Abusos, Ana María (II).


Celeste era aproximadamente un año y medio mayor que Juan Carlos y otro tanto menor que Elena. Las vacaciones de las escuelas internas eran un motivo de gran alegría y la única oportunidad que los tres hermanos tenían para estar juntos. Para Ana María era una época de fastidio porque perdía la tranquilidad y la intimidad a la que estaba acostumbrada en casa. Los fines de semana no se podía seguir con el ritual de la sexualidad matrimonial. Los chicos siempre estaban presentes de manera que se pasaba la semana estudiando como pasarían, ella y su esposo, los fines de semana. No podían o no querían viajar de manera que las posibilidades que quedaban eran las fiestas, tertulias, teatros, cenas y todo el ocio que la sociedad pudiera ofrecer a la gente adinerada. Sus relaciones sociales eran intensas y Ana María las fomentaba y las cuidaba.

El poder estar juntos y solos los sábados y domingos por las noches era también un motivo de gran regocijo para los tres hermanos. Ellos también se interesaban por la sexualidad y los misterios que albergaba, que ellos querían dilucidar a su manera. Después de merendar solían reunirse en la habitación de Juan Carlos, que era la más grande. La época estival y el calor reinante les hacía andar livianos de ropa. Las chicas sólo llevaban bragas y Juan Carlos calzoncillos. Ya el año anterior Elena y Celeste pudieron comprobar lo confortable que era besarse y chuparse los senos una a la otra. Juan Carlos se reía con ellas pero ese año miraba ya a sus hermanas con otros ojos. Buenas hembras pensaba, aunque sin saber a ciencia cierta lo que eso podría significar. A los 14 años de edad sentía algo, pero no sabía por qué, ni para qué. Elena y Celeste comenzaron a besarse.

Esta vez no me vais a dejar fuera. Yo quiero también probar el gusto de vuestras tetas – dijo succionando un pezón de Celeste. No seas bruto Juanco. Así no. Mira pasa tu lengua alrededor del pezón y chúpalo cuidando de no clavar tus dientes. Puedes darles pequeños mordiscos suaves, que son agradables y si quieres chupar la teta, hazlo, pero con delicadeza.

Juan Carlos intentó poner en práctica la lección que le acababa de dar Celeste, quien con 16 años mostraba unas buenas tetas. Celeste cerró los ojos y lo dejaba hacer. Le sacó el seno que tenía ya largo tiempo en la boca y le puso el otro para chupar. Elena observaba excitada:

Ahora prueba conmigo. –

Esas sí que eran tetas. Las chicas tenían la figura esbelta de su madre. Celeste era el retrato vivo de Ana María y Elena no se quedaba a la zaga y mucho menos con respecto a las tetas. El ponerse en la boca un seno de Elena provocó en Juan Carlos una erección. A los 14 años presentaba ya un cipote respetable. Elena que al ser la mayor era la que tenía las mayores posibilidades de obtener cosas, era el tambor batiente del grupo. Le tocó el bulto a Juan Carlos:

¿Estás maduro?. Pues espera, ya vengo – salió de la habitación.

Celeste aprovecho para abrazar a su hermano. Se tiró encima de él y lo besó al tiempo que movía su vientre sobre ese bulto interesante.

¿Te gustaron mis tetas?, ¿Quieres más? – La última vez lo hiciste muy bien.

Elena penetró nuevamente en la habitación. En sus manos traía un sobre de preservativos que había obtenido en algún automático de algún local.

Vamos a aprovechar el estado de Juanco para ver como es esto.

Y dándole un empujón lo tumbó sobre la cama, le sacó los calzoncillos dejando al aire libre una barra magnífica. Sin inmutarse, como quién estuviera a punto de hacer un descubrimiento, abrió el sobre, sacó el forro y luego de observar como era el despliegue se lo puso a Juan Carlos. Se quedó observándolo. Celeste también admiraba ese pedazo.

