La Virgen de los espárragos.
Francisca vivía en un pueblo de campaña cuya principal actividad, debido al suelo apropiado para ello, era el cultivo de espárragos. Francisca era la mayor de cuatro hermanos. Tenía ya 50 años de edad y su madurez dejaba reflejar algo del esplendor de su juventud. Posiblemente si hubiese abandonado sus atavíos de campesina y se hubiese preocupado algo más por su aspecto físico, hubiese conseguido reflejar una estampa femenina mucho más atractiva a la que irradiaba a esta altura de su vida. No estaba tan envejecida como aparentaba. Era algo mezquina de manera que no gastaba dinero, ni en ropa elegante, ni en cosmética. Esa misma razón había mantenido alejado a todo hombre que la pretendiera. Ella pensaba que todo el que se acercaba a ella con humos de pretendiente sólo pensaba en apoderarse de lo que le pertenecía. Sus hermanos, hartos del trabajo de campo, habían abandonado el pueblo hacía ya bastante tiempo, para marcharse a trabajar y a vivir a la ciudad. Habían fundado sus familias y ya no se contaba más con que regresaran. Francisca vivía sola y también sola se dedicaba al cultivo, cosecha y cuidado de los campos de espárragos que había recibido de su difunto padre y que le proporcionaban el dinero suficiente para vivir con una determinada comodidad. La soledad había endurecido bastante el carácter de Francisca. Era conocida como una beata que no perdía una misa de Domingo ni tampoco un Rosario pero también se le conocía y mucho más por otra característica: se jactaba orgullosa de ser aún virgen a su edad. Por tal razón se le llamaba en el pueblo «La Virgen de los espárragos». Sólo los mayores y sus íntimos sabían que ella se llamaba Francisca, la Paca le decían, pero por lo general le llamaban "la virgen". Esa virtud de Francisca no sólo se conocía en su pueblo sino también en los pueblos vecinos con los que se comerciaba.
Verdaderamente ella vivía bajo una aureola de virginidad celestial. En misa, siempre sentada en primera línea lo mismo que en el Rosario. Era la encargada de encender y apagar las velas de la iglesia, de realizar las colectas dominicales, de engalanar la iglesia en los días festivos. Paca, acuérdate de mí en tus oraciones, - Paca reza un Rosario por mi marido que está malo, - Paca, reza para que llueva pronto. La gente mayor del pueblo la veneraba y respetaba como una verdadera virgen celestial, otros no le prestaban mayor importancia a su presencia y no faltaba quien se mofara de ella.
La temporada de los espárragos suponía un trabajo duro. La cosecha comenzaba con el comienzo de la alborada a horas muy tempranas de la mañana. Cuando el resto del pueblo estaba en lo mejor del sueño, los propietarios de campos de espárragos estaban en plena tarea de cosecha. Francisca era la primera. Su vecino más cercano estaba a 500 metros y casi nunca se veían durante el trabajo. La venta de los espárragos se realizaba a los mayoristas, por medio de las cooperativas, pero la mayor ganancia la aportaban los clientes privados. No puede extrañar entonces que Francisca se alegrara la mañana en la que a hora muy temprana vio acercarse a una camioneta que se detuvo junto a ella y de la cual descendió un señor que apoyándose en un bastón se le acercó:
Necesito espárragos para hacer conserva. Le compro todo lo que tiene allí, dijo indicando dos cestas llenas de espárragos. Se acordó el preció y se pagó.
