Mi primer amor.
Cursaba en esa época mi bachillerato. Las diversiones las teníamos a fin de semana cuando solíamos reunirnos en fiestas estudiantiles, reuniones y bailes. Chicos y chicas nos reuníamos con mucha algarabía, bailábamos con nuestra amiguita de turno, nos calentábamos hasta más no poder, y terminábamos masturbándonos en el baño de la casa en la que estábamos. El que sabía hacer las cosas, tenía miedo de hacerlas o ne encontraba la chica que se ofreciera a compartir sus placeres y los otros no sabían como se hacen bien las cosas. Pero eso pertenecía a la juventud de esa época y así continuó con mayores o menores conquistas hasta la época de los exámenes finales de bachillerato.
Yo tenía entonces 17 años, iba encaminado hacia mis 18 y estaba cursando el último año. Ya se tenía en la sangre la inquietud de los exámenes finales. La escuela me ocupaba bastante.Yo era uno de los llamados buenos estudiantes. Mis notas oscilaban todas de promedio para arriba y así me asocié con Irma para preparar los exámenes de fin de verano. Irma era otra de las buenas alumnas pero no por ello menos revoltosa y atrevida que cualquiera de las otras. En todo follón que había en la escuela, allí estaba ella en el centro o muy cerca del centro, dirigiendo la batuta. De un temperamento incomparable que cuando estallaba era capaz de hacer temblar la escuela. Era hija única de un matrimonio en buena posición. Su padre era ingeniero y propietario de una fábrica de motores. Su madre de unos treinta y tantos años era una mujer altamente atractiva, delgada, esbelta, de aproximadamente 1,75 m de estatura. Irma salía a su madre. Su mismo cuerpo, tez morena, ojos pardos, cabellos oscuros y largos, buenas caderas sobre excelentes piernas bien torneadas y pechos haciendo juego. Nos reuníamos en su casa, pues como su padre estaba todo el día fuera, teníamos su escritorio a nuestra disposición. Irma y yo siempre nos gustamos, siempre nos sentimos atraídos por una o por otra causa y varias veces, en los cinco años que estuvimos juntos, compartimos alguna calentura de baile, algún besito o alguna tocada de culo o de tetas. Ya en la última reunión que habíamos tenido, nos calentamos hasta el límite bailando juntos, haciéndonos sentir el roce de nuestras piernas y también el roce de nuestros órganos genitales. Yo con un palo imposible de doblegar y ella paseando su entrepierna a todo lo largo del bulto. Recuerdo que fui al servicio y me prensé dos pañuelos sobre mi pene, por debajo de los calzoncillos, lo que me evitó la vergüenza de ver mis pantalones mojados por la vaciada a la que me obligó Irma. Pero a pesar de mis esfuerzos y tentativas esa noche no pude hacer que se entregara. Sus mejillas estaban enrojecidas por la calentura y en sus besos notaba el calor de su interior, pero lo máximo que alcancé a hacer fue poner mi mano entre sus piernas. Noté que estaba mojada.
Y ahora mo allávemos juntos preparando nuestro exámen final. Era verano y estábamos sentados en la mesa de reuniones del escritorio, cuando sentí su mano insinuante sobre mi pierna. La miré y la besé. Su mano siguió en dirección a la bragueta de mis pantalones de verano. La mía sobre su pierna desnuda deslizándose dentro de su short y al no poder pasar por debajo de la braga me tuve que conformar con iniciar caricias superficiales, en su parte más sencible que no por ello tuvieron menor efecto. Ella también bajaba y subía con su mano sobre la cremallera de mi bragueta y nos volvimos a besar.
Estábamos en lo mejor de la faena cuando entró su madre a traernos unos refrescos. Nuestras manos volvieron rápidamente a su sitio. La mujer venía vestida con un bañador blanco, muy ceñido al cuerpo que me dejó con la boca abierta pues ponía en evidencia la esbeltez y la perfección de su cuerpo. Noté que Irma se ponía nerviosa y violenta.
- Hacer una pausa y salir un poco al aire fresco a recuperar aire para los pulmones, dijo.
Así lo hicimos y nos fuimos tras de ella. La casa tenía una piscina. Irma y yo nos sentamos bajo una sombrilla. Su madre después de beber un refresco con nosotros se lanzó al agua. Cuando salió del agua se me dio el palo más duro de mi vida. No había nada, pero absolutamente nada de su cuerpo que no se pudiera ver a través de su bañador mojado. Su zona erótica muy patente y oscura, inclusive la hendidura de la raja, sus pezones oscuros, duros y grandes sobre un circulo rojizo que empalmaban con unas tetas morenas que apuntaban, sin empleo de elementos artificiales, mucho más hacia arriba que hacia abajo. Un culo que hacía vibrar, y del que se podía distinguir exactamente el comienzo y el fin de los dos cachetes en forma de semipera, con su salomónica división central. Los pantalones me quedaban chicos, no podía disimular mi bulto. Irma muy violenta y nerviosa me invitó a seguir con nuestras obligaciones (así lo dijo) y levantándose se fue hacia el escritorio sin esperar ni un minuto. Me tuve que levantar para seguirla aunque no sabía cómo caminar. La señora ya en una tumbona notó lo que me pasaba. Sonrientemente paseaba su vista entre mis ojos y mi bulto. Al entrar al escritorio me estaba esperando Irma. Rodeó mi cuello con su brazo izquierdo, apoyó su mano derecha sobre mi bulto y me dio un beso de lengua que casi me atraviesa. Yo pasé mis dos manos por debajo de su short afirmándome bien en los dos cachetes de su culo, apretándola contra mi cuerpo y me corrí. Ella notó el pantalón mojado y tenso
- Vete ahora a casa antes de que venga mi madre y te vea así, me dijo.