Elena no dijo palabra. Se quitó las bragas y se montó encima de su hermano. Ayudándose con la mano acomodó el pene a la entrada de su vagina y comenzó a moverse. A Celeste le corría saliva de la boca. Elena comenzó a hacer presión. Una buena parte de la cabeza estaba ya introducida en su interior. Cerró los ojos y comenzó a respirar agitadamente. Gimiendo con cadencia. Celeste perdía aún más saliva por la comisura de los labios. Elena clavó en Celeste sus ojos casi desorbitados, se elevó un poco y se dejó caer introduciéndose el pene en la vagina en un gesto de autodesvirgación. Besó a su hermano y tomando a Celeste por la nuca la atrajo hacia si poniéndole un seno en la boca.

Que bueno, que bueno, ...... que bueno, aahhhhhhh .... fue lo que alcanzó a decir Elena.

Su orgasmo había llegado. Se convulsionaba apretando la polla de su hermano que dejó correr lo suyo. El preservativo casi revienta de la leche que había cargado de Juan Carlos.

Vete al servicio, tira el forro y lávate que estás hecho una inmundicia, dijo Celeste.

Cuando Juan Carlos regresó del servicio después de haberse lavado y duchado, porque estaba bañado en sudor, se tiró en la cama entre sus dos hermanas. Elena le besaba el pecho y el vientre mientras le acariciaba el pene y los testículos. Juan Carlos le chupaba los labios a Celeste acariciándole los senos.

¿Fue tu primer polvo?, preguntó Elena Sí, y el tuyo también. Te entró muy adentro. Ya no eres virgen. Gracias a Dios. Ser virgen no sirve para nada. Te la pasas pensando como sería el perder la virginidad y lo cierto es que vale la pena. Mira unas gotitas de sangre es todo lo que quedó de mi virgo. Prueba tú Celeste. Mira éste tiene ya la polla otra vez dura. Aquí tienes otro forro. Pónselo. ¿Te aguantas otro polvo hermanito?.

Juan Carlos besó a Celeste que aparentaba ser su preferida. – Pónmelo, – le dijo.

Celeste le devolvió el beso. Saco el preservativo. Lo desenrolló sobre el pene de su hermano y lo montó igual que lo había hecho antes Elena. Juan Carlos aprovechó la experiencia adquirida recientemente y ubicó su punta justo a la entrada de la única vagina aún virgen de la familia.

Espera – dijo Elena – levanta un poco. – Se escupió la mano y humedeció el forro, - y tú métete un dedo en el coño para humedecerte y cuando lo tengas haz lo que te parezca.

No tardó mucho en humedecerse, ni tampoco tardó mucho en cobijar buena parte de la cabeza de la verga en su vagina. Sintió una ola de calor que invadía sus mejillas. Sus pezones estaban parados y casi les dolían. Juan Carlos se los acariciaba. Bajó sus manos tomando a Celeste por la cintura haciendo leve presión hacia abajo. Celeste apretaba y abría sus piernas haciendo gimnasia estomacal. El pene continuaba su camino hacia las profundidades hasta que algo se resistió. Celeste cerró los ojos. Juan Carlos la sujetó por la cintura empujándola hacia abajo al tiempo que él levantaba su vientre. Celeste dio un grito. La verga siguió su camino hacia las profundidades de Celeste. Ella y Juan Carlos se unieron en un beso de amantes. El cambió ahora la posición y sin sacarla se ubicó encima de ella. La fornicó con ganas pero sin prisa. Celeste estaba al rojo vivo, con los ojos cerrados y la boca abierta. Comenzó a convulsionarse sin gritos pero arqueándose en la cama. Y otra vez, y otra. Elena acariciaba los pezones de su hermana. La besó tan apasionadamente como lo había hecho Juan Carlos. Los dos virgos habían caído. Los tres vivieron el primer polvo de su vida. Juan Carlos hasta 2 polvos en poco tiempo y con dos bellezas. Por lo menos tan bellas como lo era su madre.

