luego tendremos tiempo para amarnos antes de salir. Hoy es domingo y vamos a disfrutarlo, me gustas mucho amor mío. Eres bonita y cariñosa, dijo Luz acariciando los cabellos de Ana, y continuó: vamos a entrar en una hermosa semana para nosotras. Germán y Julián están de viaje y eso nos ofrece algunas posibilidades seductoras. Ana Cecilia respondió con una sonrisa y con un beso.
Eres encantadora Luz.
Desayunaron desnudas, conversando de las cosas que harían juntas, de modas, de música, del trabajo, luciendo sus cuerpos jóvenes y esbeltos pero también ardientes y deseosos de poseerse mutuamente. Ana Cecilia se sentía fascinada por esa nueva sensación. No era la pasión o la excitación sexual que conocía de los hombres que había amado, de los que la habían poseído. Eran las caricias, los besos de la boca de una mujer, la entrega apasionada, dulce, sin violencias. Masturbar y ser masturbada con besos y caricias era hasta casi más hermoso que ser penetrada por un miembro viril.
Luz, me encanta estar contigo, me gusta hacer el amor contigo. Es la primera vez que lo hago con una mujer y te aseguro que me gusta, pero no creo que pueda prescindir de ser penetrada por un hombre. ¿Te puedo preguntar algo personal?.
Pregunta y ya veremos.
¿Tú haces sólo el amor con mujeres o aceptas hombres también?.
Eso es fácil de contestar. Me gusta hacer el amor con ternura. Soy bisexual. Me gusta poseer y ser poseída si ello ocurre con cariño, con sensibilidad, con entrega mutua. El ser penetrada por un pene te produce la excitación que te conduce al orgasmo, siempre que se haga el amor con cariño. La misma sensación la puedes vivir con una mujer y hasta con la ayuda de la técnica puedes ser penetrada. Te lo demostraré más tarde. Me gusta la estética física. Me gusta la erótica y rechazo la pornografía. Amo las situaciones de estimulación adrogenital, las situaciones momentáneas en las que, por las razones que fueran, gozas del amor produciendo adrenalina a raudales, viviendo orgasmos que te quitan las fuerzas. Amo la belleza de la naturaleza. Tú, por ejemplo, me gustas porque eres bonita y esbelta, pero también eres cariñosa y amante. Te gusta recibir amor porque sabes darlo. Yo soy igual que tú en ese sentido. No soy feminista, pero tampoco veo la razón por la cual debe ser siempre un hombre el que lleve la batuta en la vida sexual y mucho menos aún, si justamente en ese sentido él es egosita. Si una mujer me hace feliz sexualmente y espiritualmente, entonces amo a esa mujer lo mismo que amaría a un hombre que ofreciera lo mismo. Posiblemente me case algún día y tendré hijos. Eso lo considero normal, natural y hasta lo deseo, pero me costará trabajo elegir al hombre que será mi compañero.
Te entiendo, pero dime ¿Qué es para ti una situación de estimulación adrogenital?.
Mañana o pasado haré el amor contigo sobre el escritorio de Julián. Entonces sabrás a lo que me refiero. Ana Cecilia pensó un segundo lo que acababa de oír y sintió humedad entre sus piernas.
- Ven cariño, vamos a ducharnos y después nos acostamos un poco antes de salir.
Dijo Luz. El baño de la suite de Luz era casi tan grande como el dormitorio. Mármol, azulejos, espejos, bañera en esquinera muy amplia, con hidromasaje y rodeada de una mampara de cristal transparente con panel de control para sistema de audio, radio FM y teléfono a mano libre, camilla para solario, lámparas bronceadoras, perfumes, gel, sales de aromas fascinantes. Luz dejó correr agua atemperada en la bañera dejando diluir las sales y el gel espumoso. Puso música ambiental y se introdujo en la bañera.
Ven amor, siéntate aquí entre mis piernas.
Ana Cecilia se sentó entre sus piernas apoyando su espalda contra el pecho de Luz. Las manos de Luz se adueñaron de sus senos, acariciándolos retorciendo suavemente los pezones entre sus dedos. Los labios se deslizaban por su cuello, besándola, chupándola, mordiéndole los lóbulos de las orejas, dejando penetrar la lengua en los oídos. Ana Cecilia se abandonó a ese placer. Inclinó su cabeza hacia atrás buscando los labios de Luz. Sus bocas abiertas se unieron como si quisieran comerse mutuamente. Las lenguas se entrecruzaban tratando de alcanzar el interior de esas bocas ardientes. Las manos de Luz ya habían alcanzado los labios vaginales de Ana y acariciaban su clítoris mientras sentía los duros pezones de Luz pasearse por su espalda. Dos dedos se introdujeron en su vagina. Fue entonces cuando Ana se dobló hacia delante y volvió a caer casi desvanecida en los brazos de Luz sacudida por violentas convulsiones. La cadena de orgasmos no se interrumpía. Cuando se calmó se unieron en un beso lleno de amor y entrega.
