Recuerdos eróticos (IIc: El éxodo, Marisú).
Meses más tarde conocería a quién se convirtió en mi primera esposa. Max se puso de novio con la hermana de aquel Oscar que se había hecho amigo inseparable de mi primo Alberto, de manera que Max no estaba disponible para escapadas de fin de semana. Su puesto habitual lo ocupó Micha, buen chico aunque no tan alegre de carácter, ni tan lúcido de mente como lo era Max. Yo acababa de cumplir 21 años. Por ser hijo único y sostén de madre viuda fui exceptuado del servicio militar. Nos abu-rríamos con Micha, sin saber exactamente lo que hacer y extrañábamos a Max. Un fin de semana nos metimos en un autobús y nos fuimos a un baile de una ciudad vecina. El baile estaba muy concurrido y animado. Muy cerca de la pista vimos a dos chicas, bajitas de aproximadamente 1,50 de altura, cintura muy estrecha, buenas caderas, buenas piernas y tetas soberbias, agradables de cara y le dije a Micha: - - Nos tenemos que hacer con esos dos pares de tetas.
Salimos a bailar con ellas, bailaban extraordinariamente bien y entramos en conversación. Así supe que la que bailaba conmigo se llamaba "Marisú" de 20 años y la hermana que la acompañaba se llamaba "Isa" y era un año mayor que ella. Ambas eran hi-jas de emigrantes italianos y las menores de 8 hermanos, cinco mujeres y tres varones. Las dos últimas mujeres y los dos últi-mos varones permanecían aún solteros. El hermano era maestro panadero y había montado un horno de pan en la casa de los padres, dándole trabajo y ocupación a toda la familia. Marisú hizo cita conmigo mientras que Micha no pudo enganchar con Isa que de las dos, era la que tenía las tetas más grandes (fabulosamente grandes, diría yo).
Comenzamos a salir juntos con los habituales besos, estregones y tocadas pues sus tetas atraían mis manos como un imán. Su compañía era agradable aunque no se dejaba tocar entre las piernas y mucho menos follar. No sé si por encontrarme sólo y aburrido por la falta de Max, o por que me gustaba y hasta me intrigaba el carácter de Marisú, la verdad es que fuimos formali-zando nuestros encuentros. La venía a buscar a su casa, salíamos a pasear, comencé a conocer a sus hermanos, salíamos con alguna de las hermanas casadas, especialmente con Marí, que era la última que había pisado un altar hasta ahora. Las salidas se fueron convirtiendo en un noviazgo oficial. La actividad sexual entre los dos era amplia manualmente pero no se dejaba follar. Lo máximo que conseguí fue ponérsela entre las piernas, después de haberle quitado las bragas, y masturbarme. Isa también se había ennoviado así que sólo quedaban los dos varones sin pareja oficial. La actitud de Marisú la relacioné con el hecho de que sería virgen y no quería entregarse hasta no tener más seguridad. Seguramente Marisú habló sobre el tema con su hermana Marí, pues también se hizo un tema de conversación y de insinuaciones en las ocasiones en que estábamos juntos en el sentido de que, «en algunas cosas se debe esperar».
Marí como dije era la última de las mujeres que había contraído matrimonio. Hacía ya de esto casi dos años. Tenía 25 años. Su marido, Manuel, era un hombre del interior, enfermero, beato, que rechazaba hablar de cualquier tema que fuera sexo, mujeres, sexualidad o algo parecido. Su interés principal era el fútbol. De eso podíamos hablar horas enteras, cosa que aburría mucho a su mujer. Comencé a ir al estadio de fútbol con Manuel todos los domingos que él propusiera y muchas veces nos encontrába-mos en su casa donde Marisú se quedaba entonces a dormir. Manuel tenía turnos de enfermería y como era casado, muchas veces aceptaba hacerse cargo de los turnos nocturnos de sus compañeros solteros, ocasión que aprovechaba Marisú para que-darse en casa de Marí. Cuando por las noches nos despedíamos en casa de Manuel y Marisú se quedaba con su hermana, nos pasábamos un buen rato en el porche oscuro haciendo todo lo que se podía hacer a esa edad, a esas horas y al amparo de esa oscuridad. De todo menos follar o mamar. Me enteré más adelante que cuando nosotros salíamos al porche, Marí se iba en pun-tillas al comedor y sin encender la luz, se instalaba detrás de la ventana abierta para escuchar lo que pasaba fuera.