- Por favor yo no puedo subir a la camioneta. Vacíe sus dos cestas en ese tonel que llevo en la camioneta, así puede conservar las cestas que son herramientas de trabajo. Mañana volveré por más. Francisca subió las dos cestas a la camioneta y dando un salto subió al vehículo. Arrastró las dos cestas hasta el tonel ubicado al fondo de la camioneta y estaba ya por vaciar la última cuando las puertas se cerraron, el motor se puso en marcha y el vehículo también. De nada valieron sus gritos. Estaban en campo abierto y la camioneta se alejaba del pueblo. Nadie había observado lo sucedido, ni tampoco nadie notó la ausencia de Francisca esa mañana. Se aferró a los travesaños de la carrocería para no darse golpes. Así anduvo casi una hora sin que ella pudiera ver hacia dónde se dirigía. La camioneta no tenía ventanillas y estaba sumida en la oscuridad absoluta. Escucho que el vehículo daba unos bocinazos disminuyendo la velocidad. Sintió que penetraba en algún lugar cerrado, que el vehículo se detuvo, unos portales que se cerraron y también sintió unas voces que hablaban en voz muy baja sin que ella pudiera entender lo que decían y mucho menos lo que pasaba. Le palpitaba el corazón y en su avaricia pensó en un atraco. Rápidamente se puso el dinero que había cobrado en su zapato. Transcurridos unos minutos se abrieron las puertas. Cuatro hombres igualmente vestidos con ropa de trabajo que cerraba al frente con una cremallera y con la cara cubierta con una media la invitaron a bajar. Estaba en un recinto cerrado. El señor que le había hecho la compra no estaba entre ellos. ¿Sería él el responsable del secuestro o fue también víctima del asalto?. Esa pregunta nunca le fue contestada.
Baja, santísima virgen, baja - Qué queréis de mí, no tengo dinero, soy pobre y trabajadora. El cielo os castigará. No queremos tu dinero, al contrario te llevarás dinero de aquí si gana tu grupo preferido. Te lo explicaré. Dos de nosotros han apostado mucho dinero a que tu no eres virgen y los otros dos que son fieles devotos tuyos apostaron porque lo eres, de manera que si lo eres te llevaras la mitad de la apuesta y eso es mucho, pero mucho dinero que se pagará inmediatamente. Mira le dijo mostrándole una caja de zapatos llena de billetes de banco Esta es la apuesta. Si eres virgen la mitad es tuya.
La experiencia de Francisca le hizo calcular que allí había una buena suma para cosechar. Pero tenía un problema. La verdad es que siendo muy joven había perdido su virginidad con un pastorcillo de la sierra. Tuvo sólo tres coitos con él hace ya 36 años de manera que si bien no era virgen, su estrechez así lo pensaba debería significar su virginidad. Lo demás podría simularlo. No podía actuar de otra manera. Tenía todo para ganar y mucho para perder pues esos hombres, de descubrir la verdad, harían público lo que nadie debía saber y se burlarían de ella. No era virgen, y se fue a por todo. ¿Cómo os atrevéis a dudar de mi virginidad?-
- Es lo que vamos a comprobar ahora. La rodearon uno comenzó a desabrocharle el delantal.
- ¿Qué os proponéis hacer?. - Mira sólo hay una manera de saberlo y es por la manera práctica. Si eres virgen no te desvirgaremos y eso se sabe por la estrechez de tu vagina de manera que si quieres el dinero tendrás que correr el riesgo. - A pesar de sus reparos y protestas, aplicando mayor o menor fuerza, fue poco lo que tardaron en desnudarla. Vaya sorpresa. Con ese cuerpo no habían contado. Un tanto barroco pero fuertemente formado, músculos tensos, tetas duras y paradas, piernas bien torneadas que terminaban hacia arriba en un culo tipo pera. Dichoso el que consiguiera albergar su polla dentro de ella. La acostaron sobre una mesa.