- Ven levántate y acuéstate sobre la camilla y no te quites la espuma de tu cuerpo.
Ana obedeció dejándose conducir tomada de la mano hacia la camilla donde se acostó de espaldas. Luz también se subió a la camilla arrodillándose de manera de que las piernas de Ana Cecilia quedaran entre sus piernas. Las vulvas se rozaban. Los pechos chocaban entre si. Los cuerpos enjabonados se estregaban como acariciándose. Sintió el calor vaginal de Luz contra su vagina. Sintió la boca ardiente de Luz unirse a la suya. Luz lanzó un gemido al tiempo que Ana sintió correr una humedad tibia entre sus piernas.
Te quiero Ana, eres divina. Quedaron abrazadas besándose como si estuvieran en luna de miel.
Ven Luz, quiero estar en la cama contigo. Acostémonos un rato.
Ahora fue Ana la que hizo estragos en su amiga. Su lengua le penetraba la vagina, lamía sus labios vaginales, se introducía en su ano. Luz hundió la cabeza en la almohada cuando Ana chupaba y gozaba de ese líquido tibio y salado que despedía Luz. Un gemido delató el orgasmo de Luz mientras Ana acariciaba sus nalgas, abría su boca succionando la vagina y penetraba su lengua para gozar al máximo de su amiga. Se unieron abrazadas en un beso y así abrazadas y besándose se dejaron deslizar de la cama sobre el piso alfombrado. No tenían ni fuerzas, ni voluntad para levantarse. Prefirieron quedar unidas gozando del calor de sus cuerpos amantes.
*******************
Julián había reservado dos habitaciones matrimoniales en el Hotel Alameda Real, en el cruce de las calles Roca y Amazonas. En pleno centro de Quito. Uno de los hoteles más finos de la ciudad. Bety y Gloria estaban radiantes luciendo el esplendor de su belleza en ese ambiente selecto que las rodeaba. Habían pasado un fin de semana agradable. Germán se pudo despachar a gusto con Bety. Gloria se mostró desde una faceta desconocida hasta ahora, pero tácticamente excelente. Percibió muy rápidamente que Julián no estaba anímicamente para dar mazazos sexuales al estilo de Tarzan. La muerte trágica de Dennis lo había tocado muy hondo. El se hacía reproches y se preguntaba si todo lo ocurrido no sería la consecuencia de su desmesurado afán por hacer carrera, olvidándose que su familia le necesitaba tanto o más que su oficio. La entrega de Dennis a otro hombre muy por debajo de su condición social podría haber sido el producto de una necesidad femenina de amor, de sentirse deseada, de sentirse halagada, de sentirse amada, de ansias de entregarse y sentirse poseída. ¿Le había dado él a Dennis, suficiente amor, cariño y dedicación?. ¿Le había dado suficiente satisfacción sexual?. Esas preguntas giraban en su mente y le resultaba difícil de contestar. No se sentía libre de culpas y la fina sensibilidad de Gloria percibía que Julián pasaba por un mal momento.
Julián, yo nunca hago preguntas porque tampoco me gusta contestarlas, pero te quiero decir que no sólo sé reír y hacer el amor, no, también puedo escuchar horas enteras sin decir palabra. A veces la gente tiene la necesidad de hablar de algo que le oprime y no sabe con quién hacerlo y eso les oscurece el carácter, dijo Gloria acariciándole las manos, acostada junto a él, hay situaciones difíciles de sobrellevar, especialmente si se está solo. Tienes amigos, claro. Pero con algunos no puedes conversar sobre cosas personales, por que la relación laboral, comercial o familiar no lo permite. Y por eso hay veces, en que personas totalmente extrañas, casi desconocidas, puedan resultar más ligadas a uno de lo que tu mismo te puedas imaginar. Ven sentémonos un poco en el balcón de la habitación con una copa de buen vino que hoy tengo necesidad de contarte cosas de mi vida. Julián se sintió aliviado.