Uno de esos días, en que Marisú se quedaba con Marí, se descompuso el televisor de Manuel. Me pidieron de arreglarlo y así, al día siguiente, sábado por la mañana, tome mi caja de herramientas y fui a casa de Marí. Marisú se había ido. Ella acababa de salir de la cama, andaba en bata y me invitó a tomar un café. Manuel tenía guardia de 24 horas. - - La otra noche sentí conversar bajo la ventana del comedor, me acerqué para escuchar lo que pasaba y resultó ser una pareja que se había instalado en nuestro porche. Dijo Marí. - - ¿Y que hacían allí?. - - ¿Pues que iban a hacer, una chica y un chico, a esas horas, en lo oscuro?. - - ¿Follaron? - - No, ella no quería y se ofreció a hacérselo con la boca. Parece que gozaron mucho pues apenas si podían contener los gemidos. Yo me excité bastante.
Después de una pausa continuó: - - Manuel no haría nunca algo así. A él no se le puede hablar de esas cosas (ya tenía colores en las mejillas) - - ¿Por qué no se lo propones?, yo no me negaría nunca. - - El me daría una bofetada, sus colores seguían en aumento. - - Marí, tú no sólo eres bonita, es que además estás muy buena, como para comerte.
Me senté a su lado. Se puso al rojo vivo, se le veía la calentura interior. La tomé por la nuca, le planté un beso en la boca al tiempo que le echaba mano a uno de sus magníficos senos. No se resistió. Jadeaba enrojecida como si estuviera a punto de ser desvirgada. Sin soltar su nuca me levante, abrí el pantalón, saqué la polla, la presioné para que se arrodillara entre mis piernas y se la puse en la boca. Comencé a llevarla con la mano en la nuca en los movimientos necesarios, tomó la polla con una mano y empezó a apretar sus labios y a chupar, continuó sin resistencia, parecía gozar de lo que hacía, pero estaba claro que nunca lo había hecho:
- - Marí, cuando yo acabe quiero que te tragues todo lo que te doy en la boca. No vas a quedar preñada por eso.
Me descargué y se tragó todo. Terminado el ritual del orgasmo vivido la puse de pie. Para demostrarle mi satisfacción y para que no tuviera nauseas la besé y le pasé la lengua por el interior de su boca. Ella seguía ardiendo. La tomé de la cintura y la llevé al dormitorio, la desnudé y me desnudé. Tenía un buen cuerpo joven y las tetas características de la familia. Le hice apoyar las manos sobre la cama, me coloque por detrás, le abrí las piernas y la penetré por el culo. Mi pene entró ajustado, despacio pero sin resistencia, empujando poco a poco. Ella ayudaba meneando el culo y presionando hacia atrás. Me la follé lentamente, y afirmándome en sus tetas la presionaba hacia mí. Cuando conseguí poner la mano en su sexo gritó de goce. Movió el culo em-pujando para que entrara más. Al sentir que me corría en su interior se irguió, tiró la cabeza hacia atrás y tomando mi mano la puso sobre su seno. Inmediatamente puse la otra mano sobre el otro seno. Era sensual y gozaba teniendo la polla apretada dentro del culo al tiempo que le sobaba las tetas. Le gustaba lo excitante.
Mi relación con Marí comenzó allí y continuó durante todo el tiempo que estuve casado con Marisú. Antes del casamiento tuve esa y otra ocasión fantástica que se produjo cuando me quiso mostrar el bikini que se había comprado para ir a la piscina muni-cipal y que su marido le obligaba a devolver por ser muy pequeña. Verdaderamente para aquella época era excitante. Hoy se consideraría anticuada. Marí tenía entonces unos 25 años y un cuerpo muy bonito que ese bañador dejaba resaltar casi erótica-mente. - - ¿Qué opinas tú?, ¿No es bonito el bikini?, la estaba deseando tanto. ¿Qué harías tú? - - Entre tú y yo Marí, el bikini es delicioso. Mira haces así y te quedan las tetas al aire (le bajé la parte superior) - Marí me miraba algo sorprendida - y si haces así te queda tu hermoso culo al aire (le bajé la otra parte).
La atraje hacia mí apoyando su espalda contra mi pecho, besándola en el cuello y acariciando sus pezones. Estaba al rojo vivo. A ella se le notaba inmediatamente la calentura. Estábamos en la cocina. Ya había yo sacado mi polla dura que se estaba ubi-cando en la raja de su culo. Le abrí el sostenedor, se lo quité, apoyó los codos sobre la mesa, abrió las piernas al máximo y le penetre el ano. Mientras la follaba teniéndola tomada por las tetas le dije al oído: - - Guarda el bikini para mí y te lo pones cuando estamos solos. Me excita verte con esa prenda. Me has puesto ca-chondo. Ahora tu culo y después me la chupas, y yo te la chupo a ti. ¿Nunca te hicieron una paja con la lengua?. ¿Nunca te chupó el coño tu marido?, pues yo me muero por hacerlo. ¿Sabes lo que es un 69?. Vas a gozar Marí te lo prometo y en adelante, cada vez que te vea en bikini haremos lo mismo.
