Soledad.
Soledad estaba en medio de sus 32 abriles. Sus cabellos color cobrizo contrastaban con sus enormes ojasos verdes, bonita, de aspecto agradable, bien formada, tendría aproximadamente 1,70 de estatura, mas bien delgada pero de figura esbelta. Se había casado 7 años antes con un médico, jefe de traumatología del hospital provincial, que aspiraba seriamente a ser nombrado director de ese mismo hospital cuando su jefe se jubilara, para lo cual faltaba escasamente un año. El doctor, de carácter ambicioso, pasaba prácticamente el día o mejor dicho los días enteros en su sección. Nada, que pudiera perjudicar su carrera, quería dejar librado al azar. Tenía como meta ser director y haría todo lo que está a su alcance para conseguirlo. Soledad comprendía la actitud de su marido, lo estimulaba en sus ambiciones. Comprendía que todo redundaría en su propio bienestar y en su seguridad pero no se quería engañar a si misma; la verdad era que se aburría demasiado. Su amiga Adriana, vecina del barrio, también casada con un médico que ejercía en otro sanatorio, era la única compañía que tenía y eso sólo cuando Adriana podía hacerle compañía. La verdad era que la situación de Adriana no era mejor que la de Soledad, pero Adriana había solucionado su problema con un amante que le llenaba entre otras cosas sus días vacíos matando su aburrimiento. Dos mujeres en la plenitud de sus mejores años no se podían pasar el día leyendo revistas, mirando escaparates o viendo televisión esperando que en algún momento de algún día aparecieran sus maridos para cumplimentar sus obligaciones matrimoniales.
Soledad comenzaba ya a jugar con la idea de buscar un pasatiempo. Quizás no fuera necesario llegar a la solución algo extrema de Adriana, quizás alcanzara con un pasatiempo para compartir caricias. Su vista se detuvo un día en Rodolfo, el jardinero de su villa. El doctor había contratado el cuidado de los parques y jardines de su casa a un jardinero experimentado el cual, con la intención de prestar el mejor servicio al doctor, había delegado las tareas sólo a su hijo Rodolfo, de 17 años recién cumplidos, que había sido iniciado por su padre desde muy niño en el arte de la jardinería. Era un excelente oficial jardinero. Soledad se detuvo a observarlo; moreno, fornido, alto, musculoso, un bulto prometedor bajo sus pantalones vaqueros y por sobre todo joven. Varias veces había observado como él no le quitaba la vista de encima cuando tomaba sol en bañador o cuando cuidaba sus rosas en shorts que se ponía por encima de su bikini. Rodolfo no estaba mal para coquetear un poco. Decidió tantear terreno y una mañana calurosa estando él haciendo sus tareas, Soledad al salir de la piscina se fue directamente a la ducha. Se desnudó para ducharse como si no se hubiera percatado de la presencia (a 30 metros) de Rodolfo. Levantaba sus brazos sobre su cabeza, daba vueltas bajo la ducha, sabiendo que el joven no se perdía detalle de su cuerpo y que estaría ya enardecido por su desnudez al alcance de la mano en un espectáculo que le estaba ofreciendo en privado. Terminó de ducharse, se envolvió en una toalla, tomó su bikini y entró a la casa. Desde la ventana de su habitación pudo ver a Rodolfo detrás de unas matas. Por los movimientos que hacía, creyó observar que se estaba masturbando. Sólo el pensar en lo que ella había provocado y en lo que podría provocar la excitó mucho. No pudo evitar que su mano diera algunos masajes en un intento de masturbación.
La mente de Soledad giraba buscando la posibilidad de acercarse discretamente a Rodolfo. El día que se le ocurrió renovar la biblioteca de su dormitorio tuvo la idea. De la biblioteca de la casa había seleccionado unos 50 libros para reponer los que tenía en su dormitorio.
- ¿Rodolfo me puedes ayudar un poco en la casa?.
Rodolfo la besó. Su mano levantó el sostenedor del bikini y rodeó un seno hermoso con unos pezones duros y parados que pronto comenzó a chupar. En algún momento, ya sin saber cuando, ni como, el pene de Rodolfo se alojó en la vagina de Soledad quien apretándole la espalda frenó los movimientos casi salvajes que había emprendido. Quédate quieto. Cuanto más dure más gozaremos. Me gusta estar contigo. Demuéstrame que eres un buen amante. Hazme gozar de ti.
Rodolfo se sintió alabado. Comenzó a recopilar rápidamente todo lo que había leído, escuchado, visto y practicado sobre el coito pero no consiguió hacerse un plan. Quién sí lo tenía claro era Soledad. Comenzó a apretar y a aflojar sus piernas moviendo la musculatura de su vientre como para succionar el pene de Rodolfo con su coño. Movía suavemente el culo haciendo que la polla que tenía adentro y cuyo tamaño no era de despreciar - se moviera por donde más le gustaba, jadeaba, sudaba, le chupó los labios dio un gemido y se corrió. Rodolfo sólo necesitó dos movimientos para empezar a largar leche dentro de ella. Soledad se había follado a su jardinero y ya tenía su juguete para pasar el tiempo, tal como ella quería. No había pensado llegar a eso, pero tal como vino la cosa no se arrepentía. Se había corrido y estaba satisfecha. Rodolfo por su parte no podía creer que esa hermosa mujer poseedora de ese magnífico cuerpo, quién le había robado muchas horas de sueño, estuviera ahora mismo ensartada en su pene. Pero así era.