- Sabes yo nací y me crié en Cali. Soy la menor de ocho hermanos, cinco varones y tres mujeres. Mis padres viven aún allá y tengo muy buena relación con ellos. Especialmente con mi padre, un viejito de 63 años a quien quiero mucho. Aunque no lo creas, mi vida sexual no es muy activa. Cuando era más joven no salía con chicos y hoy me resulta difícil aceptar invitaciones cuando me las hacen. No me avergüenza decir que el primer contacto con la sexualidad la tuve con mi hermano Alberto, el mayor de todos nosotros. Entonces me enamoré locamente de él y creo que aún lo estoy.
Se hizo un silencio. Julián la escuchaba con atención pero no se atrevía a hacer preguntas. Gloria vio la curiosidad en sus ojos. Se quedó pensando con la vista puesta en la lejanía y continuó con sus recuerdos. Sus palabras fluían lentamente, como si quisiera ordenar sus ideas.
Yo tenía entonces trece años y él ya había cumplido los veintitrés. El estaba entonces al cuidado de una villa, propiedad de unos señores americanos, que estaban en Los Angeles y un día le acompañé para ver esa hermosa casa por dentro. Llévate un bañador y te podrás refrescar en la piscina, me dijo. Mientras Alberto hacía su trabajo, me lancé al agua nadando y jugando como una chiquilla. Poco más tarde él se quitó los pantalones quedando en bañador. Recuerdo que su cuerpo atlético me deslumbró. Quedé casi embobada mirando su musculatura. Siempre hablábamos entre las chicas y aún con mis hermanas, sobre la apostura de este o de aquel chico, de lo fuerte que aparentaban, de la cabellera rizada, de lo alto que era el uno o el otro, pero nunca había visto a mi hermano con otros ojos que los de eso, ... una hermana. En aquel momento lo tenía ante mí y me pareció un adonis. Estábamos tumbados sobre una colchoneta tomando el sol, cuando al observarlo no pude reprimir el deseo de acariciar su pecho fuerte y musculoso. Sus bíceps me parecieron de hierro. Me apoyé sobre mis codos para verlo mejor. Pégame un puñetazo y verás como te duele la mano, me dijo sonriente. Le di un puñetazo pero con miedo de hacerme y hacerle daño. El se reía. Ahora dame un beso en la mejilla para que no se hinche, me dijo en broma mientras continuaba riendo y mostrando sus dientes blancos. Fue un impulso loco, pero le di un beso en la boca que él no rechazó. Le di otro beso y por fin uní mi boca a la suya mientras le acariciaba el pecho musculoso. El me besaba con la misma ansiedad que yo a él. Mi mano se fue deslizando bajo su bañador hasta alcanzar sus genitales. La dureza de su pene me estremeció. Sentí que me humedecía entre las piernas mientras lo masturbaba y fue allí mismo donde él me hizo mujer. Allí viví mi primer orgasmo. Me penetró y me dio su amor con dulzura. Ese hermoso momento no lo olvidaré nunca. Con él aprendí casi todas las artes de hacer el amor. Cuando yo tenía 18 años, Alberto decidió instalarse por su cuenta con una tienda propia y yo me fui con él. Vivimos juntos dos años como marido y mujer. La intervención de mis padres nos hizo comprender lo descabellado de lo nuestro y nos separamos. Fue cuando yo decidí venir a Bogotá. Desde entonces he visto a Alberto unas cuatro o cinco veces y siempre, pero siempre nos hemos acostado juntos, aún la última vez que estuve en Cali y él me presentó a su novia, una chica preciosa, buscamos la oportunidad para pasar una horas solos en su casa. Yo continúo enamorada de él y creo que él de mí. Tengo miedo de pensar en el futuro.
- Gloria te agradezco que me consideres tu amigo. No sé que decirte. Tu historia es una historia de amor, pero al mismo tiempo una historia de amor imposible. Creo que tus sentimientos son reales y que sufres mucho, pero yo no soy el indicado para criticar, o alabar o dar consejos de tipo alguno en esa materia, pues no he podido ni siquiera percibir mis propios problemas y sólo he vivido la consecuencia de mi falta de atención.
- ¿Te culpas de lo sucedido o te irrita la humillación de sentirte traicionado?.
- Lo único que le reprocho a la difunta Dennis es el no haber sabido proteger a nuestra hija, eso me llena de rencor pero por lo demás, me considero tan culpable como ella de lo sucedido con la diferencia, que yo vivo y ella no.
- Es hora de acostarnos Julian. Mañana debo volar a Bogotá.
Sugerencias a: [email protected]
Nota del autor: mis historias son ficticias. Cualquier parecido con lugares, nombres o situaciones similares es pura coincidencia.