Se convulsionaba con el erotismo. Me bastó tocarle los labios vaginales para que se corriera. - - Me gusta, me gusta, como me gusta - era lo que atinaba a decir moviendo el culo - que bueno. Me vacié dentro de ella. Le quité la polla y aprovechando la dilatación, desde atrás le metí el pulgar en el ano y el índice en la vagina. - - Ahhhhh... dijo y cayó de rodillas convulsionándose, sujetándose el vientre con la mano como si quisiera detener el orgas-mo que tenía. - - Toma Marí aquí tienes más - le puse el pene en los labios.
Me miró con ojos lujuriosos y se la tragó. Chupaba con toda su fuerza y me hacia doler. - - Ven, vamos a la cama, que te voy a enseñar otra cosa. Estábamos desnudos.
La tiré sobre la cama, le abrí las piernas y le di un beso en el coño. Comencé a pasarle la lengua por las partes que se me ofre-cían, mientras que con una mano le acariciaba los labios vaginales y con la otra mano le introducía el dedo medio en el culo y hasta el anular entró. No estaría en eso más de cinco minutos cuando explotó. Lanzó un chillido. Me apretó la cabeza en su en-trepierna. Me comenzó a tirar de los pelos. Aproveché para introducirle la lengua todo lo posible mientras se corría. Y creo que perdió el conocimiento. Se abrió totalmente en la cama. Estaba pálida soportando unas convulsiones que yo nunca había visto. Su entrepierna estaba mojada. Me tendí asustado a su lado y comencé a besarle la boca, a acariciarla. Poco a poco se fue re-cuperando abrió los ojos, se tiró encima de mí y me besó, una y cien veces. Me acariciaba las piernas, el vientre, el pene, los testículos. - - Me haces feliz, no me dejes. - - No hagamos locuras, tú serás mía siempre que tú quieras. Tú me gustas Marí.
Mientras duró nuestra relación Marí tuvo dos hijos y la sospecha de que el menor era mío. Ni Marisú, ni Manuel se enteraron nunca de nuestras relaciones.
Llegó el día de la boda, mi madre había tenido una conversación conmigo y dejó entender que no estaba muy satisfecha con mi decisión de casarme. Me consideraba demasiado joven para eso. - - ¿Por qué no esperan un par de años, ahorran un poco de dinero y pueden hacer las cosas mejor?. Además el tiem-po dirá si la decisión de casarse es sólida o no.
Pero los jóvenes siempre creemos saber mejor de esas cosas. Desoí un consejo valioso.
Vivimos unos meses con una hermana de Marisú. Después se casó también Isa y me puse de acuerdo con su marido para al-quilar una casa juntos.
La noche de bodas fue un fracaso. Marisú no era virgen como espera y me aclaró que había pasado haciendo tonterías con su hermano. La noche de bodas, para decirlo muy sinceramente, me tiré un polvo y después no conseguí más una erección. Me bebí una botella de vino y me puse a dormir muy tranquilamente. El echo de que fuera o no fuera virgen no hubiese sido nunca un factor determinante para mí, pero lo que sí me molestaba es que no habló sinceramente conmigo. Se tiró mucho tiempo ha-ciéndose la estrecha, fingiendo algo que no era, con lo cual me robó la libertad de tomar decisiones. Lo consideraba un fraude y yo personalmente me consideraba defraudado en mi confianza. El resto lo relacionaba con su falta de experiencia y podría tener solución con el tiempo y con paciencia.
Parece que hubo algunas actividades por parte de Marisú, pues su madre quiso hablar conmigo y también mi madre. Su madre no sabía bien lo que pasaba y simplemente quería saber si todo andaba bien, lo que contesté afirmativamente. Marí por su lado estaba mejor informada y buscó una ocasión para poder pasar unas horas junto conmigo (y por supuesto trajo el bikini) y por lo que respeta mi madre, le podía ver la angustia en la cara. - - Que pasa hijo. Marisú me vino a ver llorando y diciendo que la noche de bodas la humillaste.
Podía hablar libremente con mi madre de manera que le expuse todo desde mi punto de vista. Había sufrido un desencanto que no obstante consideraba pasajero, de manera que no debíamos dramatizar los hechos. Mi madre escuchó y calló. Ya no quería dar consejos.
