Recuerdos eróticos (I: El Bachillerato, Blaqui).


Acabo de leer un relato erótico y al finalizar he pensando que yo también tengo un pasado sexual bastante movido y digno de ser compartido - por lo menos literalmente - con todo aquél que se interese.

He analizado la forma de organizar todo eso y creo que la mejor manera es hacer un relato dividido en capítulos, que contemplen lapsos de tiempo cronológicos fundamentales en mi avance hacia la madurez actual, comenzando con los recuerdos de mi niñez que son la fuente de experiencia y la guía del comportamiento sexual a lo largo de mi vida.

Con respecto a mi niñez no es exactamente correcto emplear la palabra «experiencia» porque puede ser mal interpretado. Mas bien se trata de un cúmulo de sensaciones en la que se apoyará la verdadera experiencia y el comportamiento futuro. En la época de la niñez se tienen sensaciones, exaltaciones, angustias y excitaciones que se acumulan en nuestro subconsciente y que determinarán o relacionarán nuestro comportamiento futuro al acumular las experiencias reales.

Pues el primer capítulo de esta historia tendrá que comenzar naturalmente con mi madre, eje sobre el que gira el desarrollo - positivo o negativo - de un niño, y fuente de las primeras sensaciones y excitaciones sexuales.

Mi madre me trajo al mundo cuando tenía unos 30 años. Ella se había separado de su primer marido que le había dado tres hijos y era la concubina de mi padre, un hombre de buena posición, a su vez casado con una mujer enferma y con una familia bastante extensa.

He de comenzar este capítulo situándome en la época de mi bachillerato, pero no sin antes relatar algunos recuerdo de mi niñez temprana que hoy aparecen en mi memoria como fogonazos y que por ello he de completarlos con supuestos. Supongo que deben ser sensaciones excitantes que quedaron grabadas en mi mente de niño y que me acompañarán hasta el fin de mis días. Los recuerdos más claros comienzan a la edad de seis años.

Tenía yo unos cinco años cuando mi padre, que era un técnico de artes gráficas, consiguió un empleo de jerarquía en una editorial chilena trasladándose hacia allá acompañado por mi madre, por mí, y por mi hermanastra menor, hija del primer matrimonio de mi madre, de unos 14 años, a la que llamábamos «Blaqui» por su tipo oscuro, altamente atractivo (como comprobé años más tarde). En Santiago de Chile hice mis primeros años de escuela primaria en una escuela confesional.

Pues bien, todos vivíamos en una casa adosada del centro de Santiago, muy cerca del paseo Mapocho. Mis padres ocupaban una habitación matrimonial y yo con mi hermanastra dormíamos en otra habitación. Mi padre a su trabajo, mi madre a sus quehaceres y trabajo - olvidé decir que era modista y de las buenas - la Blaqui ayudando a mi madre y yo a la escuela. Mi padre compró una motocicleta con la que solía salir a pasear llevando muy a menudo a la Blaqui consigo.

Son muchos los recuerdos que tengo de Chile en mi subconsciente en forma de fotos. Supongo que el conjunto general debe dar un resultado positivo de valoración porque años mas tarde, cuando me decidí a coleccionar sellos postales, opté por crear una colección especializada de Chile y de la Antártida.

Lo que sí recuerdo, y empezando ya con nuestro tema, es que un día volviendo del colegio entré a nuestro dormitorio y encontré a mi padre desnudo con mi hermanastra, también desnuda, acostados en mi cama. Mi padre me lanzó un zapato diciendo que me fuera a jugar afuera. Otro día recuerdo que mirando por la puerta entreabierta de mi habitación, vi a mi padre, con un pie sobre la cama, otro pie en el suelo, mi hermanastra arrodillada frente a él, entre sus piernas y haciendo unos raros movimientos pendulares con la cabeza, ambos totalmente desnudos. Yo quise entrar para jugar también pero otra vez recibí un zapatazo. Tardé algunos años en comprender porqué no podía jugar yo también.

Aún yo hice algunos avances eróticos. Tendría ya seis o siete años cuando un día, y estando mis padres fuera de la casa, mi hermanastra propuso que jugáramos los dos desnudos en la cama. Así lo hicimos. Comenzó por acariciarme el pene, muy pequeño en aquel entonces, pero no sé por qué razón salto como un resorte y hasta me dolía la rigidez que había adquirido. Me asustó el hecho que una cosa tan pequeña y flexible pudiera convertirse en algo tan grande y sólido. La Blaqui me tumbó sobre la cama y comenzó a darme besitos en mis partes íntimas cosa que me hizo subir la temperatura (de haber tenido un termómetro en el ano hubiese reventado). Después se la metió en la boca y comenzó a darme chupadas como si fuera un helado de pastilla. Yo estaba fuera de mí. Ella llevó mi mano hasta su sexo y me pidió que le metiera los dedos. Así lo hice y unos momentos después sentí algo mojado y pegajoso que se corría por mi mano. No sabía que hacer y no me atreví a preguntar. Nos prometimos silencio y complicidad en los juegos.