Desde entonces los tres practicaban intensivamente el sexo cada vez que se veían. No sólo lo practicaban, mucho más, lo gozaban. Celeste y Juan Carlos eran prácticamente una pareja mientras que Elena se limitaba a gozar de la verga de su hermano pero mucho más a intercambiar caricias y besos con Celeste. Más de una vez hicieron combinaciones entre los tres que les excitaba mucho.

Otro tema importante para ellos era Ana María, su madre, "La Reina" como le llamaban ellos haciendo alusión al título de reina nacional de belleza. Los tres coincidían en repudiar su frialdad frente a sus hijos. Nació entre ellos algo así como un odio y un deseo de venganza. Una necesidad de hacerla bajar ya de su trono y de confrontarla con las verdades de la plebe. Los años siguieron sucediendo. La intimidad entre Celeste y Juan Carlos aumentaba continuamente. Cuando no estaban juntos se escribían cartas de amor inflamadas de erotismo dulce.

Llegó el año en el que Ana María cumplió sus 39 años de edad. El año de aquel fatídico domingo en que Juan Carlos la hizo suya. La madre orgullosa había sido penetrada con lujuria por su propio hijo y ella gozaba de eso. Desde entonces Ana María llevaba una vida extramatrimonial con su hijo Juan Carlos. Dormían juntos y no pasaba noche sin que vivieran una orgía sexual. Ana María continuaba ostentando un cuerpo como el que tenía a los 16 años, cuando fue coronada reina de belleza, pero tenía la experiencia de 39 años y en su cama una polla grande, joven y dura para disfrutar. Tres virtudes que se dejaban combinar muy bien.

Habían transcurrido ya dos meses de aquel día, cuando llegó una carta de Celeste anunciando su visita a la brevedad para pasar cuatro semanas de vacaciones en casa.

Tendrás que dormir en tu habitación. Celeste no debe ni sospechar nada de lo nuestro. No podré dormir sin ti. Cuatro semanas es mucho tiempo. Te deseo mucho para apartarme de ti cuatro semanas. Ya pensaremos algo. Pero hay que mantener reservas frente a Celeste.

Llegó el día de la llegada de Celeste. Juan Carlos fue a recogerla al aeropuerto. Se besaron apasionadamente.

¿Salió realmente todo como lo planeamos?. – preguntó Celeste. Sí, "La Reina" es mi concubina. No pasa noche sin chuparme la polla o recibir por el culo. Hace lo que le digo sin protestar. Pero también goza con lo que le pongo entre las piernas. Espero que tengas reservas para mí. Para ti tendré siempre. Te llevarás mi última gota de semen. No te preocupes. Elena se alegró mucho cuando le conté tus noticias en nuestra conversación telefónica. Me dijo que en cuanto tenga tiempo te invitará a pasar una semana con ella. Te lo has ganado y te quiere agradecer a su manera. Así que cuida tu herramienta.

Llegaron a casa. Hubo besos y abrazos y una serie de ceremonias de salutación. Después de que Celeste se hubiera acomodado en su habitación. Bajó a la sala. "La Reina" parecía más abierta, más alegre, rejuvenecida, hasta se podría decir que se había humanizado. Había salido de su envoltura de hielo. ¿Lo habría hecho Juanco?.

Merendaron, conversaron, vieron televisión y se fueron a la cama. Cada uno a su habitación. Pero a los diez minutos Celeste se metía bajo las sábanas de Juan Carlos.

Tendremos que hacerlo bien. No debe sospechar que todo estaba planeado así. – dijo Celeste antes de comenzar a besar a su hermano y acariciarle el pene. Lo haremos, dijo Juan Carlos abriéndose paso entre las piernas de Celeste.

Un día, a la semana de estar Celeste en casa, Juan Carlos susurró al oído de Ana María: - esta noche iré a tu habitación. - Ana María asintió con la cabeza. Merendaron, platicaron un rato, vieron televisión, bebieron una copa de champagne y se fueron a la cama. Quince minutos más tarde Juan Carlos entraba a la habitación de Ana María.