Las cosas se normalizaron y con el tiempo practicábamos el sexo anal pero se negaba al oral. Convenimos en no tener niños por el momento, ella tomaría sus precauciones pero yo no follaría ya nunca más con ella sin un forro. Ella seguía trabajando con su familia y yo en el banco. Nunca pude serle fiel y cuando se presentaban las ocasiones ni siquiera pensaba en ello.
José María - el marido de Isa - y yo alquilamos una casa bastante amplia con dos grandes dormitorios (uno para cada uno) co-cina amplia, sala, patio y un salón que en algún momento fue una tienda y que ahora estaba cerrado, pero tenía un gran escapa-rate y una entrada desde la calle con cortina metálica. Me puse de acuerdo con José María y con la correspondiente compensa-ción monetaria me quedé con ese local. Nos entendíamos bien y no había conflictos. El local tenía un sótano terminado y limpio en donde monté mi taller de electrónica. Y el negocio lo habilité meses más tarde, para la venta de artículos del hogar que por las tardes atendía mi cuñada, quien era la única que estaba en casa todo el día. También me dedique a la reparación de radios y televisores.
En el banco había conocido a una chica alemana que venía todos los meses con su madre a cobrar la pensión. Yo estaba en-tonces a cargo de esa caja. Se llamaba Cristel y tenía mi edad. Era soltera, con 23 años de edad y vivía sola con su madre en un caserón, que en su época construyó su padre en una ciudad jardín de la colectividad alemana. Tenía un aspecto típicamente germano. Piel blanca, alta, esbelta, rubia, cabellos largos, ojos azules, carita finamente ovalada. Siempre me sonreía clavándo-me sus enormes ojos azules.
Un día de mañana la vi parada frente al escaparate de la tienda. Salí a saludarla, conversamos un rato, me enteré donde vivía y la invite para dar un paseo en motocicleta. Tenía entonces una Gillera 250, una máquina que hacía furores. Nos citamos para el sábado por la tarde. Con alguna excusa salí de casa y me fui a recoger a Cristel.
Yo tenía entonces unos 24 años y llevaría unos 2 años de casado. Isa estaba embarazada, Marí ya tenía una nena, nosotros sin novedad. En casa yo aplicaba rigurosamente la ley del látex. Recuerdo una anécdota. En el banco teníamos un cliente fabricante de artículos de látex, entre ellos lógicamente condones. Un día le pedí que me trajera una gruesa de estuches de condones (12 x 12 x 3, ese era realmente el contenido de la caja) a precio de fábrica. El cliente me preguntó si estaba preparando un viaje en globo.
La recogí en su casa y nos fuimos con la moto a dar un paseo por un parque alejado de la ciudad. Nos detuvimos a beber algún refresco y por fin nos sentamos a la sombra de un bosque de eucaliptos muy refrescante y agradable. Conversamos sobre mu-chas cosas. Ella me contó cosas de su casa, de su vida, de la muerte de su padre, etc. y yo tracé a grandes rasgos mi vida hasta ahora y no le oculté que estaba casado, no del todo feliz (y no la estaba engañando) y que no tenía hijos. El echo de que yo fuera casado no pareció preocuparle mucho. Me acerque a ella. Comencé a jugar con sus cabellos y la besé. Nos tumbamos sobre la hierba mientras nos seguíamos besando y pasé mi mano por debajo de sus faldas. No se resistía. Le quité las bragas, abrí mis pantalones, le abrí las piernas y la penetré. No era virgen. Gozaba con el coito y movía bien sus caderas.
Desde ese día continuamos viéndonos regularmente. O era yo quien iba a su casa y me quedaba un rato con ella (su madre se dejaba ver muy poco) o pasaba ella por el banco a conversar conmigo mientras la concurrencia de público lo permitiera. Hasta un día, estando mi cuñada en la casa, la dejé entrar al taller y la follé encima la mesa.
Por esa época había movimientos en el gremio bancario exigiendo aumentos de sueldos. Las negociaciones con el sindicato no llegaron a buen fin y el gremio estaba en pie de huelga. Lógicamente que el elemento político tampoco faltaba (como siempre en estos casos). Lo cierto es que pronto me convertí en algo así como un representante del sindicato en mi ciudad. La huelga fue larga y dura. Las negociaciones estaban interrumpidas y para hacer frente al caos bancario el gobierno decretó la movilización militar del gremio. En mi carácter de empleado nacional y de dirigente gremial era buscado y sin alarmar a mi madre, sin contarle lo que realmente estaba pasando y alegando razones preventivas, me refugié en casa de mi madre. Un día llaman a la puerta y sale mi madre: - - ¡Hijo, aquí te buscan¡
Eran oficiales del ejército del aire que me llevaron detenido a una base de la aeronáutica militar.