Frente a nuestra casa vivía una familia que tenía una hija de unos 10 años. Un día y estando la niña en la ventana mirando hacia nuestra casa, la Blaqui me desvistió y me dijo que le mostrara mi intimidad a la niña vecina. Para ello me subió a una silla del comedor, de manera que mi pene quedara a media ventana y comenzó a sobarlo a la vista de la vecina al mismo tiempo que le sonreía y hacía señas para que viniera a visitarnos.

Pocos minutos más tarde la niña golpeaba a la puerta. Mi hermanastra la dejó pasar y le preguntó, estando yo aún desnudo y con aquello alzado, si quería jugar un poco con nosotros. La niña asintió y nos fuimos los tres a nuestro dormitorio. La Blaqui comenzó a desvestirse incitando a la vecina para que hiciera lo mismo. A los pocos minutos estábamos los tres desnudos, cosa que me parecía muy divertida. No recuerdo bien las características físicas de la niña pero sí sé que mi hermanastra colocó la cabeza de la vecina entre sus piernas y le pidió que la lamiera y chupara. Me hizo acostarme junto a ella pero con la cabeza entre las piernas de la niña vecina, me dijo que yo le chupara el coñito tal como la niña se lo estaba haciendo a ella y ni bien comencé a hacerlo ella se adueño de mi polla con la boca. Sólo se oían lamentos, gruñidos, chupadas, suspiros, risas y cosas por el estilo cuando de pronto entró mi padre.

Vaya susto que nos dimos. Mi vecina salió media vestida en dirección a su casa (también estaba sola). Yo recibí un par de cachetadas diciendo mi padre, que no se lo contaría a mi madre mientras no me pillara nunca más haciendo algo así y me hizo salir de la habitación.

La Blaqui, todavía desnuda se llevó la peor parte. Tuvo que volcarse sobre el dorso del respaldo de un sillón del dormitorio con el cuerpo superior volcado hacia adelante, sosteniéndose en los pasamanos, las piernas abiertas y el culo apuntando hacia arriba. Y fue allí donde por primera vez, por la entrepuerta, vi la herramienta de mi padre. Jesús que cosa tan grande me pareció, ni siquiera se sacó los pantalones. Se colocó detrás de mi hermanastra y esa cosa tan grande desapareció dentro del culo de la Blaqui como por arte de magia.

Eso me estuvo preocupando ese día y los subsiguientes también. Por las noches intentaba meterme un dedo en el culo y me dolía y yo no podía comprender, como mi padre podía hacer desaparecer su monstruoso aparato dentro del culo de la Blaqui sin que ella gritara, por el contrario, parecía gustarle y terminaba siempre dando a mi padre unos besos que ni mi madre le hubiera dado.

Un día hubo una fuerte discusión entre mis padres. Escuché que mi madre decía:

- Yo me vuelvo con los chicos y no iré a ningún otro lado. Si tu quieres te puedes quedar .

Meses más tarde había terminado nuestra estadía en Chile. Años después me enteré que mi padre había recibido una oferta de trabajo para el Brasil y quería llevar con nosotros a la Blaqui y a la otra hermanastra, un año mayor, llamada Isabel. Mi madre no aceptó.

Vuelta al origen alquilamos una casa antigua a unos quince kilómetros de la capital. A la Blaqui no la volví a ver por un largo tiempo ni tampoco me preocupé por saber algo de ella, pero cuando escuchaba su nombre me excitaba y me interesaba a la vez.

En la ciudad vivían varios hermanos de mi madre con sus familias con los que tenía algún contacto. Mi tía María, con su hijo y su marido a quien llamaba Señor García, mi tía Sara sin hijos pero con marido, mi tío Floro con su mujer Clora, mi tío Pepe, peluquero, con su hijo Alberto, con quienes tenía la mayor amistad pues con ellos vivía mi abuela, madre de mi madre, a quien visitaba casi a diario. Hice amistad con un niño de mi edad, de nombre Max y miembro de una familia de refugiados procedentes de Austria.

Me inscribieron en una escuela primaria donde terminé la enseñanza elemental sin que me quedaran recuerdos eróticos especiales, salvo Lidia, la hija de mi maestra Ibáñez, a la que un día le toqué el culo y su madre me asentó una bofetada que me sentó en el suelo.