No puedo estar más sin ti. Quítate el camisón, te quiero desnuda, - dijo chupándole los labios.

Ana María se quitó el camisón. El se acostó boca arriba y la hizo montar encima de él. Le penetró el pene con tal firmeza y con tales ganas, que Ana María sintió un poco de dolor. Le acariciaba las tetas y le apretaba las caderas para que se metiera todo adentro. Ana María comenzó a follar a su hijo. A dejar ir y venir esa hermosa verga por su vagina. Comenzaba a disfrutar esa penetración, cuando se abrió la puerta. Celeste entró.

Quería conversar contigo, pero veo que las estás pasando muy bien. Continuad, continuad, pero ya que estoy aquí voy a participar.

Ana María estaba atónita. Se quedó paralizada, clavada en la polla de su hijo. Celeste se quitó el camisón y se metió en la cama.

Tienes buenas tetas mamá – dijo mientras se las acariciaba y pasaba su lengua por los pezones. Tú, continúa follando que la llevabas muy bien, sigue, sigue.

Arrodillándose en la cama, se colocó detrás del cuerpo de su madre. Le pasó las manos debajo de sus brazos y le acarició las tetas. Le empujó la cabeza hacia atrás y la besó en la boca, le introdujo la lengua mientras Juan Carlos la seguía fornicando. Celeste la besaba en la boca, le acariciaba un seno, le apretaba el pezón y su mano libre comenzó a pasearse suavemente por su vientre, su ombligo, sobre sus labios vaginales siguiendo la periferia de la polla de Juan Carlos. Alcanzó a meterle un dedo dentro de la vagina para enterrárselo después en el culo. Ana María se sentía desfallecer.

Cuando acabes con Juan Carlos quiero hacer el amor contigo, mamá – dijo Celeste. – ¿Por qué no me habéis invitado a gozar con vosotros?. Me gustas mamá.

A Ana María le giraba la cabeza sin saber que hacer ni que decir. Su hijo la estaba follando y con gozo de su parte y las manos y besos de su hija le hacían sentir un ardor nunca vivido. Juan Carlos que estaba enardecido con lo que estaba pasando delante de sus ojos se vació dentro de su madre. Su pene era un eyector de semen incontrolado. Cerró los ojos, tomó la cara de su madre entre las manos y le pasó los pulgares sobre los labios, metiéndole el dedo índice en la boca para que Ana María lo chupara.

Celeste empujo a Ana María de lado y acostándosele encima comenzó a besarla dejando sus tetas restregarse con las de su madre. Juan Carlos observaba el trabajo de su hermana. Celeste, a los 22 años, era una experta. Le mordía y le chupaba los pezones, le besó el pecho, el vientre, su zona vaginal. Comenzó a pasarle la lengua sobre los labios vaginales lamiendo el esperma de Juan Carlos e introduciendo su lengua dentro de la vagina de su madre. Ana María gemía de placer. Juan Carlos disparó una foto, Ana María quiso decir o hacer algo pero no pudo, su hija le estaba comiendo el coño. Otra foto. Celeste le hizo un 69 y mientras le chupaba la vagina a Ana María apretó lo suyo contra su boca. Otra foto. A Ana María le daba ya igual. Un goce de tal calibre no había tenido nunca. Comenzó a lamer ese coñito joven, rosado y sabroso de Celeste. Su exaltación sexual pasó todos los límites cuando vio a Juan Carlos penetrar el culo de Celeste, justo por encima de sus narices. Sintió convulsiones, comenzó a vibrar, a gemir, a gritar, vivía un hiperorgasmo.

Se quedaron abrazados en la cama. Ana María de cara a Celeste besándola. Juan Carlos por detrás, con la polla metida entre sus piernas y sus manos acariciándole el culo.

Mamá creo que hemos formado un trío inseparable. Te queremos mucho mamá.

Sugerencias a: [email protected]