En la intimidad y complicidad que les daba la amistad, Soledad comentó su nueva conquista con Adriana. - Disfrútalo si te gusta, pero no pierdas la prudencia. Tu posición social es demasiado elevada, y la sociedad no perdona deslices. Los juegos continuaron y la seguridad en si misma le hizo perder poco a poco toda medida de precaución. Jugaban en el jardín como dos niños y follaban toda vez que tenían ganas. A Rodolfo le gustaba cepillarle el coño a Soledad bajo la ducha y recordando aquella visión primera de desnudez le daba unos viajes bajo la ducha que los dejaban agotados. Estaba Rodolfo podando unas plantas cuando ella se le acercó desde atrás para hacerle cosquillas. Rodolfo tiró sus tijeras al suelo la abrazó, le quitó el sostenedor y le estaba chupando las tetas cuando la vista de Soledad se clavó en las de su vecino Fernando que se había subido a un árbol para cosechar algo de fruta alta. El la saludó con inclinación de cabeza. Soledad sintió un frío que le corrió por su médula. Se desprendió de Rodolfo y salió corriendo hacia la casa. El detrás de ella sin percatarse de la presencia del vecino.
¿Cómo pudo ser tan estúpida?, Fernando la había visto en una actitud inconfundible. No tenía ninguna excusa ni disculpa. Su vecino siempre la había mirado con ojos lascivos y la desnudaba con la mirada. Y ahora eso. No podía hacer nada más que esperar los sucesos pero prestar más atención a que eso no se repita ni siquiera en sospecha. No comentó absolutamente nada con Rodolfo y lamentablemente, tampoco con Adriana.
El doctor había comprado una casa de pueblo situada junto a la ladera de un monte, a unos 50 km de la ciudad, aislada y alejada de vecinos, para poder pasar los fines de semana cuando su trabajo se lo permitiera. La casa necesitaba algunos cuidados especialmente de jardinería. Soledad pensó que eso sería la solución para escapar a las miradas indiscretas que ya estaban alertadas.
-¿Cómo dice impertinente?. ¿Con quién se cree Ud. que está hablando?. Se lo diré a mi marido.
La llevó a la cama y se acostó con ella. Le largó aún dos polvasos que le inundaron la vagina y se durmió con la polla metida en la boca de Soledad. Ella fue al baño y se duchó un tiempo largo, se lavó la sangre que aún le salía del interior del culo. Se aplicó unos paños fríos. Sentía un dolor que la atravesaba. Tomó una manopla de baño, la mojó, se la puso en el culo por debajo de las bragas y se fue a la cama. Tuvo la idea de irse a otra habitación pero sintió miedo de Fernando.
Al despertar a la mañana siguiente lo primero que vio Fernando fue el trasero de Soledad. Da gusto ver algo así al despertar un domingo de mañana y pensar que se tiene todo el día por delante. Veamos que tal está el enfermo. Le quitó las bragas que se había puesto y la manopla que la protegía. Vaya culo, redondo, duro, saliente y por lo que puedo ver bastante dilatado. Nena, tu ano tiene todavía el diámetro de mi polla. ¿Será que aún quiere más?. Soledad estaba boca abajo sin atrever a moverse. Sintió que Fernando se ubicaba y otra vez experimentó ese ardor inaguantable en su retaguardia. La volvió a penetrar y ella volvió a sangrar. Ni siquiera buscó una posición para abrirle más las nalgas. Se la enterró estando acostada boca abajo. Sentía gotear la sangre caliente por sus nalgas. El dolor le arrancaba lágrimas. Lentamente y con viajes largos la folló. - Tu culo de puta me pertenece, yo lo inauguré y tengo el derecho al uso exclusivo. La semana entrante vamos a follar en tu dormitorio que es más amplio que el mío o si lo prefieres nos pasamos unos días en esta casita. Si quieres, puedes invitar al pendejo a follar también, tienes bastante agujeros para albergar pollas, pero el uso de tu culo está reservado para mí. ¿De acuerdo putita?. Apoyó los codos sobre el colchón, se aferró a sus tetas y continuó dándole viajes al culo hasta correrse. Poco tiempo después, el doctor era nombrado director del hospital provincial. Soledad vivía ahora con su madre para no sentirse tan sola. Un día, trascurrido algún tiempo, se citó con Adriana para conversar y pasar un rato en una confitería. Soledad, tú has cambiado mucho el carácter, te veo muy apagada. ¿Tus cosas van bien?. ¿Sigues encontrándote con tu jardinero?.
- Como tú sabes mi vida privada funciona bien, pero lo del jardinero acabó hace ya mucho tiempo. Rodolfo era muy cariñoso y me dolió alejarme de él pero tuve que hacerlo.
- Discúlpame una pregunta indiscreta: ¿tuviste algún problema con nuestro vecino Fernando?. Soledad la miro con los ojos abiertos sin poder expulsar palabra. Adriana comprendió que iba por buen camino. Discúlpame también por favor si soy un poco ordinaria, ¿te violó?. Soledad continuaba sin pronunciar palabra pero sus ojos se humedecieron. Que piensas tú que hizo ese hijo de puta conmigo en un momento de debilidad, en mi casa, en mi dormitorio. Pero la segunda vez que lo intentó, alguien le estaba esperando (su amante) y le dió tal paliza que la sangre que me arrancó a mí del culo, a él le salió de la boca, pero a borbotones. Desde entonces no me molestó más.
No sabía bien por qué, pero Soledad sintió satisfacción. Dos meses más tarde Fernando quedaba paralítico por un accidente de tráfico. Su coche chocó contra un camión de jardinería. Días después, Soledad retornaba feliz a su casa. El jardinero la recibió con un enorme ramo de rosas. [email protected]