Los testículos me dolían terriblemente. Esa noche no pude dormir. Sabía que entre madre e hija se estaba desarrollando una guerra de hembras y yo era un objeto de referencia. Lo que no sabía es como terminaría. Me hice la pregunta hipotética: «si tengo la oportunidad; ¿a cual de las dos me follaría con más agrado?». La pregunta quedó sin respuesta. Irma era mi ideal de chica. Me gustaba y siempre me gustó. Era extredamente bonita y agradable. Me gustaba su compañía. Me gustaba verla, me gustaba hablar con ella pero su madre, era una hembra capaz de hacérsela parar a los muertos, una hembra para penetrarla por todos los lugares posibles sin descansar. Así lo veía yo ese día, en ese momento. Más tarde comprendería que mi ansiedad era fruto de la atracción sexual y erótica que sentía hacia las mujeres maduras. Irma en cambio era sensual. Una chica que me hacía palpitar mucho más el corazón que la polla.
Al día siguiente la señora me abrió la puerta. Llevaba el mismo bañador pero se había puesto un short encima. Por el contrario Irma me dejó sin aliento. Se había recogido los cabellos en forma de cola de caballo dejando resaltar la perfección de su rostro. Ojos, nariz, labios todo parecía un cuadro perfecto. Llevaba unos shorts más cortos y más amplios y una blusa corta que terminaba en su cintura sin entrar en los pantalones. Noté que no llevaba nada debajo. Me estaba esperando de pie a la entrada del escritorio. Paró la oreja escuchando si venían pasos y al no sentirse molestada me plantó el consabido beso de lengua. Casi automáticamente mis manos se fueros a sus senos y pude retorcerle suavemente los pezones. Con los dos magníficos senos en las manos yo había ya adquirido tal palo y tal calentura (al igual que Irma) que ya sería muy dificil de disimular. Estábamos en los más fervientes de nuestras caricias cuando escuchamos que su madre andaba por la casa y nos pusimos a estudiar seriamente. En eso estábamos cuando entró su madre elegantemente y atractivamente vestida y acariciándome los cabellos me preguntó:
- ¿Te encuentras bien hoy?, ¿Parece que hace menos calor que ayer, no crees?. Bueno tengo que ir a la ciudad de compras pero volveré a tiempo para preparar la cena. Portarse bien y nada de travesuras. ¿De acuerdo?,
y salió. Irma y yo quedamos mirándonos sin hacer ni decir nada. Escuchamos la puerta del garaje, salir el coche y alejarse. Como si lo hubiéramos planeado cerramos los libros, juntamos nuestras cosas y al minuto Irma estaba sentada sobre mi rodilla besándome. Su mano sobre mi bragueta y las mías sobre sus senos. La acariciaba con cariño mientras la besaba, desabrochándole los botones para quitarle la blusa. ¡Jesús, que senos! indescriptibles. Duros, firmes, suficientemente grandes sin ser obscenos, bien formados, altos. Pezones casi negros y grandes centrados en un círculo rosa que se perdía en la piel morena. No eran senos, eran una escultura de algún artista premiado y famoso que realizó allí su obra maestra. Me puse sus pezones en la boca pero no me atrevía a morderlos por miedo a romper algo valioso. Los chupé, besé sus tetas, me llené la boca con ellas sin terminar de besarlas y de besar los labios de Irma. Irma ya no daba besos de lengua profundos. Sus besos eran eróticos sin ser indecentes. Dejaba arrastrar sus labios sobre mis labios como si quisiera chuparlos pero terminaba siembre en un beso cálido. Nos pusimos de pie y comencé a abrirle sus shorts y ella a mí los pantalones. Ambos pantalones cayeron, también zapatos, bragas y calzoncillos. Seguíamos unidos en un beso interminable con mi polla más que dura metida entre sus piernas y esperando que llegara lo suyo. La tumbé sobre la alfombra al tiempo que ella me preguntó:
- ¿Sabes hacerlo sin que haya consecuencias?.
Asentí con la cabeza y enseguida como si fuera un murmullo, me dijo:
- Soy virgen, y quiero dejar de serlo.