Primero los que no creen en ti. Estamos seguros que los Santos te protegen y que velarán por tu dignidad y por tus derechos. El que había sacado el número uno del sorteo se untaba la polla con vaselina y aprovechó sus dedos untados para pasárselos por la vagina de Francisca. Apoyó y empujando muy lentamente se la entró hasta las pelotas. Una vez adentro la folló hasta que Francisca obtuviera su última gota de semen. Bueno es que tú tienes un pollín en lugar de una polla. Eso entra hasta en el culo de una hormiga. A ver tú ven para acá. Tampoco tienes mucho pero creo que estás mejor. Prueba pero no le rompas el virgo porque te rompemos a ti. Otra vez mucha vaselina. La vagina de Francisca estaba ya bien lubricada y algo dilatada; allá se fue el segundo. Despacio y con presión constante la envainó completamente y otra vez un polvo de puta madre en el coño de Francisca. Francisca sentía correr el semen tibio en su interior. Comenzaba a relajarse y a tomarle el gusto a la apuesta pero muy especialmente a las pruebas. Nosotros demostraremos que tú eres virgen. Los otros ya se quejaron de tu estrechez pero van poco armados de manera que no es un milagro el que te hubieran penetrado. Ahora podrás demostrarles. El tercero llevaba una buena verga pero Francisca no se la veía. Se la untó con vaselina, apoyó y entró como cuchillo en su vaina. Se la dejó adentro comenzando a acariciarle las tetas y morderle los pezones. La tomó por debajo de ambas piernas, se las levantó un poco y entró a darle viajes correspondientes a todo el largo. Francisca temblaba, vibraba, un hilo de sangre le corría por el labio inferior. Se estremeció con el orgasmo al tiempo que recibía la tercera carga de semen. El cuarto dejó las ceremonias de lado. Saco su cipote Master, tomó sus piernas por las pantorrillas, se las levantó y fue adentro con todo. Cinco centímetros de diámetro por veinte de largo se cobijaron en el coño más virgen y sagrado del pueblo. A pesar de la lubricación que tenía sintió el impacto. Sintió como su vagina se dilataba pero también sintió el placer que le otorgaba. Francisca cruzó sus piernas a las espaldas de su superfornicador y empujando se enterró ese garrote gasta sentir los huevos. Las convulsiones del orgasmo no cesaban. Quedó tendida sobre la mesa como desmayada. Respirando con ansiedad. Poco a poco se fue calmando.
- Bien, virgencita, parece que tienes problemas para demostrar tu virginidad. Se ha derramado mucha leche pero ni una gota de sangre a pesar de que te has tragado una polla con título de campeona provincial y medalla de oro olímpica. Si no eres virgen es porque puedes y sabes follar, de manera que ahora vamos a probar tu culo y tu boca. Vas a mamar cuatro cipotes y cuatro cipotes se alojarán en tu culo.
- Os denunciaré por secuestro y violación. Vosotros haréis de mí una mártir. Sí, ese será el resultado yo seré mártir y vosotros iréis a la cárcel.
- No lo harás Paca, nosotros no iremos a la cárcel ni tampoco te vamos a forzar. Por tu propia voluntad, sin resistencia y con el mayor de los placeres te vas a mamar las cuatro pollas, te vas a tragar la leche que te demos sin desperdiciar gota y vas a gozar al cobijar las cuatro pollas en tu culo y el domingo próximo y todos los domingos siguientes por las tardes te recogeremos para repetir, para hecernos unos viajes contigo y para no olvidarnos de lo bien que la estamos pasando. ¿Y sabes porque lo harás, Paca?. Es muy fácil. Uno de nosotros fue pastorcillo en la sierra de este lugar hace 36 años y tiene una buena historia para contar al periódico local.
En cuatro patas sobre el colchón que habían arrojado al suelo recibió la primer polla que quería alojarse entre sus labios mientras que el superpene, esta vez con vaselina, ya se deslizaba lentamente dentro de su culo para gozar de esas profundidades verdaderamente vírgenes. Paca abría bien las piernas relajándose para no entorpecer la penetración y su lengua pasaba por la cabeza jugosa del pene que se ofrecía para penetrar en su boca
La gente del pueblo comentaba el cambio que había tenido Francisca. Se le veía más alegre, usaba ropa de color y lo apoteósico: Francisca fue a la peluquería por una permanente y teñido. No había duda que el cielo había escuchado sus oraciones y el Arcángel había bajado a satisfacer sus deseos. ¿Tendría pretendiente?. No, la virgen seguía fiel a sus principios y a sus virtudes. Simplemente su fe le había otorgado más alegría de vivir. Tenía que cumplir las promesas hechas y los domingos por las tardes se iba horas y horas a rezar en la soledad de la sierra.
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Nota del autor: mis historias son ficticias. Cualquier parecido con lugares, nombres o situaciones similares es pura coincidencia.