En su momento, no capté esas experiencias chilenas como un acto sexual sino más bien como un juego algo tonto pero agradable. Mi primera sensación de sexualidad la remonto a la edad de ocho años. Mi madre me mandaba todos los sábados a la peluquería de un conocido nuestro pues no le agradaba mucho que tuviera contactos con mi tío Pepe. Los sábados de tarde la peluquería estaba cerrada, pero se podía acceder a ella por la puerta particular. Un sábado de esos, nuestro amigo peluquero no estaba en casa y en su lugar tenía un oficial joven que fue quien me atendió. Estábamos solos. Me senté en el sillón de peluquería y me colocó un amplio protector blanco que casi me cubría hasta los zapatos. Mientras se preparaba para cortarme el pelo hacía bromas y chistes para entrar en conversación conmigo. Pocos minutos después me pocos minutos después me preguntó si me quería ganar un dinero para ir al cine o comprar un helado a lo que respondí positivamente con alegría.

Lo que tenía que hacer era masturbarlo cosa que, recordando lo que hacia la Blaqui no me pareció mal. Abrió su bragueta, sacó su instrumento gordo y largo, lo metió debajo de mi protector, puso mi mano sobre su polla y me enseño como se debía hacer. Me gustaba ganar dinero tan fácilmente así que en mi inocencia de niño, me dediqué esmeradamente a la tarea de sobarle el pene. Pocos minutos después sacó un pañuelo de su bolsillo, lo puso con rapidez sobre su polla y mi mano y sentí mis dedos mojarse en un caldo muy húmedo, pegajoso y caliente. Me hizo unas caricias diciendo que lo había hecho muy bien pero que, para conservar la amistad no debía contar eso a nadie. En premio me podía quedar con el dinero que traía para pagarle y quedamos en vernos al día siguiente, domingo, para dar un paseo en bicicleta.

El paseo de bicicleta nos llevó a una zona descampada. Nos sentamos a descansar bajo unos árboles y sacó rápidamente el tema del dinero fácil. Claro que me seguía interesando. Así que sacó su pene fuera de sus pantalones y yo le metí mano de inmediato, pero él me detuvo preguntando si quería duplicar mis ganancias. Para ello debía mamársela. Tampoco me pareció gran cosa, la Blaqui ya me lo había hecho a mí varias veces, así pues que hasta sabía como se hacía.

Nos tiramos sobre la hierba en una especie de 69 y me tragué lo que podía de ese gran pedazo de carne. El me apretaba la cabeza llevando el ritmo con sus manos. Pasó una mano por debajo de mis pantalones cortos y comenzó a acariciarme la polla y el culo intentando meterme un dedo dentro, cosa que me hacía detener mi trabajo pues me dolía. - - Lo intentaremos con el dedillo más pequeño y mojándolo. ¿Qué te parece?.

No entendí que interés podía tener él en meterme un dedo en el culo así que no respondí. El había traído un pote con una pomada cristalina incolora que me pasó por el culo al tiempo que se mojaba el dedo. Me pidió que continuara con mi trabajo. Comencé a sentir placer, por fin tenía su dedo pequeño adentro de mi culo pero me molestaba y no podía concentrarme en mi tarea para ganar dinero, de manera que abandonó su intención. Pronto comenzó a moverse y a follarme por la boca. La descarga fue brutal. Me hizo toser, tragar y escupir mientras él quedaba tendido casi como muerto. Mi polla se había hinchado y sentí que me corría. Fue una sensación raramente agradable. Cuando volvió en sí y pudo hablar - y yo también, me dijo: - - Tienes la mejor boca que conozco, con tu boquita y tu culito te harás rico.

Me bajó los pantalones para verme mejor el culo, me lo lamió, volvió a intentar con el dedo pero me dolía así que abandonó. Antes de guardar el arma me pidió que le volviera a dar unas cuantas chupadas y un par de besitos. Lo hice como el artesano orgulloso de que se alabe su trabajo. Yo seguía con los pantalones bajos cuando a él se le ocurrió que probaríamos otra cosa que gusta y no duele, para poder usarla la próxima vez. Me tuve que acostar boca abajo. Se montó encima de mí y me empezó a fregar su polla por la raya del culo. Va y viene. Era verdad que no dolía, pero yo me quería ir pues todo eso era aburrido. El me retuvo. Cuando puso su mano por debajo del vientre sobre mi pollita el asunto me gustó más. Pronto me sentí con el culo mojado. Se había vaciado encima de mí. Me tranquilizó haciendo que sus masajes sobre mi polla fueran más intensos. De pronto se elevó un poco e intentó penetrarme aprovechando la humedad reinante. Yo lancé un grito de dolor y me levanté. Me dio un buen dinero y emprendimos el regreso a casa. Quedamos en vernos el próximo domingo.

Mi madre sintió mucha curiosidad por la fuente de ingresos que tenía y me acosó con preguntas y amenazas hasta que tuve que contar de donde venía el dinero. Salió de casa como llevada por el diablo arrastrándome a mí, tomado de la mano, hasta la peluquería. El griterío fue brutal y nunca volví a ver a mi joven amigo peluquero. Mi madre con pocas y simples palabras me explicó que yo lo había hecho inocentemente pero que ese hombre abusó de mí. Y así se abortó mi recién comenzada carrera de chupapollas.

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