Llevó sus manos a mi nuca y me atrajo para besarme. Yo, ayudándome con la mano para no romper nada indebido, le abrí las piernas y coloqué mi polla en la puerta de entrada al cielo hasta que sentí que penetraba la punta de la cabeza. Notaba su calentura y no podía menoscabar la mía. Continué empujando lentamente pudiendo ahora acariciarla y besarla a mi gusto, su boca, su nariz, sus ojos. Nos comíamos a besos mientras continuaba penetrándola lentamente, sin prisa, tal como había aprendido, sentí una resistencia. Me miró con las mejillas enrojecidas por la calentura, su mirada espectante, su boca semiabierta, una expresión de suspenso y luego un pequeño gemido. El calor dentro de su vagina iba en aumento. También aumentaban los besos y las caricias. La penetración transcurrió en minutos sublimes, eternos, magníficos, inolvidables. Por fin estaba dentro de ella y así con mi pene totalmente introducido, me quedé quieto. Levante un poquito mi vientre para dar lugar a su vientre para moverse. Ella movía las piernas como si no se decidiera a recogerlas o a estirarlas y de pronto arqueó su cuerpo levantando sus senos hacia el cielo, tirando la cabeza hacia atrás, gimiendo muy bajo como si se le fuera el alma. Al cabo de pocos segundos volvió como un resorte abrazándome, tirándome hacia ella y besándome. Nos quedamos quietos gozando del calor interno de nuestros cuerpos, haciendo movimientos suaves y cortos. Ella con los ojos cerrados y respirando agitadamente. De pronto otro gemido y estiró los brazos, cruzó las piernas sobre mis espaldas y volviendo a cerrar los ojos se desplomó como si muriera.
Se la fui sacando poco a poco. Brotaron unas pequeñas gotitas de sangre pero ninguna demasía. No quise acabar dentro de ella pero mucho menos fuera de ella y a pesar de todo fue un polvo monumental. Quizás no con amor pero sí con mucho cariño. Fue una entrega mutua en la que nos poseímos mutuamente y en la que nos dimos todo el cariño que nos podíamos dar en ese momento. Mi corazón latía fuerte e inagotablemente. Mi única ansiedad besar sus labios. Mi premio: haber desvirgado esa joya. Eso bastaba. Eyacular es una necesidad física y yo no tenía ninguna en ese momento pero me sentía enormemente feliz. Algo que nunca acabé por definirlo ni comprenderlo bien. Después de aquella experiencia con Irma, continuamos viéndonos no sólo para la preparación de exámenes, sino también solíamos pasear juntos e inclusive practicamos el coito varias veces. Pude terminar aquella sinfonía inconclusa del primer encuentro y el placer que me regaló Irma entonces, compensó aquello con creces. Llegamos bien preparados a los exámenes y los aprobamos. Poco antes de cumplir mis 18 años aprobé mi bachillerato y esto dicho en el amplio sentido de la palabra.
En los últimos encuentros noté un aire de tristeza en ella. Por momentos más callada, más apática. No me lo podía explicar muy bien, pues en nuestra intimidad no escatimaba ni caricias, ni cariños. Estaba enamorada de mí y no necesitaba decirlo. Pero, no sé. Un día el padre de Irma me invitó a cenar a su casa, me felicitó por lo bien que habíamos hecho las cosas. Me contó cosas de su vida de estudiante, de su fábrica, de la técnica y me estimuló a que siguiera ingeniería tal como lo tenía planeado, se ofreció a orientarme y a prestarme ayuda en la Uni y también me confirmó que Irma no paraba de hablar de mí en casa. El cubo de agua fría vino al final de la tertulia. Irma iría a estudiar a Europa. Sentí un dolor profundo que me congeló la sangre.
- ¿Cuándo vuelva os seguiréis viendo, verdad?. dijo su madre.
Estaba claro que esa gente trataba de hacerme el menor daño posible. Irma no habló más en toda la noche. Cuando salí de su casa Irma no me acompañó, se fue corriendo y llorando a su habitación, pero sí lo hicieron sus padres. La madre me tomó amistosamente del brazo y caminó un par de metros conmigo.
- No se lo pongas difícil a Irma. Ella llora todas las noches y sé que te quiere, pero debe de ser así. Los estudios de Irma deben ser también para ti importantes. Me besó la mejilla.
Caminé, caminé, caminé y seguí caminando. Llegué a una plaza tranquila, me senté en un banco solitario y lloré a mis anchas. Me había enamorado de Irma. Nos seguimos viendo pero ya no era como antes. Era un amor sin futuro. Ella lógicamente contenta de ir a Europa pero también triste por abandonar los lazos de los años de adolescentes. No quise hacernos promesas, pues nunca se cumplen. Un día se fue y no volví a escuchar más de ella. Recuerdo que en la fiesta de despedida, que sus padres dieron poco antes de marcharse, bailamos juntos un bolero que se titulaba "Contigo en la distancia". Piensa en mí cuando escuches esta música, que yo estaré pensando en ti, me dijo. Pasaron ya muchos, pero muchos, muchos años y cuando escucho ese bolero se me humedecen aún los ojos. ¿Se acordará ella también de mí?.
Nota del autor: mis historias son ficticias. Cualquier parecido con lugares, nombres o situaciones similares es pura coincidencia.
Envíame tu opinión, tus sugerencias, tu experiencia.