Allí encontré a muchos de mis compañeros. Me quitaron la ropa, me ducharon con una manguera de bomberos con agua fría y me dieron ropa de fajina militar. Para evitar nuestro contacto con la tropa regular nos instalaron en una nave algo alejada de las instalaciones de la base. Me cortaron el pelo a cero.
La huelga terminó, los "prisioneros de guerra" fueron liberados excepto los extremas como yo estaba calificado. Gracias a Dios, mi madre movió todos los contactos posibles incluyendo antiguos conocidos de mi padre. Un día fui recogido en la base por un coche oficial y devuelto a casa. La huelga se había declarado ilegal. Lo que nunca olvidaré es que los dirigentes gremiales que nos llevaron a la lucha aparecieron meses después ocupando puestos en diversos ministerios. Así terminó mi inquietud por los movimientos gremiales de toda índole. Lo interesante para este relato es que el asunto tuvo consecuencias para mí. Fui trasla-dado disciplinariamente a otra sucursal bancaria algo alejada de mi ciudad. No me presenté. Recibí una carta intimatoria y me presenté a la gerencia del banco tan sólo para presentar mi renuncia al cargo. El gerente trató amistosamente de hacerme retirar la renuncia diciéndome que eso era una decisión pasajera y que todo se podía resolver con tiempo y con calma. No entendí ra-zones. Mi orgullo estaba herido y yo no me doblegaba. Así terminó mi carrera bancaria y muy especialmente la de empleado na-cional. Cuando hoy, pienso en aquella decisión, no puedo más que felicitarme. Nunca me arrepentí.
Esto trajo también consecuencias privadas. Al estar en casa y dedicarme exclusivamente a mi negocio, tenía más tiempo libre para Cristel. La vida matrimonial era rutinaria y monótona. Mis cuñados José María e Isa, decidieron alquilar una casa para ellos solos. Continuaba encontrándome periódicamente con Marí y en nuestros encuentros vivíamos verdaderas orgías sexuales. Era un fuego ardiente y no había imposibles ni barreras para ella. Entonces volví a utilizar varias veces la caseta del río. Con Marí, quién un día para venir a nuestra cita, dejó a su hija al cuidado de Marisú alegando tener que ir al médico. Ella se excitaba mu-cho con esas ideas y hasta creo que potenciaba su sexualidad. Se había convertido en una mamadora empedernida. No había posición desconocida para ella y a todas les sacaba el máximo de rendimiento. Le brillaban los ojos cada vez que encontrába-mos algo nuevo con lo que pudiéramos elevar exponencialmente nuestro goce sexual. Especialmente le gustaba recibir por de-trás. - - Mira como me conservo en forma,
me decía haciendo flexiones con su cuerpo desnudo, sin doblar las rodillas y apretándose los tobillos con las manos, posición que terminaba siempre con mi polla hasta las pelotas en su culo. Se la dejaba enterrar toda y después se corría ininterrumpida-mente cuando le pasaba los dedos por los labios vaginales o le pellizcaba los pezones y le acariciaba los senos. Poco es lo que hicimos por la vagina salvo un par de polvos en posiciones extravagantes y muy especialmente porque Marí - para mi satisfac-ción - no quería follar con preservativos. Lo de ella era mamar y culear. Su posición preferida de hiperorgasmo era con la polla dentro del culo hasta la raíz, una de mis manos paseando un dedo por el interior de su vagina, lo otra apretándole un seno y ella con la cabeza echada hacia atrás besándome y chupándome los labios.
Tenía un cuerpo magnífico y no sólo gozaba ella sino muy especialmente yo también. Su marido no supo nunca que tenía en su poder una máquina expendedora de placer. Cuando se iba decía: - - Bueno, me voy a casa a prepararme para joder esta noche a reglamento.
La otra visitante de la caseta era Cristel. Tampoco tenía tabúes pero no demostraba excesos (hasta ese momento). Siempre abierta para toda práctica sexual, ardiente, cariñosa, amante. Me comenzó a gustar su compañía. Comencé a disfrutar enorme-mente de su cuerpo. Cuando la tenía desnuda en mis brazos sentía una vibración que me corría por toda la espina dorsal. Su blancura me excitaba, sus grandes ojos azules me enamoraban, me gustaba mirarme desnudo al espejo con ella y ver el con-traste entre mi piel morena, castigada por el sol y la blancura de su piel, entre mis largos cabellos negros y ondulados y sus lar-gos cabellos rubios que le llegaban a media espalda. Cuando practicaba el sexo anal me excitaba el ver penetrar mi pene oscuro en su culo tan blanco. [email protected]